domingo, 19 de abril de 2009

TRES VISIONES TRISTES SOBRE LA EDUCACIÓN EN MÉXICO EN LA ACTUALIDAD

RAÚL CONTRERAS OMAÑA

El día de hoy no quiero dedicar este espacio a un escrito personal, sino más bien emplearlo como medio para difundir los comentarios de tres de los mejores columnistas a nivel nacional, quienes en el Diario MILENIO, fechado el pasado sábado 11 de abril de 2009, publicaron -cada uno por su cuenta, y muy seguramente sin ponerse de acuerdo para ello- tres comentarios sobre la educación en méxico en la actualidad, mismos que contienen datos que considero todos los mexicanos debemos de conocer.
PRIMER PUNTO: LA UTOPÍA. En su columna "Un libro para Lujambio", Carlos Puig ("Historias del más acá", sección "Al Frente", página 03), busca explicar por qué algunos países -sobre todo los orientales- logran destacarse en forma tan contundente en los aspectos educativos a nivel mundial, y encuentra que en ellos el promedio de días al año que un niño o un adolescente pasa en la escuela es de 243 -Japón, por ejemplo-, contra sólo 180 en Estados Unidos, y menos que eso en México. Además, la duración del día de clases es también mayor, siendo de 12 horas en promedio, contra 10 en EU y 8 o menos en México.
De igual modo comenta cómo a mediados de los años 90, en una de las escuelas públicas más pobres y marginales de Brooklin, Nueva York -la Academia Kipp- se inició un experimento para comprobar si lo anterior es cierto. Se prolongaron las horas de estancia en la escuela -recibiendo clases, por supuesto- así como el número de días escolarizados al año. Resultado, y cito a Puig textualmente:
"Los jóvenes que van a una academia Kipp (hoy ya hay más de 60 en todo Estados Unidos) pasan en promedio en la escuela 60 por ciento más que en el resto de las escuelas públicas en Estados Unidos. (...) En diez años, Kipp ha superado cualquier cantidad de expectativas. Los jóvenes de los barrios más pobres están superando por mucho al resto de las escuelas públicas de sus distritos escolares, y están siendo aceptados (con todo y financiamiento y becas) en las mejores preparatorias y universidades de EU."
Aquí la pregunta es: ¿no hay forma de establecer programas similares en nuestro país? ¿no hay forma de modificar los planes de estudio y calendarios escolares para obtener mejores resultados académicos en México? Veamos lo que sigue...
SEGUNDO PUNTO: LA TRISTE REALIDAD. En su columna titulada "¡Hasta Turquía!", Francisco Garduño ("Doble o Nada", sección de Opinión, página 10) hace públicos los resultados del informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con respecto a la calidad académica y los resultados de competencia educativa, así como de inversión monetaria por alumno, entre los 30 países que la conforman.
¿Qué nos dicen? Que México es, por mucho, el último lugar de la lista ("...peor que Turquía, la conflictiva nación de mayoría musulmana, donde los Kurdos son tratados de forma inhumana y que por restricciones religiosas limita la educación de las mujeres").Cito de nuevo a Garduño:
"Así es. México, el país que muchos engañados mexicanos creen que está ya entre las potencias mundiales, invierte sólo 2 mil 405 dólares por estudiante, lo que es irrisorio comparado con los 12 mil 788 que Estados Unidos ocupa para cada uno de sus alumnos.
(...)Y es que resulta absurdo ver las rebatiñas en la Cámara de Diputados cada año para aprovar un raquítico presupuesto educativo, que no sirve más que como paliativo para que la educación no se muera.
También es increíble que esos grandes políticos, dispuestos a dejar la zalea por México, sean capaces de llegar a los peores arreglos, arrastrarse como vívoras con tal de complacer a la dirigencia de un sindicato, que se ha convertido en el más poderoso del continente, chupando la poca sangre que queda al sistema educativo del país".
Así, respondamos las preguntas anteriores con otra pregunta: ¿de verdad creemos que el sindicalismo mexicano permitiría cambios para prolongar los calendarios escolares y la duración de los días de clases? Porque caray, si los sindicatos de maestros de primarias y secundarias (que son, por mucho, las fases más importantes en la vida de todo alumno) no son aún capaces de aceptar que tienen que presentar exámenes de nivelación de Carrera Magisterial, para elevar su preparación y cultura general, y así poder acceder gradualmente a un mejor salario, TAL Y COMO LO HACEN TODAS LAS DEMÁS PROFESIONES Y CARRERAS, EN MÉXICO Y EN EL MUNDO... ¡Ah, pero no! ¡Por supuesto que no lo aceptan! ¿Por qué se le habría de exigir a los maestros mexicanos que estudien y que sacrifiquen su tiempo libre para prepararse y dar mejor forma de vida a sus familias, y mejor preparación a sus alumnos? Es como si se les estuviera gritando el peor de los insultos. Tantos y tantos "maestros normalistas" se dedican ahora a la pseudo-política, al "coyotaje", a rentar o vender sus plazas, a heredar sus derechos, a recibir salarios de doble o triple plaza sin siquiera pasar nunca unas horas frente a un grupo de alumnos, a organizar plantones y bloqueos de calles, a extorsionar grupos y partidos políticos, a vender votos grupales... eso sí, cuando se les pide que redacten un pequeño informe de tan solo una página de extensión, el número de faltas de ortografía y de errores gramaticales por párrafo resulta en verdad difícil de creer... pero preguntémosles sobre telenovelas: les aseguro que de eso sí van a saber.
Puedo conceder algo: el anterior no es el caso de todos los maestros. Honor a quien honor merece. Y en forma personal conozco a grandes maestros normalistas, personas de excelente calidad moral, profesional y cultural, y muchos de ellos grandes y queridos amigos míos. Pero seamos tajantes: todos recordaremos en nuestra vida, como buen maestro, quizás a uno de cada diez. O menos. Y esa es la verdad. Es la realidad. Los demás... sin pena ni gloria.
TERCER PUNTO: UNA PÉRDIDA DOLO(RO)SA. En su columna de nombre "La SEP desaparece la filosofía", Heriberto Yépez ("Archivo Hache", suplemento cultural "Laberinto", sección Artes Plásticas, página 12) menciona, y cito textualmente:
"La Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS) anula la enseñanza de la filosofía. Por la RIEMS la filosofía ya no es materia básica en los planes de estudio del Sistema Nacional de Bachillerato. (...) Fea paradoja: la SEP la fundó un filósofo.
(...)El problema es que la filosofía no tiene ese matíz técnico que el mercado laboral exige. Lo que realmente está detrás: filosofar no aumenta la productividad empresarial, meta de la nueva 'educación' global.
Hay otras razones de peso para su eliminación. La filosofía históricamente ha tenido una relación tensa con el orden económico dominante. La mayoría de la filosofía prepara al individuo para volverse analítico, desconfiado y crítico. En países como el nuestro, esa minoría de estudiantes -de todas las clases sociales-que logra entender la filosofía se vuelve políticamente disidente, o al menos incrédulo del gobierno, religión y mass media. Esto no agrada al capitalismo bélico, al consumo trasnacional, al Vaticano y al espectáculo populista.
(...)La filosofía incrementa el descontento contra el capitalismo y el dominio estadounidense. (...) Desaparecer la filosofía de las escuelas es debilitar la influencia de las ideas de izquierda. Permitir el avance del sentido común capitalista y el cristianismo conservador.
Por último, la filosofía puede ser sacada de las escuelas por una poderosa razón adicional: La filosofía es impopular entre muchos alumnos.
La educación reaccionaria que les viene de su familia y el entretenimiento retrógrado de las dos principales televisoras del país, muchas veces los convierte en seres intelectualmente inertes, sin deseos de indagación filosófica. Esa es la triste realidad.
Eliminar la filosofía no lo podría hacer la SEP ni la globalización sin la cooperación estratégica de nuestra sacrosanta cultura popular".
No hay más que decir. El Maestro Yépez lo dijo todo ya, tal como debía ser dicho.
Sólo añado lo siguiente: un servidor está de luto. Los filósofos, en México, se están convirtiendo en una especie en extinción.
Tres visiones distintas que confluyen en una misma desesperanza. Tres impactos frontales a lo que alguna vez fue el sueño de los padres de la educación en México. Abramos los ojos a la realidad de la educación básica y media superior de nuestro país. Abramos los ojos a la antesala del futuro educativo de la juventud que viene detrás de nosotros. No podemos seguir ciegos.

sábado, 4 de abril de 2009

VOTO EN BLANCO

RAUL CONTRERAS OMAÑA
En su columna periodística titulada “No a la partidocracia”, (diario MILENIO edición nacional, página 12, sábado 14 de febrero 2009), Joel Ortega Juárez hace una severa crítica a la manipulación de las preferencias electorales que se ha originado en nuestro país a partir de la reforma del IFE y la aparente “regulación” de los spots publicitarios a los que tienen acceso los partidos políticos dentro de la programación de las grandes cadenas televisivas. Según nos dice, y cito textualmente:

“(…)Una sociedad despojada de mecanismos e instrumentos políticos para poder expresarse y resolver sus contradicciones de manera política puede generar estallidos de destino desconocido.
(…)No basta denunciar esa perversión. Quizá sea necesario provocar o acelerar una crisis de ese sistema partidocrático. La abstención, tanto la inercial como la que pudiese ser consciente, no sirve. Habría que pensar en algo más preciso y contundente.
Puede ayudar a ello si millones optamos por acudir a las urnas y llenar las boletas con la leyenda: FUERA LA PARTIDOCRACIA”.


En resumen, su propuesta es que en los tiempos que atraviesa México, plenos de inseguridad e ineptitudes, no debemos renunciar al ejercicio de la democracia ni aplicar abstencionismos, sino que debemos hacer uso total de nuestros derechos políticos acudiendo a las urnas, si, pero inutilizando las boletas para hacer evidente nuestro descontento ante la situación actual del país.

Un voto en blanco por sí sólo es un voto perdido, regalado al mejor postor. Un voto no depositado por abstencionismo es más bien cobardía, apatía o indiferencia, y no verdadera protesta social. Pero una papeleta depositada por mano del votante, que además ha sido inutilizada por él mismo mediante una leyenda o una cruz que abarque a todos los candidatos a la vez, no puede significar otra cosa: es un ciudadano inconforme, una verdadera protesta, un ejercicio libre de nuestra capacidad de decir “¡ya basta!”.


Por supuesto que esta idea, aunque aparentemente radical, no es nueva en absoluto. Ya en su novela titulada “Ensayo sobre la lucidez” (editorial Punto de Lectura, México, DF, 2004), el escritor portugués José Saramago, premio Nobel de literatura 1998, lanza al aire una pregunta: ¿qué pasaría si un día de tantos, en una ciudad sin nombre, que pertenece a un país desconocido, en el día de las elecciones más importantes para la región, la práctica totalidad de sus habitantes decidiera presentar su voto en blanco?


Esta no es una pregunta carente de trascendencia. El desarrollo completo de la novela se basa en el caos que tal acto de rebelión podría desencadenar en una nación, en los temores del gobierno ante un gesto revolucionario tan difícil de predecir y descifrar: ¿se trata de una trampa tendida por grupos anarquistas internacionales? ¿se trata de un intento de golpe de estado por parte de extremistas desconocidos? ¿será reflejo de una inconformidad social real, o es sólo consecuencia de la manipulación de intereses ocultos o de poderes fácticos? Porque hay que aceptarlo: un solo voto en blanco, como expusimos antes, no es suficiente. Pero un millón de votos en blanco son ya negocio aparte; no hay país ni institución política que pueda manejar un rechazo de tal magnitud a las vías establecidas de gobierno; no hay estructura social lo suficientemente cimentada como para no colapsarse ante el impacto del terremoto de la voz de un pueblo unificado, terremoto cuyo epicentro es la democracia misma.

Así, todo lo antes dicho lleva a lo siguiente:

La democracia es, sin duda, la forma de gobierno más justa y plural de todas. Los movimientos ideológicos y las luchas revolucionarias e independentistas que se han dado en todo el mundo (y que en nuestro país están a punto de cumplir cien y doscientos años, respectivamente) han tenido como meta principal el derrocamiento de los gobiernos basados en privilegios y opresiones, para establecer aquellos cuyos fundamentos son igualdad social, justicia social, derechos humanos, participación colectiva, equidad en la aplicación de la ley y una constante comunicación entre las cabezas del estado y los miembros del pueblo libre y soberano.

Sin embargo, la democracia no es perfecta. Ninguna forma de gobierno lo es, y esto es sabido desde sus inicios en la Atenas de Pericles. Mientras más sean las personas que intervengan en la toma de decisiones, más complejo se vuelve el proceso, y queda más expuesto a contaminación por errores humanos como la corrupción, el clientelismo, la extorsión, la demagogia y, por supuesto, la llamada democracia dirigida, que no es otra cosa más que la ilusión creada por aquellos que detentan el poder para hacer creer a los pueblos que son capaces de tomar sus propias decisiones y de elegir a sus representantes y gobernantes, cuando en realidad sólo se les permite hacerlo de entre aquellos que ya han sido previamente escogidos dentro de los grupos en el poder, y no de entre el total de la población… tal como sucede en nuestro país.

La democracia directa, que es la forma más pura ejercida desde la Grecia antigua, en la que cada uno de los miembros de la sociedad que cumpla ciertos requisitos tiene derecho a voz y voto, y a representarse a sí mismo dentro de las reuniones de estado, es la que aparente ser la ideal y única a ejercer, pero depende de una condición fundamental que la vuelve inaplicable en nuestros tiempos: una educación suficiente y generalizada, que permita a todos los miembros de la sociedad comprender las necesidades del país y las propuestas que sobre estas presentan sus dirigentes. Es decir: la sociedad completa debe tener un cierto nivel de conocimiento de los diferentes conceptos de política y economía, así como de derecho, para aplicar la democracia directa en forma adecuada, para ser considerada un verdadero grupo de ciudadanos en toda la extensión de la palabra. Y en México, este requisito no se cumple ni siquiera en forma remota, por lo que la democracia directa no es una opción real.

Por otro lado, la democracia indirecta, que es aquella en la que el pueblo elige a sus representantes, para que éstos tomen las decisiones en su nombre, y que es la que se vive en casi todas las naciones en la actualidad, cuenta con la desventaja de ser injusta desde sus inicios, ya que la mayoría de los representantes toma las decisiones sin consultar ni informar al pueblo que los eligió, además de que en general está manipulada por aquella democracia dirigida de la que antes hablamos, lo que hace del ejercicio democrático una compra-venta de votos y de cargos, una carrera desesperada hacia el poder personal o grupal que deja atrás a sus gobernados, que los sumerge en la ignorancia acerca de las realidades que atraviesa su propio país, y que los convierte en presas vulnerables de la corrupción, y en eslabones frágiles ante los continuos golpes de los vicios, la inseguridad, la invasión ideológica y la pérdida de valores.

Pero con todo y sus desventajas, la democracia aún cuenta con herramientas aplicables por parte de los ciudadanos, y una de las más importantes lo es sin duda el sufragio libre y secreto; tan secreto que puede ser emitido en blanco, tan secreto que podemos escribir en él nuestra inconformidad social. El voto es nuestro, de cada uno de los miembros del estado. El uso que de él hagamos depende de nuestra voluntad personal y grupal. El voto no sirve sólo como medio de elección partidista, también puede ser utilizado como vía de denuncia política, de cambio en las instituciones y de transformación social, si esa es la voluntad de los ciudadanos.

Entiéndase bien: hoy yo no estoy invitando a nadie a depositar un voto en blanco, o a escribir una denuncia de hartazgo político en su papeleta. Más bien vengo a invitarlos a buscar vías similares de unión y manifestación ciudadana, a buscar armas dentro del ejercicio democrático para emanciparnos ante la incapacidad política y la corrupción de las que día a día somos presa los ciudadanos de este país. Si miles de personajes de ficción de una novela pudieron unirse para dar una lección a sus gobiernos, ¿por qué no hemos de poder hacerlo nosotros, los ciudadanos de carne y hueso, que sufrimos de los mismos malestares sociales? ¿o es que acaso la apatía ha ganado definitivamente la batalla?

Dice el mismo Saramago, en voz del personaje principal de su novela antes mencionada:

“Es regla invariable del poder que resulta mejor cortar las cabezas antes de que comiencen a pensar, ya que después puede ser demasiado tarde”.

Nosotros, los ciudadanos responsables, no dejemos que el poder nos corte las cabezas. Pongámoslas a trabajar día y noche, en unión con nuestras familias, amigos y vecinos, para levantarnos y exigir a los gobiernos la nación libre, soberana, pacífica y segura a la que tenemos derecho tan solo por haber nacido bajo el cobijo de las alas de la democracia.