sábado, 29 de marzo de 2008

UN CUENTO SURREALISTA

Quizá todo acaba por volverse espera...
De hecho, he llegado a la nada original conclusión de que si no tenemos cuidado, si callamos demasiado, nuestra vida puede acabar por convertirse en una espera tras otra, espera tras espera... vacío hasta el fin.
Sé que gritar no arregla las cosas, pero ¡Dios! ¡Qué bien se siente! Gritar, reclamarle al mundo una y otra vez, descargarse, romperse el cuerpo, partirse en dos para salir de uno mismo, para llegar a ser desnudo y de pié ante el silencio negligente de las paredes frías de un cuarto ausente... de un lugar tan solitario que ni siquiera me tiene a mí, porque mi mente se encuentra lejos, disimulada. Y pienso: ¿Hacia dónde se dirige mi vida? ¿ y mi muerte? ¿Y mi sueño? ¿Hacia dónde mi desesperación, mi desgano, mi dicha de sentirme desdichado? ¿Hacia mí? ¿Hacia ti? ¿Hacia mi necesidad de tener algo entre las manos? No lo sé; son demasiadas preguntas para una sola persona. No hay cajas de música que me ayuden a despertar.
¿Preguntas cuál es mi camino? Es este que escribo. No hay ninguno otro. Camino al día. Camino donde me gusta caminar. Camino sobre las letras, entre las palabras, bajo las ideas: camino solo. Caminaba solo. Y gritaba solo. Y luego me sostenía de cada palabra que había gritado para gritar aún más, con más fuerza, para crear nuevos reclamos como los juegos de bloques armables de los niños que lo mismo construyen una flor o la peor de las masacres... y siguen sin perder sus brillantes colores cotidianos. Azul, rojo, negro... así gritaba, con gritos pasivos - agresivos cuyo significado sólo era para mí, cuya vida se ahogaba en las mareas del agitado mar de mi interior.
Pero ahora lo sé: tú también gritas. Te gusta gritar. O tal vez lo necesitas. No importa: maldices, reclamas, te rompes en ti y también, a lo lejos, piensas...
Y ahora me siento emocionado porque deseas acabar, disolverte, repartirte entre mil voces nunca escritas tanto como lo deseo yo.
¿Quieres gritar? Grita. Yo gritaré contigo. Tal vez gritando juntos algo –o alguien-nos escuche. Tal vez gritando al mismo tiempo logremos despertar el ansia que dormita dentro de nosotros y que nos sueña con desprecio. Grita. Gritemos. Ya hemos gritado antes, pero tal vez no en el mismo tono, no en la misma nota, no con la misma desesperación. Sal de ti. Puedes sentirte, perderte, encontrarte, pensarte lejos o cerca. Puedes dibujarte en el cansancio, lanzarte hacia ti para salir flotando en el reflejo –el tuyo o el de los otros- y de nuevo pensar que sigues lejos de todos o cerca de la voz ahogada que no te deja maldecir... pero no, callar no. No debes callar. Aquí no hay lugar para silencios.
Con los días he descubierto que compartimos la misma soledad... y al saberlo me doy cuenta de que me siento aún más solo.

1 comentario:

Gentzane dijo...

Un cuento precioso, no cabe duda que, como los buenos vinos, el tiempo mejora tus letras.

Un saludo.