viernes, 26 de diciembre de 2008

ENSEÑANZAS DEL I-CHING PARA SER UN HOMBRE SABIO

Pensando en algo que obsequiar a todos, lectores y amigos, sabedor de la próxima llegada de un 2009 predestinado a ser difícil desde sus inicios, decidí resumir las enseñanzas contenidas dentro de los diversos capítulos del texto conocido como I-Ching que van orientadas a convertir al discípulo en un hombre verdaderamente sabio, en un líder virtuoso y en un ser pleno y felíz. El I-Ching, libro chino de los oráculos que se supone escrito hacia el año 1200 a.C, tiene una sólida raíz taoista y se considera uno de los Cinco Libros esenciales del Confucionismo, pudiendo ser interpretado bajo un enfoque cosmogónico, filosófico, moral e incluso adivinatorio, por lo que recomiendo fuertemente a todos su lectura en la forma completa del mismo: la mente puede perderse en el laberinto de sus letras, pero el espíritu pacífico y atento siempre encontrará la salida correcta. Espero que cada uno de los siguientes consejos ponga en nuestras mentes mucho por meditar, en nuestros corazones mucho silencio por guardar y, sobre todo, ponga en nuestras manos un poco del vasto conocimiento milenario que busca hacer del hombre una obra cada vez más perfecta y acabada; conocimiento que, como se leerá a continuación, sigue siendo ahora tan vigente como lo fue en el momento de su redacción:
1.-Poderosa es la acción de la naturaleza. Las personas sabias se sirven de ella para fortalecerse continuamente.

2.-Las personas sabias apoyan a los demás enriqueciendo su calidad moral.

3.-Las personas sabias reflexionan sobre sus motivaciones.

4.-Las personas sabias fortalecen su virtud mediante la acción provechosa.

5.-Las nubes ascienden hacia el cielo mediante la espera; lo mismo hacen las personas sabias descansando y disfrutando de la comida y de la bebida.

6.-Las personas sabias calculan y planifican antes de empezar cualquier acción.

9.-Los líderes embellecen las cualidades de su cultura.

10.-Los líderes distinguen entre arriba y abajo y definen las aspiraciones del pueblo.

12.-Las personas sabias evitan el conflicto mediante la virtud de la sobriedad, negándose a trabajar sólo por dinero.

14.-Las personas sabias detienen el mal y promueven el bien, obedeciendo al cielo y aceptando su orden.

15.-Las personas sabias toman de los que tienen mucho para dar a los que tienen poco, valorando a la gente con imparcialidad.

16.-Los gobernantes del pasado hacían música para honrar la virtud, ofreciéndosela generosamente a Dios, para compartirla con sus antepasados.

17.-Las personas sabias se recogen a la puesta de sol para descansar.

18.-Las personas sabias inspiran a las demás para desarrollar la virtud.

19.-Las personas sabias apoyan y protegen a la gente ilimitadamente mediante el pensamiento y la educación inagotables.

20.-Cuando los sabios utilizan el camino espiritual para enseñar, todo mundo los sigue.

21.-Los antiguos reyes promulgaban leyes con sanciones claras.

22.-Las personas sabias aportan claridad en los asuntos de gobierno sin atribuirse nada de manera presuntuosa.

23.-Las personas sabias valoran el proceso de crecimiento y desaparición, de lleno y vacío, ya que éstas son las leyes de la Naturaleza.

26.-Las personas sabias recopilan muchos dichos y obras del pasado para fomentar su virtud.

27.-Las personas sabias callan deliberadamente.

28.-Las personas sabias pueden actuar solas sin miedo, y pueden abandonar la sociedad sin ansiedad.

29.-Las personas sabias aprenden a enseñar aplicando constantemente la virtud.

30.-Las personas excepcionales brillan en las cuatro direcciones con luz permanente.

31.-Las personas sabias aceptan a los demás con apertura.

32.-Cuando los sabios perseveran en su camino, el mundo entero evoluciona hacia su plenitud.

33.-Las personas sabias mantienen a las personas ignorantes a distancia, no con desdén, sino con dignidad.

34.-Todo lo que no es apropiado, es evitado por las personas sabias.

35.-Las personas sabias iluminan la virtud al reflejarla.

36.-Al tratar con las masas, las personas sabias son discretas a propósito, aunque estén iluminadas.

37.-Las personas sabias hablan con realidad y actúan en consecuencia.

38.-Las personas sabias son como las demás, y sin embargo son diferentes.

39.-Las personas sabias desarrollan sus cualidades mediante la autoobservación.

40.-Las personas sabias olvidan los errores y perdonan las culpas.

42.-Cuando las personas sabias ven el bien, actúan conforme a él, y cuando han cometido un error, lo corrigen.

43.-Las personas sabias distribuyen su riqueza para alcanzar a los que están bajo ellas, pero se resentirán si se enorgullecen de su virtud.

44.-Los líderes imparten instrucciones anunciándolas en las cuatro direcciones.

45.-Las personas sabias utilizan armas defensivas para prepararse para lo inesperado.
(Los capítulos 7, 8, 11, 13, 24, 25 y 41 del I-Ching no hacen referencia directa al hombre sabio en sus enseñanzas, por lo que no aparecen en el listado anterior).

domingo, 16 de noviembre de 2008

BREVÍSIMO ENSAYO SOBRE LA INEXISTENCIA DE LA DEMOCRACIA

ROBERTO BERNARDO ESCUDERO
-Post Invitado-
Si se examina la historia de la humanidad, podremos ver que existen innumerables ejemplos de dogmas falsos, que en algún momento fueron desplazados por la verdad, gracias a la razón y mediante la filosofía y la ciencia. En estos casos, la verdad no era aparente, nos eludía; tomemos por ejemplo los años en los que se pensó que la tierra era plana, porque en realidad así la perciben los sentidos, hasta que una observación más detallada de la naturaleza le permitió al hombre saber que vive en un planeta de forma elíptica; o el dar por hecho que es la cúpula celeste es la que se mueve mientras la tierra permanece inmóvil, cuando en realidad no existe tal cúpula y se mueve la tierra y se mueven los astros.

Tras una larga reflexión, provocada por la siguiente elección del ejecutivo imperial y por las ridículas y patéticas campañas para autoridades municipales en mi querida Pachuca, en ocasiones me parece que la noción del sistema de democracia en el que vivimos, particularmente en México, es uno de esos dogmas que tras muchos años se revelará como una falsedad, será sustituido o radicalmente transformado, mientras que quienes lo vivimos y lo aceptamos seremos calificados como ignorantes, ciegos, primitivos o llanamente brutos.

No trata este texto sobre si el partido tricolor hizo imposible que el pueblo eligiera a sus gobernantes en las urnas por más de medio siglo, o de si aún se manipulan las urnas o a los votantes con el partido azul, o de si el partido amarillo (de extricolores) se convertiría en una dictadura del proletariado encabezada por un megalómano delirante. No; lo que aquí quiero compartir va más allá de esto, no quiero hablar de fraudes y mentiras, tema mil veces tocado, hablo del sistema mismo.

Se define a la democracia como un régimen político en el cual el pueblo ejerce la soberanía por sí mismo, sin mediación de un órgano representativo (democracia directa) o a través de representantes intermediarios (democracia representativa). Me es clarísimo que la democracia directa es una utopía, no existe y por lo tanto no merece la pena discutir sobre ella, al menos para los fines de este texto. Se supone que vivimos en una democracia representativa, pero… ¿En realidad el pueblo ejerce la soberanía?, ¿En realidad el gobierno me representa?, yo creo que no.

Que no se puede hacer la voluntad de todos y cada uno de los ciudadanos, me queda claro (y hasta lo agradezco), que no se puede hacer referéndum para toda decisión del Estado también. Pero mis supuestos representantes no lo son en realidad, el mecanismo mediante el cual me puedo comunicar con ellos, no opera; muchos de ellos parecen no tener ni siquiera la noción de que representan a alguien, y lo que hacen en la realidad es ejercer la voluntad de sus dirigentes de partido en las cámaras, voluntad que a la postre tampoco deriva de la soberanía del pueblo, sino de negociaciones obscuras y ambiciones personales. Soy pueblo y esta democracia representativa no me representa.

Entonces podríamos pensar que podemos ejercer la soberanía a través de la elección de un partido político con cuyos principios se tenga mayor acuerdo; así, no puedo decidir, pero decide alguien que piensa como yo. La realidad es que tampoco es así, en este país no hay partidos verdaderos, no los hay realmente conservadores o liberales, no hay derecha ni izquierda genuinas y hasta nos inventamos el término de “centro” (que es absurdo per se), para poder negociar tanto con la derecha como con la izquierda e incomodar lo menos posible. Vemos muy pocos idealistas en los partidos con una postura real (que sí, ¡Existen!, yo conozco a uno), pero rodeados y anulados por abundantes copartidarios cuya inclinación responde a la mejor oportunidad de beneficio personal; vemos a los representantes de nuestras opiniones cambiar de partido, como se cambia de ropa interior. Los partidos tampoco me representan.

Vivimos en un país, donde los representantes no representan al pueblo y no legislan en conformidad con la voluntad de la ciudadanía, donde el ejecutivo no aplica la voluntad del pueblo (simplemente porque no existe la conexión que haga esto posible), y para colmo, donde el poder judicial permite una impunidad pasmosa y escalofriante.

Algunos me podrían decir que en las urnas se ejerce la decisión y que en ellas radica la democracia, tal y como fue en la antigua Grecia; pero lo que yo percibo con horror, es que la cruda realidad es que vivimos bajo una oligarquía, que la democracia es un espejismo (aún en el supuesto de que su proceso sea inmaculado) y que a lo que vamos a las urnas esa elegir a los que darán continuidad al sistema, a los próximos oligarcas (y que quede claro, que no votar es mucho peor que eso), entre cuyas intenciones buenas y malas siempre estará en prioridad el beneficio personal y el de su séquito.

Veo en México (y probablemente en todo país que se autodenomine democrático) una oligarquía, perene y autoperpetuada, de demagogia y promesas que insultan la inteligencia, construida de vanidad y avaricia, permitida por la ignorancia y el miedo. No veo democracia por ninguna parte, no veo la democracia real, la que no es el disfraz de una oligarquía; tristemente, tal vez pronto nos demos cuenta que es algo utópico que tal vez no pueda ser llevado jamás a la práctica.

sábado, 4 de octubre de 2008

HOMBRE

I

Pocas plantas de grandes hojas a medio marchitar nacen de las paredes de la tierra. El camino pasa en medio de montículos artificial y maliciosamente separados por la mano del hombre. De frente, las ya muy desgastadas montañas azules nacen sobre la niebla que ahoga el valle mientras corre entre los árboles, buscando la sombra del bosque que la resguarde del prepotente sol de medio día. Atrás, la tierra. Sólo la tierra color quemado, y los contados abrojos de un verde deslavado que al demostrarme la persistencia de la vida se burlan de mí.

Aquí no pasa el tiempo –no puede pasar lo que no existe—. Aquí los actos no se suceden uno al otro, y la medida del movimiento según el antes y el después se muere de sed, para dejar el cadáver seco de las horas rodando a merced del viento, haciendo compañía a los fugaces remolinos de polvo que empiezan en el suelo y terminan en los partidos labios del caminante que se va. Aquí, el sabor a tierra en la boca. Allá, la promesa de unos pies sangrantes encontrando su humedad.
En el camino nada tiene sentido. En el camino te vuelvo a recordar.

II

El hombre siente miedo del silencio. Y no sólo del silencio del mundo, sino también del silencio de su soledad, de ese insoportable ruido blanco que llena la mente y los oídos cuando incluso el viento se queda callado, y que le dice al hombre que se ha quedado solo consigo mismo. Ese duro, implacable diálogo interior con la conciencia y el recuerdo, ese juicio que todos sufren pero que nadie solicita, y la callada mano que ahoga tras leer las culpas escritas ahí donde ya no hay sonidos que las puedan ocultar.

Y sin embargo, el hombre se sigue quedando solo, ajeno a todo lo ajeno de sí, a todo cuanto en su cuerpo o en el de los otros puede entonar canción. Y sólo le quedan dos caminos: Exorcizar la conciencia, o convertirse en el brazo inmóvil del silencio. A mí me atemoriza lo poco que entiendo del abismo del mundo cuando calla, y me hundo de nuevo en la profundidad del ruido de mi sueño, del cuál no quiero despertar.


III

Si se cuentan seis horas desde la partida, ya alcanza a verse de frente la oscuridad. El camino –como todos los caminos— se vuelve divergente, y entre la niebla se hace más difícil dar el paso siguiente con precisión.
Ahora hace tanto frío...
Los tobillos gritan, las rodillas se niegan a moverse. Todo es dolor:

dolor en los huesos y en las sienes,

dolor en la nuca y en las manos,

dolor en la soledad.

Aún no hace viento, ni se siente la humedad. Sólo es el frío seco, muerto, inmóvil. Ese frío tan propio del sendero, del que mata lento, del que muerde fácil, del que deja los cuerpos tirados en la tierra sin antes hablarles, y sin permitirles voz alguna en su defensa.
Será una noche sin estrellas. A la orilla del bosque se siente la carne abandonar el cuerpo para seguir su camino, mientras el alma y los huesos doloridos se entregan a la quietud y a la muerte dentro del anillo invisible de la luna nueva. Atrás, todo ha quedado vacío de mí. Por delante, la potencia de mi presencia, la latencia de mi fallecer. Un nuevo camino sin trazar espera entre los árboles, y sé que en esta noche no debo caminar.

IV

Podría pasar el tiempo contenido dentro de la narración de dos encuentros—mismos que aún me son desconocidos— buscando una justificación para la división supratemporal de tu recuerdo. Apenas he descubierto una trivialidad: el papel de tu fotografía se quedó sin voz desde que también se quedó sin ti.

Y, con todo, está decidido a mantenerte entre sus delgadas láminas de pasado transparente y retoques artificiales a la nostalgia apenas explicada.

Pero mi búsqueda no es mera superstición o neologismo. Mi búsqueda va mas allá del libro adecuado y de las presencias en dos falsas dimensiones. Sé que estás guardada en un latido que casi llega tarde; en uno de esos latidos que casi presagian la muerte inevitable de quien ama al amor estando solitario, latido que es parte del ritmo de un corazón que quiere callar, pero que es tan cobarde que no se atreve a detenerse por completo. Latidos que amenazan con bailar entre el ritardando y el morendo, para luego reiniciar la sinfonía con el tempo de la invocación. Es el latido quien te contiene, el latido que no te deja llegar.

Y es que prefiero buscarte en los latidos y las caricias sin fundamento, porque cuando aún eras –¿o tal vez “estabas”?—me enseñaste que para el amor no hay sabidurías ni atajos en lo escrito, y que en las letras sólo queda dicho lo que de otro modo es mejor callar. Y por eso extraño tu poesía cotidiana; ésa que me viene vacía de métricas y versos, y que sólo queda redactada cuando con las manos desnudas colocas de nuevo los vientos en su lugar.

Así, debo confesar que no me he quedado difluyente. Muy por el contrario. Ya interrogué ambas caras de tu imagen atacándolas con la mirada impropia de la súplica y con el violento tacto de la falsa venganza. Ya saqué cada uno de los pétalos del pasado del amarillento espacio que te rodea ahora que no estás ahí. Torturé tus ropas y tus tiempos, pedí respuestas en la puerta de tu desnudez. Pero todo cae en situaciones que corren tras situaciones, esquemas persiguiendo esquemas, y pasos inmóviles de una imagen tuya que siguen, imperceptibles pero en devenir continuo, caminando tranquilos tras de mí.

Y como sé que vienes en la brisa, haciendo el amor a las clepsidras para después romperlas, bebiendo sus gotas y segundos con labios de teorías inconclusas y calmas que acarician con la promesa de estar a punto de llegar, es por lo que, con los aromas, entre los latidos, y sólo por las noches, no te debo dejar de buscar.

V

Yo veía: Nubes ocultando nubes; velos de misterio resguardando los embriones del aire; líquido vuelto magia ante mis ojos, y redes de vapor entreveradas en los árboles; los alientos de las hierbas formando la cortina de la vida; las aguas por arriba y las aguas por abajo divididas por la bruma.
Yo veía la respiración del cosmos vuelta sutil en la exhalación primera de las piedras y las ramas; hojas convertidas en los cuerpos disimulados de la imaginación de la necesidad y la caricia; tierra levantándose de su sepulcro para volar con vida nueva, salvaje, a mi alrededor. Yo creía ver mi cuerpo puesto frente a mí en el frío de mi agitado delirio entre la hierba segundos antes de morir...
...O quizá era niebla. Sólo era la niebla.

sábado, 20 de septiembre de 2008

ESPERANZA Y SOCIEDAD

Cuenta la vieja leyenda griega que, cuando Prometeo traicionó a los Dioses del Olimpo y les robó las semillas de Helios -el sol- y los secretos del fuego para entregarlos a los hombres, permitiendo a estos últimos desarrollar la agricultura y otras técnicas que les ayudarían a sobrevivir, el Dios Zeus montó en cólera y decidió vengarse, enviado un castigo ejemplar tanto al traidor principal como al resto de la humanidad.
Primero, a Prometeo lo capturó y lo mandó encadenar a la cima de una montaña, para que los buitres lo devorasen vivo. En cuanto a los hombres, el castigo fue el siguiente: Zeus ordenó la creación de una mujer que fue llenada de virtudes por diferentes dioses. Hefesto la moldeó de arcilla y le dio forma; Atenea le dio su ceñidor y la engalanó. Las Gracias y la Persuasión le dieron collares, las Horas le pusieron una corona de flores y Hermes puso en su pecho mentiras, palabras seductoras y un carácter voluble. Esta mujer maravillosa recibió el nombre de Pandora, y fue ofrecida como regalo de los Dioses al humano Epimeteo.
Antes de ser capturado, Prometeo había pedido a Epimeteo que no aceptara regalo alguno de los Dioses, por sublime que fuera; pero al ver Epimeteo la perfección y los dones de Pandora no pudo resistirse y la recibió, tomándola después como su esposa.
Hasta este momento, los hombres no conocían el dolor ni la enfermedad. Se vivía en un estado de continuo bienestar y trabajo comunal. Pero un día, mientras Pandora se encontraba recogiendo frutos en el bosque, los Dioses se encargaron de que encontrara un ánfora de barro sellada -la traducción "caja", conocida por casi todos, es incorrecta, y surgió de una imposición de la iglesia medieval; "ánfora" es el término correcto- en la que estaban contenidos todos los males y aflicciones. Al tomarla entre sus manos, Pandora escuchó una voz que le indicaba no abrir dicha ánfora por ningún motivo, así que la llevó consigo hasta su casa.
Varios días resistió Pandora sin abrir el ánfora, pero conforme pasaba el tiempo surgían de la misma voces cada vez más fuertes pidiendo auxilio, suplicando que las liberacen. Finalmente derrotada por su natural curiosidad, Pandora abrió el ánfora, liberando todas las desgracias humanas -Vejez, Enfermedad, Fatiga, Locura, Vicio, Pasión, Plaga, Tristeza, Pobreza, Crimen-, por lo que rápidamente la cerró de nuevo, dejando sólo en su interior a la Esperanza. La interpretación más común de esta leyenda es la que dice que, al final de todos los males, no todo en el hombre está perdido: todavía le queda la Esperanza -la famosa frase de "la esperanza muere al último" surge de esta interpretación de la leyenda-.
Pero no todos han estado siempre de acuerdo con esta forma de ver las cosas. Muchos expertos en literatura clásica griega, e incluso varios filósofos, afirman que si la Esperanza se encontraba en el ánfora es porque también es un mal para el hombre -y no se trata de un mal cualquiera: si se encontraba al fondo de todos los demás es porque la Esperanza era el mayor de todos los males-. La obvia pregunta inmediata es: ¿por qué cualquiera diría eso? ¿en qué momento se convierte la esperanza en un daño para el hombre? La respuesta que nos dan estos pensadores es: porque la Esperanza nos hace pensar que, en un futuro, mágicamente todo estará mejor. Y al pasar el tiempo, y ver que todo sigue igual -o peor-, vienen las más grandes decepciones y tristezas. Es la raíz de las promesas no cumplidas de la raza humana. La esperanza nos hace, como su nombre lo indica, "esperar" del mundo, de las personas, del tiempo, de Dios o de las sociedades un bien futuro que no acaba por llegar. Nos vuelve dependientes de un gran número de factores que siempre quedan fuera de nuestro control, y que casi siempre nos llevan a toparnos de frente con el sólido muro de la realidad. En el individuo, la esperanza se manifiesta en forma de Deseos, en las sociedades toma forma de Utopías, y en la historia la encontramos unida a la ciencia bajo el tentador título de Progreso.
Las utopías sociales más famosas, como son las de Platón -en su "República"-, San Agustín de Hipona -en la "Ciudad de Dios"-, Tomás Moro -en su homónima "Utopía"-, Francis Bacon -en "La Nueva Atlántida"-, o Karl Marx -en "El Capital"-, así como los movimientos Racionalistas o Iluministas europeos y latinoamericanos surgidos entre los siglos XVIII y XIX son claros ejemplos de una filosofía política fuertemente basada en la esperanza. Todas ellas se caracterizan por mantener un punto en común: creer que, en algún momento, el hombre comprenderá los errores cometidos, convirtiéndose a través de la fe, la educación, las instituciones del Estado o la ciencia -según el momento histórico del que se hable- en un guardián de la moral y del comportamiento grupal ejemplar, con lo que las sociedades se convertirán por motu propio en grandes y pacíficos talleres de trabajo, donde las leyes y los castigos dejen de ser necesarios, donde las guerras, las envidias y el crimen dejen de existir, llevando así a la humanidad entera al momento del florecimiento y la perfección merecidos.
Tristemente, la verdadera cara de la Naturaleza Humana ha mostrado ser mucho más compleja de lo que estas corrientes y pensadores pudieron llegar a considerar. No basta la fe, no basta la educación, no basta la ciencia: siempre queda algo impredecible dentro de cada individuo que logra impedir la evolución completa de sus ideales. Si en el momento en que vivimos, 2400 años después de los grandes pensadores de la Atenas clásica, y 300 años después del surgimiento de la idea del Progreso, las normas y sanciones siguen siendo necesarias, y las guerras y conflictos internacionales siguen sucediendo, es porque la esperanza no es suficiente para explicar el comportamiento de los grupos humanos. Es porque, tal vez, nos mintió quien nos dijo que con sólo mantener la esperanza era suficiente para llegar a un lugar mejor. Por esto, el siguiente punto es importante: quienes enseñan sobre Utopías y Esperanza en las escuelas -o en cualquier grupo de estudio- generalmente olvidan mencionar lo fundamental: que sin el Trabajo, la Esperanza por sí sola no vale nada. Es a través del Trabajo, de la lucha cotidiana, del esfuerzo constante, del estudio incansable, que los deseos puestos en las manos de la Esperanza llegan a realizarse. Es por eso que, para muchos, la esperanza es más dañina que benéfica: porque se pasan la vida entera esperando a que las cosas sucedan... pero nunca mueven un dedo para que éstas se den. La Esperanza, por sí misma, sólo puede crear ociosos. Es sólo a través de su unión con el Trabajo que puede verse por completo realizada. La verdadera fórmula del Progreso es Esperanza+Trabajo. Y es ahí donde han fallado las Instituciones Sociales: han acostumbrado a los pueblos a recibir promesas, mas no los han enseñado a trabajar para obtenerlas. El ocio político se convierte en Demagogias, que sólo crean sociedades perezosas y demandantes. Todo estará mejor, siempre y cuando nos esforcemos porque todo llegue a estar mejor. Sin esfuerzo, nada sucede.
Pero el estudio de la esperanza, tanto como principio del actuar individual como en su calidad de fundamento de las instituciones sociales, no se ha dado aún por finalizado. Todavía quedan grandes pensadores -muchos del siglo XX, algúnos todavía vigentes en el XXI- que tratan de rescatar el ideal de las Utopías grupales, y de desentrañar con calma el verdadero papel que conceptos como Trabajo, Esperanza o Progreso juegan todavía en los grupos humanos. Un ejemplo de ellos lo fue Ernst Bloch (1885-1977), pensador alemán que en su obra "Espíritu de la Utopía" nos dice que la sociedad no debe esperar a que las condiciones de cambio lleguen por sí solas, sino que somos los individuos que la componemos quienes debemos buscar crear dichas condiciones, incluso a través de acciones de tinte revolucionario. Esto, por supuesto, necesita de una visión nueva del hombre, de la sociedad, de la ética, de la cultura y de la esperanza. Esta última, en los pueblos, se convierte en lo "todavía no devenido" -nocht-nicht-gewordene-, lo que permanece aún en ese estado de utopía que, mediante las revoluciones, las posibilidades reales, los materiales, las artes plásticas, la música y el esfuerzo del trabajo, finalmente llegará a ser: se convertirá en realidad.
Todavía queda mucho por decir de la esperanza. Ésta no es sólo un término religioso o filosófico-humanístico abstracto e idealista, sino que es posible convertirla en un principio de acción real, en un impulso para el bienestar personal y grupal, siempre y cuando se le mantenga unida al esfuerzo cotidiano, a la lucha social, al trabajo comunal, al crecimiento individual y a la reestructuración de los sistemas, tan necesaria en los tiempos que vivimos. Todavía quedan por venir muchos pensadores y filósofos de la esperanza y la utopía, y todavía falta mucho para que el hombre alcance el punto de evolución histórica con el que siempre ha soñado.

lunes, 15 de septiembre de 2008

LAS REVOLUCIONES POSIBLES

Siguiendo en forma ascendente la cadena de eventos que lleven a una sociedad hacia la Libertad verdadera, y retomando escritos anteriores que habían quedado en el tintero, nos encontramos con un esquema como el siguiente: cuando al individuo se presenta una necesidad, mueve su Libre Albedrío —su Voluntad, sus Deseos y sus Medios—con el fin de satisfacerla. Al intentar hacerlo, la sociedad en la que se desenvuelve se encarga de recordarle que sus deseos no son absolutos, y que se encuentran limitados por los principios impuestos por esa misma sociedad. Así, surgen conceptos tales como el Derecho y la Justicia, que funcionan como reguladores del actuar personal dentro de un grupo determinado, impidiendo que un solo individuo convierta su Libre Albedrío en libertinaje, con lo que lesionaría su entorno social.
Con el surgimiento y ejercicio de estos principios de Derecho y Justicia se integra una Legislación—conjunto de leyes y normas—, y cada uno de los individuos del grupo cede un cierto número de sus decisiones y libertades personales a un grupo mayor que tiene el fin de integrarlos y organizarlos a todos, buscando lograr el mayor bien común de acuerdo al consenso. Surge así el Estado, que echa mano de múltiples elementos conocidos como Instituciones para organizarse internamente, para atender las demandas de cada persona o de sus representantes, y para relacionarse con otros Estados similares. Este Estado es dirigido y coordinado mediante una Forma de Gobierno particular, la cuál se decide según sea la relación entre el dirigente y el pueblo. De entre estas formas de Gobierno, aquella que se caracteriza por permitir que sea la sociedad en conjunto quien tome la mayor parte de las decisiones para impedir los abusos del poder es conocida como Democracia, definida como esa búsqueda grupal de una Libertad Igualitaria, es decir, Libertad fundada en la Igualdad. Y al ser -en teoría- el pueblo el guardián de sus Libertades, principios, leyes, y decisiones, sin presión o coerción por parte de grupos ajenos o Naciones extranjeras, surge un nuevo concepto: Soberanía.

Y es sólo una Nación verdaderamente Democrática y Soberana, dirigida bajo un principio de Derecho y humanismo, la que puede poner en manos de la sociedad primero, la Igualdad –mismas oportunidades, derechos y obligaciones para todos, designadas y repartidas de manera justa y equitativa—; y finalmente, la Libertad –garantía del acceso del individuo a dichas oportunidades brindadas por el Estado, y garantía de su cumplimiento, con respeto a los principios y necesidades del individuo, para que éste pueda llegar a ser enteramente feliz y a alcanzar las metas mejores, en concordancia con la Legislación y principios grupales vigentes—. Así, se cerraría el círculo.

Pero cuando la Igualdad no existe, cuando el respeto a los principios del individuo se ve violentado, cuando los individuos rompen con el orden social para caer en el libertinaje y en el caos, cuando las legislaciones son obsoletas o no son aplicadas por falta de legalidad, y cuando el dirigente o sus Instituciones abusan del poder o se corrompen, se pierde este delicado equilibrio. Surge la Desigualdad. Y con ella, las Revoluciones Posibles.
Ahora bien, siguiendo esta línea de ideas, ¿en qué momento surge la verdadera desigualdad? ¿Surge al no existir legalidad, al romperse los principios, al profanarse las garantías? ¿Surge en los pueblos que nunca tuvieron una Constitución Política? ¿O en aquellos que la tuvieron, para luego verla violentada? ¿Surge en las Democracias? ¿En las Tiranías? ¿En los Gobiernos Totalitarios? ¿En las Anarquías? ¿O tal vez en todos a la vez? ¿Pueden los pueblos sufrir la desigualdad si no se percatan de ella?

Contrario a lo que se suele pensar, la desigualdad no se da con la sola ruptura del sistema, o con el solo abuso contra los pueblos. Es decir, la desigualdad no se da sólo porque en teoría las leyes o principios de justicia y equidad sean rotas o no se lleven a cabo. La verdadera desigualdad surge sólo ante la confrontación con el deseo de igualdad. Y esto sucede en todas las formas de gobierno posibles, desde la Monarquía y la Tiranía, hasta nuestra bien intencionada Democracia.
¿Qué significa esto? Que un pueblo que no sabe que vive bajo el yugo de la desigualdad, en realidad nunca desea la igualdad verdadera. La desigualdad surge cuando aquel que se encuentra en condiciones de inferioridad se da cuenta de ello, o se percata de que siempre han existido posiciones de superioridad con respecto a él. Es la conciencia, el conocimiento del problema, lo que lo vuelve evidente ante los ojos de quien lo padece. Quien no se siente desigual nunca pelea por la igualdad, sin importar las carencias sociales, jurídicas o económicas a que se vea sometido. Al aceptarlas, entrega su voluntad; con ello su derecho de igualdad, y finalmente, su libertad.
Aquí es donde juegan un papel fundamental los medios masivos de comunicación que permanecen al servicio de los Estados que mantienen la desigualdad o sus intereses, ya que su verdadero papel es mantener al pueblo distraído y callado, demasiado absorto como para percatarse del estado de control en el que es mantenido. Las carencias económicas, el uso de la fuerza pública, los horarios de trabajo excesivos, la presentación del dinero como fin último de la vida del hombre, la falta de acceso a educación escolarizada, los libros de texto con información manipulada -y con una pobreza en cuanto a la enseñanza cívica que resulta casi imposible de creer-, la separación y desintegración de los grupos de influencia dentro de diversos sectores de la sociedad, y la desaparición de importantes materias en los planes de estudio hacen el resto del trabajo: no permitir que el hombre sea conciente de su historia y de los abusos de que es objeto para mantenerlo dentro del rebaño, para que nunca desee la igualdad.

Y por si fuera poco, el sólo entender el estado de explotación en que se vive o se ha vivido no es suficiente para crear una Revolución o lucha por la igualdad. La reacción que se tenga ante la desigualdad dependerá de los principios morales y culturales de cada individuo, y podrá variar desde la aceptación sumisa, la mera crítica social, hasta la caída en la anarquía o la lucha verdadera, la Revolución Posible, el enfrentamiento directo a la inferioridad social y a sus promotores o impositores, echando mano de todos los instrumentos culturales e imaginando estrategias reales –marchas, protestas, huelgas, paros o incluso el poder de las armas— que se puedan llevar a cabo para anular o reducir la diferencia. Así surgen las Revoluciones Posibles. Así es como los grupos humanos logran reestablecer su dignidad. Los pueblos no deberían temer a sus gobiernos; son los gobiernos quienes deberían temer a las luchas potenciales contenidas en el interior de todos los pueblos, que están ahí, listos para despertar cuando llegan tiempos en los que la opresión, la inseguridad social y la impotencia -corrupción, incapacidad- de las instituciones originalmente creadas para protegerlos resultan ya intolerables.
Tiempos como los que, tristemente, vivimos actualmente tanto en México como en un gran número de países del mundo.

sábado, 6 de septiembre de 2008

REFLEXIONES PERSONALES: BERTOLT BRECHT Y LA VIDA

Bertolt Brecht solía decir que, si las personas quieren ver sólo las cosas que pueden entender, entonces no tendrían que ir al teatro: tendrían que ir al baño. A mí no me queda más que diferir un poco en lo siguiente: el teatro es el mundo, y sus actores somos nosotros; vivimos inmersos en una obra eterna, larga y sin sentido que nos sobrepasa todos y cada uno de los días. Ante dicha obra no tiene ningún sentido cerrar los ojos, o alegar demencia. Es una puesta teatral de la que no podemos escapar, la entendamos o no. El hecho mismo de ir al baño no es más que una escena que comienza a perfeccionarse desde el acto primero de nuestras vidas, y la mayoría de las veces tampoco entendemos muy bien por qué lo hacemos. El instinto llama y punto. Pero la vida no siempre tiene que entenderse para ser vivida. De hecho, no es un requisito sine qua non, sino uno más de los accidentes propios del actuar evolucionado de la mente humana, tratando de explicarse a sí misma los porqués de su devenir, la cercanía de sus muertes. Buscamos resultados racionales en el mundo porque, en el fondo, aún deseamos encontrar el secreto de la inmortalidad en alguno de los rincones del Cosmos que tal vez permanezcan inexplorados, plenos de revelaciones arcanas y símbolos místicos que, de golpe y de plumazo, nos lo expliquen todo. Nos dejen entenderlo todo. Nuevamente: nadie en realidad entiende la obra teatral de la vida, porque ninguno de nosotros fue invitado a participar en ella con previa lectura del guión. Hasta ir al baño es un evento sorpresivo, inesperado en la gran mayoría de las ocasiones. La charla con los amigos está en su apogeo, la discusión con la pareja poco a poco alcanza el clímax, en la reunión de trabajo se discute el tema toral del día y... simplemente todo tiene que frenarse para que la vida gire, tome en forma súbita un rumbo ajeno a los deseos de todos. y nos ponga en nuevos escenarios dentro de los cuales llega otra vez el momento de improvisar. Monólogo tras monólogo, citas sacadas de la manga del chaleco para llegar con vida al final del acto segundo, y poder sentir un poco de paz antes de la caída del telón. Sólo en algo tenía Brecht toda la razón -nunca lo menciona, aunque se adivina implícito en su declaración citada al inicio de este escrito-: la obra teatral es incomprensible. Y para que permaneza pura, deliciosa, atrayente, subyugante y enigmática, debe mantenerse así. Si desde el principio se revelaran todos los secretos y traumas de cada uno de los actores, si se conocieran de antemano todos los finales, todas las claves y criptogramas que le brindan estructura -sostén, esqueleto y forma- a las puestas en escena, entonces todos abandonaríamos la sala apenas cinco minutos después de haber llegado. En esta enorme obra teatral que conocemos como vida, es bueno -pienso yo- no conocer con anticipación todos los peligros que se ocultan detrás de las colinas del horizonte, así como las formas de vencerlos y salir avante en la cruda batalla por la cotidiana comprensión. Quien cree tener todas las explicaciones en la mano comienza a interpretar la vida bajo una visión maniquea y limitante: todo es blanco o negro. La certeza, al igual que la intolerancia, se pinta con colores absolutos. Y uno no puede estar demasiado tiempo de pié, observando la obra de un artista que siempre pinta sobre el mismo tema, y que llena por completo el lienzo con un único y aburrido color. En el teatro, estoy seguro de que nadie soportaría estar tres horas observando a un grupo de actores que permanecen inmóviles, en su mismo sitio, minuto tras minuto, hasta el calambre o la catatonia. Es el dinamismo del teatro lo que nos mantiene atentos a cada una de las palabras convertidas en visibles realidades: el movimiento inesperado, los giros en la trama, la traición oculta, la felicidad esperada aunque todavía no obtenida, la muerte del héroe y de la doncella, el nacimiento de los tiempos que vendrán... El blanco y el negro son los parámetros, los valores que permiten polarizar los sucesos y pensamientos propios de la naturaleza humana, pero siempre será dentro de la enorme escala de grises intermedios donde se sucederá la mayor parte de nuestras vidas. Una sinfonía que todo el tiempo permanezca en Altísimo acabará por aturdirnos; otra que todo el tiempo se ejecute en Morendo acabará por dormirnos. Pero no nos pongamos musicales. Acaba de iniciar el tercer acto de una semana que termina plena de sucesos tristes y aparentemente inexplicables, que en el fondo son responsabilidad de la libertad aparente, de la elección, de la voluntad inherente a todos los reencuentros. Después de tirada la baraja, sólo nos queda esperar la siguiente jugada de las personas que están frente a nosotros. Y es en esa espera donde descubrimos lo que significa ser "Humano"; ser uno más de esos envases materiales de carne y sangre dentro de los que se vierten los elementos que constituyen lo que, al paso de los siglos, hemos definido como "Humanidad". Más que el momento, y más que el recuerdo, es el momento de la expectativa el que nos hace sentir, el que nos marca la piel, el que nos deja grabada la memoria. Antes de la caída del telón que anuncie el final del acto tercero de cada uno de nosotros, sólo nos queda esperar. Y seguir jugando un poco con la capacidad de desición. Hay dos reglas importante para participar en esta obra de teatro que Bertolt Brecht nos regala: la primera, es que esta obra no está acabada, no ha sido escrita por completo todavía, sino que cada uno de nosotros sigue escribiendo las estrofas y capítulos -¿o cantos?- que le corresponden con el paso de los días. Y eso es una responsabilidad sobrecogedora cuando la hacemos conciente. La segunda, es que no debemos olvidar el principio fundamental sobre la capacidad humana de tomar desiciones: lo importante no es tener el poder de tomar una desición, sino que, una vez tomada ésta y conocidas sus consecuencias, ser capaces de decir si seríamos capaces de tomarla nuevamente o no. Si a pesar de conocer el precio a pagar, sabemos que volveríamos a recorrer el mismo camino, a tomar las mismas desiciones sin arrepentimientos, sin culpas y sin cargos de conciencia, entonces esa fue una desición que, sin importar si buena o mala -que son nuevos calificativos excesivamente extremistas y sin valor intrínseco real- dejó marcada para siempre nuestras vidas. Si las personas quieren ver sólo las cosas que pueden entender, entonces no sólo no tendrían que ir al teatro, sino que no deberían de ser personas. La incertidumbre y el error, los temores a todos los cuartos negros de lo desconocido dentro y fuera de nosotros, son característicos de la experiencia de los individuos racionales que viven dentro de un universo cuyas reglas apenas llegan a conocer. Son propios de ésta obra teatral que, en conjunto, escribimos con cada respiración. Tener que ir al baño, estimado Brecht, no nos ilumina en nada. Es meramente circunstancial.

domingo, 17 de agosto de 2008

POR UN REPLANTEAMIENTO REAL Y ACTUAL DE LA SOBERANÍA DE LAS NACIONES

Tras pensarlo por varios días, decidí que la columna de esta semana estuviera encaminada hacia la comprensión de los principios del derecho natural sobre los cuales se fundamenta la Soberanía de las naciones, con el consecuente respeto y apoyo para los países más débiles por parte de los más poderosos, para posteriormente enfocarla al estado actual de ese concepto tan esquivo de "Soberanía", y su reflejo en la política internacional de nuestros tiempos.
Presento un ejemplo inicial: si echamos mano de la historia, encontraremos casos como el apoyo Persa hacia los recién liberados judíos cuando estos últimos eran oprimidos y explotados por los samaritanos –hecho que se expone ampliamente en el libro bíblico de Esdras—. Eventos como ese buscan establecer el enfoque ideal, y, ¿por qué no? incluso utópico de lo que deben ser las relaciones entre las diversas naciones, incluyendo los aspectos militar, de comercio, de respeto, de intercambio, de apoyo económico y político, y de alianza para obtener bienes comunes, siempre manteniendo como centro las necesidades de los individuos que las componen.

Pero ha llegado el momento de replantearnos el problema de la Soberanía de las Naciones como lo vemos en la realidad de los albores de este siglo XXI. En este momento histórico, a diferencia de lo que sucedía en la antigüedad, las armas no son la única manera de “invadir” los fueros de las naciones independientes, aunque no por ello han perdido su peso intrínseco -al contrario-.
Nos enfrentamos a problemas que van más allá del mero enfoque filosófico o de la ciencia política. Problemas tangibles que no logran resolverse con axiología y buenas intenciones, y que requieren de un abordaje más completo, así como de una visión mas amplia, para llegar a desentrañar sus etiologías.

Estamos inmersos dentro de la matriz de un mundo organizacional globalizado, donde los beneficios hasta el momento obtenidos del rápido intercambio de información y el acelerado crecimiento económico de diversos sectores y naciones primer mundistas no han logrado justificar las reacciones contraproducentes que se originan. Permítanme citar algunos ejemplos en forma de cifras objetivas: De las 100 economías más fuertes del mundo, 51 de ellas son EMPRESAS y sólo 49 son PAÍSES. Y si eso no es suficiente, podemos decir también que los ingresos por ventas anuales de CADA UNA de las Cinco empresas más grandes del mundo –e insisto, de cada una de ellas, no en conjunto— son superiores al PNB ACUMULADO de 182 países tercermundistas. Esto nos muestra que, por ahora, la globalización más allá de las comunicaciones aceleradas y el acortamiento de distancias que vemos a pequeña escala, a gran escala sólo ha traído beneficios palpables para las mayores potencias económicas, tanto en forma de naciones como de empresas multinacionales, que cada vez se infiltran más en el mundo, consiguiendo maneras de evadir las diversas legislaciones internacionales para lograr aliarse entre sí, formando grupos de poder económico superior a numerosas naciones.

Incluso los defensores de la globalización aceptan que, con la “apertura” de fronteras que se viene dando los últimos años, zonas como África y América del Sur se han visto mucho más perjudicadas que beneficiadas, aunque se defienden alegando que esto es debido a “su ausencia o casi nula cantidad de reformas económicas estructurales, que son mal instrumentadas y lentas en su andar”. Y yo pregunto: ¿es que acaso estos continentes deberían tener la OBLIGACIÓN de realizar reformas en sus economías, aún sin contar con la infraestructura adecuada para hacerlo, sólo porque así lo han decidido las naciones más poderosas? ¿es que acaso debemos tomar la opción del rápido suicidio económico para dejar de sufrir el lento asesinato de los bloqueos empresariales y las barreras para el comercio agrícola, seguida de la pérdida de subsidios? ¿es que, en verdad, no es esta una forma más avanzada y “civilizada” de invadir la soberanía de los pueblos? Pensemos...

Pero aún quedan esferas en el saco. Miremos esta vez hacia la invasión en su forma más tradicional y dolorosa: la armada, sustentada por una directa agresión política encubierta. ¿Casos? El más evidente de todos: Irak. Un dictador ambicioso y fanático, que provocó sufrimiento y pesar a su pueblo durante años –situación que sólo nos muestra la ineficacia de las formas actuales de regulación internacional y de defensa de los derechos humanos—. Un país poderoso con una naturaleza imperialista intrínseca, los Estados Unidos, decide tomar la “justicia” en sus manos e intervenir directamente para reestablecer la soberanía Iraquí -¿?-. El mundo entero debatió, luchó, se dividió en bandos... siendo realistas, eso nunca tuvo peso intrínseco alguno. Nadie se interpondría en el camino de las tropas norteamericanas, y los países que se atrevieron siquiera a considerarlo se encontraron seriamente afectados por nuevos bloqueos y exigencias de pago que los forzaban a cambiar de opinión. Y así, el mundo en que vivimos ya no nos parece tan distinto de aquel del pueblo Persa hace más de 2000 años. La ley del más fuerte continúa su aplicación. Se prometió a Irak una democracia... pero la megalómana ideología norteamericana olvidó un pequeño, pero fundamental detalle: la democracia, como la soberanía, RESIDE EN EL PUEBLO, y ellos habían dejado a ese pueblo sin la preparación o la capacidad de tomar decisión alguna. Ahora reina la anarquía. No es un lugar mejor. Sólo cambiaron la opresión por la incertidumbre y el terrorismo. ¿Más ejemplos? Las relaciones Israel/Palestina, Estados Unidos/Irán, China/Tíbet, la muy reciente invasión -apenas en días pasados- de Rusia a territorios recién formados por la división de la URSS, Colombia/Ecuador, y por supuesto Estados Unidos/México... la lista se antoja interminable (como mera curiosidad, ¿nos damos cuenta de que en tres de los seis casos mencionados aparecen los Estados Unidos...?)

Y ante esta falta de regulación a nivel global, es obvio que los pueblos en algún momento desean un once de Septiembre para todas las naciones con ánimo intervensionista. Y secretamente, una gran parte del mundo siente un pequeño placer culpable, y esboza una sonrisa disimulada para “aceptar sin conceder y conceder sin aceptar”. No es que estemos de acuerdo, pero...
...pero debemos dejar de lado nuestra visión puramente personal. Si en este siglo debemos seguir viendo como normal la actitud que dice que se debe pagar agresión con agresión, invasión con invasión, significa que la humanidad no ha evolucionado, y que décadas enteras de estudios humanísticos y tratados internacionales no han llegado a superar el poder de la ley del Talión. Porque sí, incluso países como Estados Unidos cuentan con una soberanía, y de un modo u otro las personas que los componen no tienen por qué sufrir la violencia ganada por sus gobernantes. Estaríamos dejando de ver al individuo. Y entonces el derecho natural perdería su aplicación.

Hace cinco o seis años se habló de la formación de un Tribunal para el Mundo, de una Corte Penal Internacional (CPI) unificada, que tuviera la capacidad de enjuiciar a los individuos o a las naciones inculpadas por los delitos de crimen de guerra, crímenes contra la humanidad, genocidio... Salieron a relucir las primeras bases del derecho mundial dadas en las cortes de Nuremberg y Tokio, originalmente fundadas para juzgar a los criminales alemanes y japoneses de la Segunda Guerra Mundial, y se habló de humanismo, de derechos del hombre, de hermandad entre los pueblos, de respeto a la vida. Incluso a mediados de 2004, en el mes de junio, se decía que esta Corte presentaría sus primeras sentencias.
Pero nuevamente Estados Unidos no permitió la adecuada creación de dicha Corte, alegando que jamás aprobaría que tribunal internacional alguno juzgara los actos de sus gobernantes y de sus tropas. Nuevamente, la nación con mayor poder económico del mundo había hablado. No se sometería a las decisiones de la Corte Penal Internacional. Y si una CPI no es capaz de regular las acciones de los Estados Unidos, entonces, ¿qué tanto peso real tendría? ¿quién la respetaría? ¿De qué serviría que 50 naciones decidieran que un hecho es ilegal, por representar atentados a la humanidad, si quien lo realiza no está dispuesto a acatar esta veredicto? De nuevo, mera utopía.

Y finalmente, tenemos la forma más sutil y peligrosa de pérdida de la soberanía: la que viene con la pérdida de la identidad nacional. La globalización y el mercantilismo actuales han convertido a los países en sociedades de consumo CONTROLADO, donde se compra y se distribuye sólo aquello que es autorizado por la compañías transnacionales, mediante cuantiosos sobornos a los gobiernos y pesadas remuneraciones a los medios de comunicación. Los jóvenes de todo el mundo muestran un interés cada vez menor hacia la historia y formas culturales de sus naciones, para convertirse en un grupo intencionalmente homogeneizado que viste y habla de la misma forma, y que consume los mismos bienes, escucha la misma música y comparte la misma sensación de vacío patriótico. Pérdida de la Identidad Nacional. Y debemos aceptar que en México, lentamente, sucede el mismo fenómeno, al igual que en todo el mundo.
Por si fuera poco, investigadores como Gabriela Warkentin afirman que esta irrefrenable agresión hacia las masas, utilizando los medios como arma, ha provocado una importante pérdida en la dimensión del lenguaje. Es decir, el mundo tiene cada vez más que decir de cosas menos importantes, y con un lenguaje alterado, cortado, destruido por los anglicismos, las abreviaturas, los monosílabos, los amarillismos. Warkentin nos alerta sobre un marcado empobrecimiento del espíritu comunicativo, que de no ser frenado nos llevará, a la larga, a una expresión unidimensional y vacía de nuestra realidad. ¿Y esta pérdida de identidad, de valores, de historia y tradiciones, no deben considerarse una forma silenciosa de invasión a la soberanía e independencia de los pueblos?

Soluciones. Para variar, es lo que el mundo necesita. Pero parece casi imposible llegar a encontrarlas a corto o mediano plazo. Se barajan en todo el mundo tres palabras como ingredientes del antídoto: SOLIDARIDAD, HUMANIDADES, DERECHO. Las dos primeras han sido ampliamente intentadas, y no han logrado superar las barreras de la mera especulación carente de operatividad palpable. La tercera, aunque queda como la mejor solución posible, tiene aún muchas pruebas a vencer. Ya vimos el ejemplo de la Corte Penal Internacional. Y es que, como dice una voz inglesa: “El Derecho debe trascender el poder de los poderosos y transformar la situación del débil. De otro modo, sería una farsa llamarle Derecho.” Pero todo sigue quedando, hasta el momento, en el mero enfoque teórico.
Disto mucho de ser un experto en los preceptos del Derecho Internacional. Mi meta era únicamente mostrar que la soberanía y la verdadera libertad de las naciones, en la actualidad, son conceptos más complejos de lo que se percibe a simple vista. Aún quedan muchos planos inacabados sobre el restirador, pero por lo menos espero haber logrado dejar reestablecida una pregunta que casi todos habíamos dado por sentada.

lunes, 4 de agosto de 2008

AUTOBIOGRAFÍA DE UN LOCO QUE CONOCIÓ LA SOLEDAD (I-IV)

I
Tuve la fortuna de nacer el día de la revelación del doble infinito, en uno de esos meses que se pierden entre la mitad del primer año y la vida que está por terminar.

Cuando llegó el momento de abrir los ojos, yo sólo podía pensar en cerrarlos de nuevo para comenzar a conocerme en soledad, en esa decadente soledad que, de ahí en adelante, me arroparía y alimentaría, me arrullaría y me contaría historias para ayudarme a dormir... me olvidaría.
El mundo del sueño era mi mundo, ella siempre lo supo. El de afuera se me presentaba demasiado organizado.

Así que todo lo que deseaba era dormir. Después de dormir, podía sentir que el mundo cambiaba un poco, se convertía en un juego de reflejos mal acomodados, se opacaba. La molesta luz de la vergüenza humana dejaba de lastimar mis ojos, y de incomodar mi soledad. En realidad, ahora que lo pienso, había poco que yo pudiera decir acerca de esos instantes de suave y profundo descanso, de esos pequeños momentos en que la vida se apagaba, y soplándome tibieza sobre el rostro y la memoria, me abandonaba casi sin sentirlo... hasta que lograba fusionar mis miedos en un punto ausente. En un punto del cual no quería salir. Punto con pobreza de extensión, pequeño e indefenso, que me aceptaba y resguardaba, que me conocía y entendía mi necesidad de descanso... y de seguridad.

Y desde el primer segundo del primer minuto de la primera hora del primer día de mi recién iniciada muerte, la soledad permaneció a mi lado. Y es que mi soledad fue la única que, desde el principio, pudo –o cuando menos intentó— mirar a través de mí. No perdía el tiempo en lisonjas o balbuceos, en bromas torpes sobre el imaginario colectivo acerca del futuro o en juegos ilusorios siempre insultantes para la inteligencia. No. Ella me atravesaba, se asomaba a todo cuanto había dejado a mis espaldas como si mi cuerpo fuese niebla, criptográfica ventana de la cual sólo ella conocía la clave. Podía invadirme, palparme, acariciar los secretos resguardados en cada una de mis vísceras; miraba y analizaba con detenimiento mi pasado aún por escribirse, los remordimientos que poco a poco seguirían mancillando mi conciencia... me convertí en el vitral deslavado a través del cuál ella estudiaba el alma humana, y yo agradecía su paz.

Porque, después de todo, conmigo siempre fue indulgente y comprensiva. Nunca supe de juicios infundados, nunca de mañanas o rencores. De su silencio sólo obtuve una sonrisa. Y yo la necesitaba, me perdía entre sus cabellos... yo amaba a mi soledad.
II


Estoy seguro de que me será difícil olvidar el camino recorrido, los escalones que he debido subir uno a uno hasta llegar a ser lo que no soy, lo que espero soñar con ser algún ayer, lo que dejo de ser en cuanto recobro la conciencia para percatarme de la sensación impalpable, de la luz mutable, del principio inexistente que sostiene el espejismo en el que vivo.

Aquellos fueron días terribles, de hambre reprimida, de valor inexistente, de engaños y limosnas justificados con zapatos de suelas perforadas... todo siempre mejor que pasar una noche más en pleno ayuno.
Pero todo acaba por pasar, todo se disfraza de negación y eufemismo.

Y comenzamos a reescribir la realidad, esa idea de realidad que forzamos a convertirse en realidad “palpable” pero insípida y sin aroma. Un nuevo lugar seguro, un estado de paz, un escondite tibio que nos mantiene a salvo de nuestros recuerdos, que nos abraza y nos contiene entre manos firmes pero sin vida, manos que hemos esculpido con caricias retenidas y deseos de ya no despertar...

...de ya no dormir...
...de ya no estar...
...de ya no ser...
...y de dejar de llorar.

No es más que la misma cuerda, sólo que con distinta tensión. No es un material diferente, sino una vibración variable. No es un calibre mayor o menor, sólo baila con oscilaciones cambiantes para deleitar el corazón con acordes aparentemente nuevos... pero no es más que la misma cuerda. Así era el universo Pitagórico, así es el universo astrofísico-cuántico. Así vivimos la disolución del tiempo en el espacio cuando se vuelve inexistente, cuando la cuerda regresa a su tensión original, cuando nos alcanza un pasado que en realidad nunca partió.

Cuando la luz se vuelve lenta, cuando la materia se pierde en la nada, cuando el futuro nunca llega realmente a existir, cuando la música de las esferas nos arrulla en la dulce muerte transitoria de morfeo para que la locura acaricie nuestra memoria, para olvidar...

...para olvidar. Hasta que llega el momento de enfrentar la verdad: el pasado no existe, el presente es escurridizo y transitorio, y el futuro nunca llegará. La cuerda volverá a su estado original, y su elasticidad golpeará nuestro rostro, recordándonos el ferroso sabor de la sangre...

...de esa sangre que es irrealidad. Irrealidad que ha dejado de parecernos tan lejana.
III


He pasado tanto tiempo en esta habitación que, muy a mi pesar, el equilibrio me parece despreciable.

Cuatro paredes blancas, alfombra gris de uso pesado, un colchón viejo... todo se vuelca sobre mí, me ahoga, me crucifica. Pero tengo tanto miedo de salir...

Los últimos amaneceres no han sido fáciles, ni los despertares deseables; casi no duermo, y en una crisis de agitación arranqué el cable telefónico de toda la casa. Aún así, el sólo recuerdo del molesto timbre retumbando en mis sienes me vuelve loco y me provoca ganas de gritar, y vomitar.

Llevo ya dos semanas encerrado, de las cuáles los últimos tres días han sido los más difíciles. No he parado de temblar, y los escalofríos me azotan sin piedad. Tal vez sea el hambre, tal vez la fiebre, tal vez la soledad.

La soledad. Franca y palpable manifestación de la verdadera estabilidad, de la Causa Primera, del Principio del Todo. Antes de que el mundo fuera mundo, de que el hombre fuera estorbo, y de que alguna energía mediocre decidiera en forma ególatra y autocrática condecorarse con el pomposo título de Dios, la nada debió estar inundada en soledad. Y no puede haber sido de otro modo. Únicamente bajo el influjo seductor de la soledad el verdadero ser se manifiesta, se libera, se expande vanidoso y afirmado en su realidad, muestra sus virtudes y defectos ante nadie. Se autoafirma como conciencia, se diviniza, se empapa del yo soy. Busca su equilibrio mediante la actividad y la incertidumbre para feudalizar su territorio bajo el estandarte aplastante de la pasión y la energía, del deseo y del sueño, de la ambición, del pecado, de la rebelión... de la humanización.
Y agotado, anhedónico, alcanza su estabilidad. Estabilidad siempre indeseada pero inevitable.

Porque cuando está con otros, con sonidos, con murmullos, con sombras, con manos, con afectos, con luces y destellos, con castigos, con el sol y con la noche, conmigo y con las paredes blancas, con pensamientos y con frío, y nuevamente con los otros, siempre con los otros que tratan de ser a expensas de mi rebuscada desesperación y melancolía... el ser no puede respirar.
El ser, ese chiquillo travieso capaz de convertirse en Creador de planetas y universos, de amores y de historias, de futuros y de paz, cierra los ojos y abraza sus piernas en doliente posición fetal para no encarar el dolor, para no aceptar el castigo, para negar la culpa una y otra vez. Una y otra vez. Tal como lo hago yo, tirado en los rincones de mi alba sepultura, olvidando...

...y quedándome únicamente con la realidad que cada quien desea tener.
Y permaneciendo en el recuerdo de cada sombra que nos ha olvidado ya.
Y dejando el llanto marcado en las paredes de la silenciosa agonía que aún sin voz nos pertenece.
Y volando, volando hacia la irrealidad, al mundo ajeno, al escondite mohoso, al sótano pleno del ayer.
Y tomando sus manos para besarlas nuevamente; manos llenas de polvo y carne fría.
Y descubriendo nuevos universos, cosmos impropios, cumpliendo las promesas arrojadas con amor al cielo para que luego caigan sobre la cara, como quien maldice mirando arriba para insultar a ese Dios...
...para luego salir huyendo...
...para luego correr llorando...
...para luego sufrir el arrepentimiento eterno de la triple negación...
...para luego tomar el ego más amado y colgarlo por el cuello, en el centro del desierto del olvido...
...dejando caer las treinta monedas del adiós nunca dicho...
...para luego convulsionar nuevamente al tercer día, siendo elevado a la nueva vida, vida de dolor, vida de sangre, vida de soledad imprevista...
...vida que se da después de verte morir.

No puedo dejar de llorar. Salgo del rincón descalzo y me arropo con las hojas secas del atardecer. La ventana sigue abierta, y se ha desatado un viento helado que irrumpe en mi cuarto, que me ahoga y me congela, que me convierte en regresión.
Las cortinas bailan sin control, y aunque todo sigue revuelto, el olor a delirio por fin desapareció.

Así que mejor cierro la ventana.
Ya no tiene caso intentarlo.
No puedo dejar de llorar.
IV

Ahora apenas tengo fuerzas para abrir los ojos...

Soy viejo, y el duro golpe de la soledad me dejó tirado boca abajo en la arena, y la verdad nunca me enteré del momento en que me besó en la frente para luego abandonarme...

Si, también mi soledad me abandonó.

Solíamos caminar uno al lado del otro, buscando respuestas, viviendo tempestades, haciendo el amor una y otra vez bajo las lágrimas del cielo, sobre los pasos de los viajeros, bajo los dinteles del pasado...

Pero ésta fue la última noche que pasé abrazando a mi soledad. Nuestro amor fue como el destello que provoca el choque entre los sueños, como el vuelo de la delicada mariposa que acaba siendo devorada por las aves cuando apenas si ha tocado el viento, como la revelación del rostro de Dios en el camino del agotado ateo que sólo pide a la rosa del camino el hechizo de su existir.

Me gustaba acariciarla, siempre me hizo feliz tenerla entre mis manos. Sentirme en soledad era todo cuanto tenía, todo cuanto quería, todo cuanto podía vivir. Pero era tan húmeda, tan tibia, tan mía... me besaba los ojos y me hacía abrazar por la niebla, me ocultaba en sus entrañas y me susurraba historias prohibidas al oído, historias sobre verdades y mentiras, sobre mujeres y calores, sobre rostros que llevan escrito en la frente su destino amargo.

Y me contaba sobre promesas de su partida para verme sonreír, incrédulo. Y ella también sonreía. “No puedes irte, la soledad sólo pertenece a las letras de mi cuerpo”... Y ella sólo sonreía.

Pero ayer, en cuanto llegó la noche, me tomó de la mano para adentrarme en el desierto de mi alma desdichada, obstinada, árida y erosionada. “Ven y ve –me dijo—, y conocerás el suspiro de los tiempos, la mirada que acusa, el temblar de las estrellas en lo profundo de tu corazón. Escucha las trompetas, mira el fuego caer para dar de beber a tus pupilas. Sigue con la vista tu sendero, forjado con manos tersas sobre amantes tímidas que han brindado su incondicional eternidad para otorgarte salvación y deseo. Ven. Mírate en el reflejo de la transparente sangre de la tierra y descúbrete sin sol, apréciate sin muros, vívete sin recalcitrantes minutos que te trascienden y te hacen perder la razón...
...Toma la rosa del desierto entre tus manos y siéntete gozoso, porque es tan inmortal como eres tú.”

Yo no prestaba demasiada atención. Sólo seguía embebido en ella, la respiraba para sentirla llenar mis oquedades, la transpiraba para bañarme en su dolor, para impregnarme de su aroma, para vivirla y conocerla, para morir su muerte, para vivir su espacio, para sentir su aliento recorrer mi cuerpo transfigurado y oprimido...
...Para ser. Para ser uno. Para ser uno con ella... para perder la razón en su regazo.

Y desperté con la piel sobre la arena, ausente de sus negros labios de carbón apaciguado, lejano al amanecer nublado de sus ojos. Había sido abandonado por mi soledad... me quedé pobre de vacíos.

Tengo miedo de salir a buscarla. Tal vez la encuentre dormitando en el pasado inalcanzable, o peor aún, puede estar acompañando a otro viajero, amándolo y devorándolo, mientras le narra historias sobre lo que fue cuando era mía, cuando era mi soledad, que ahora es inexistente e indolora.

El cielo cae pesado sobre la espalda y deja marcas en los sueños delirantes de quienes se embriagan de sinrazón; pero ya no hay miedo...
...ya no hay miedo...
...ya no hay miedo...
...y tampoco soledad.

Solo estoy aquí, reconociéndome nuevamente en la imagen de la laguna Estigia y agradeciendo que soy dueño de un informe y desconocido “yo”; de un azul, pequeño y empolvado “yo” que se refleja en el deseo de expansiones nuevas y amores trascendentes, que quiere ser realidad y melodía, que duerme acurrucado entre las hojas del tierno árbol del jamás.

Así que lo tomo muy despacio para no despertarlo, y luego de guardarlo entre mis ropas inicio nuevamente el caminar.
Creo que todavía me queda mucho por vivir...
...o por lo menos eso me gusta creer.
(Enero 2002 - Diciembre 2004)

sábado, 26 de julio de 2008

UN AÑO MÁS...

...O quizás debería decir: "finalmente, el primer año", pero creo que no sería un título suficientemente llamativo.
Justo el día de hoy este espacio, esta recién comenzada historia, este pequeño cuento compartido, cumple un año viajando a través de los dispersos -aunque nunca del todo desorganizados- caminos de la red, y ha sido mi decisión que esta entrada, este "post" en particular -por usar el "neologismo informático correcto"- no sea dedicado a ningún tema específico, sino sólo a compartir con todos el significado que ha tenido para mí cada uno de los escalones que componen esta experiencia personal que en todo momento ha intentado volverse colectiva.
Inicialmente creada con el fin de continuar una cierta tarea de autoexorcismo, de expulsión forzada o parto prematuro de las ideas recidivantes -y recalcitrantes- dentro de una mente inquieta, necia y divagante que había comenzado dentro de la columna periodística homónima que fuera publicada durante todo el 2006 dentro del periódico UnoMásUno edición Hidalgo, en México, esta "Tertulia de los Filósofos" se ha convertido gradualmente en lo que desde su título se había venido buscando: en la integración de un principio grupal, en un intercambio activo de ideas, sentimientos, principios, creencias, acuerdos y desacuerdos, músicas y compases, versos y prosas, principios políticos y sensibilidades poéticas, en peticiones y discusiones; en fin, en la materialización de un principio que intenta, con todas las limitantes pertinentes y medios disponibles, rescatar la definición de FILOSOFÍA que desde los tiempos antiguos se ha buscado inmortalizar: aquel principio primordial, invisible y subyacente al todo, que sin sentirlo ni notarlo, abarca y mantiene unidas entre sí materias aparentemente disímiles, como la política, la poesía, la astrofísica, la pintura, la ética, el cuento, la música, las lenguas, las matemáticas, la mecánica cuántica, el esoterismo, la religión, la historia...
El momento alcanzado es notablemente distinto. Lo que en un principio sólo era el publicar -en cuanto al "volver públicas"- las ideas de una sola persona, ahora es un integrar y colocar las creencias y pensamientos de muchas personas distintas en un sólo texto, en un mismo espacio, colocándolas unas junto a otras como las piezas de un rompecabezas, para que finalmente podamos ver un panorama más plural y terminado, con enfoques más generales y menos personales que permiten, a su vez, el surgimiento de nuevas inquietudes, de nuevas ocurrencias que buscarán su camino hasta nuevos debates, hasta nuevas letras y palabras, hasta nuevos consensos que nunca quedarán completos. Porque de eso se trata la filosofía: de nunca estar terminado, de nunca dar nada por finito. Cada nuevo fin es un inicio. Cada nuevo dogma es una inconformidad. Cada respuesta lleva implícita una nueva pregunta. En eso consiste el regalo -evolutivo o divino- de la razón humana.
Ahora en esta página hay espacios para poetas y escritores contemporáneos, tanto mexicanos como de países vecinos, en actividad y plena vigencia, jóvenes y maduros, mujeres y hombres que disfrutan de ver su obra publicada, y que participan muy activamente con ideas y sugerencias para conmigo, formando nuevos lazos y estableciendo nuevas -y espero que sumamente duraderas- amistades. De igual modo, las charlas con los grandes hermanos, con los viejos amigos, con las personas queridas de toda la vida que pertenecen a todas las profesiones y que profesan y personifican todas las diversas creencias e ideologías, son las que permanentemente enriquecen y fortifican estos escritos, estas participaciones, y, sobre todo, el corazón y los pensamientos de un servidor. Nunca podré mostrarme suficientemente agradecido.
Aún queda mucho que decir. Las peticiones sobre temas a ser abordados en futuras semanas caen como lluvia de meteoros por todos los frentes, y muchos otros se han venido quedando en el tintero -que nunca olvidados- en espera del instante adecuado para surgir en próximos escritos. Principios de la política partidista; abordajes más profundos sobre los grandes pensadores de la filosofía política; ahondar en el tema del tiempo como un todo multiabarcante y eterno dentro del cual nos desenvolvemos como pequeñas chispas de luz que se pierden en el mar; la inconformidad que provoca la negativa de los miembros de la Cámara de Diputados a colocar con letras de oro el nombre de José Vasconcelos en las paredes del recinto legislativo; las muy marcadas -y generalmente desconocidas- diferencias entre justicia y legalidad; el estudio de la vida y obra de muy numerosos pintores, escritores, músicos y escultores; la distinción entre ciencia y tecnología; la continuación de las discusiones sobre el derecho Constitucional y la necesidad -real o irreal- de reformar la Carta Magna Mexicana; los dolores de la ciencia ante los actos humanos provocados por la fe irracional y la ignorancia; la reforma energética; los cuentos y breves escritos personales... y otros tantos, tantos más que, me convenzo, serán más que suficientes para que los próximos doce meses, las próximas 48 semanas, se vayan volando.
No me queda por ahora más que nuevamente agradecer a quienes han buscado el tiempo para dar seguimiento a esta página durante los últimos meses, no sin antes continuar invitándolos para hacerme llegar sus ideas y comentarios en el momento y sobre los temas que así lo deseen, ya que de ellos -y de una que otra pérdida transitoria de la cordura- se nutre este espacio.
Hasta la próxima semana.


En esta inmensidad - Alejandro Filio

sábado, 19 de julio de 2008

AHORA LO SÉ

Luego de una profunda sensación de desazón y desesperanza, las formas comienzan a tener sentido finalmente. Hoy encaro la hoja en blanco una vez más, sólo que esta vez sin aquel miedo profundo de llegar a ser. Hoy me escribo. Redacto la entrega para mí que siempre quise redactarme en los tiempos en que estaba mudo. Creo que tenía poco que decir sobre mí para mi persona.
Pero hoy entiendo. No sólo creo entender: entiendo. El camino es uno, sólo uno y el mismo, y para redactar una entrega uno debe primero de entregarse, dejarse llevar, o más bien dejarse ir, soltarse, y aceptar. Todo se enmascara con la obscura personalidad del sacrificio, cuando en realidad ese todo siempre tuvo sentido. La realidad, la razón, siempre ha permanecido en el mismo lugar, tan deseable y tan aparentemente inasible a la vez, hosca e insensible, apetitosa y temerosa, preclara y sumisa a la vez. Y me duele saber que siempre lo supe; que no lo ignoré sino que intenté ignorarlo, que me engañé sin engañarme realmente, porque quien es consciente de que se engaña a sí mismo se miente al pensar que logra el objetivo de mentir.
Y la mentira siempre trae consigo el daño del tiempo perdido tras la culpabilidad. Esa esquiva sensación de dejá vú que nos carcome cada vez que los sonidos externos quedan acallados por la cotidiana soledad y que, rompiendo la paz como la nota inarmónica de un mal ensayado cuarteto de cuerdas, nos rasga la escala previamente considerada perfecta para recordarnos que nuestra vida dista mucho aún de tan parloteada perfección. Y yo seguía mintiendo. Y seguía convenciéndome de que creía en mis mentiras cual si una personalidad disociada intentase convencer a la otra de su inexistencia hablándole al oído. Un sinsentido doloroso. Una mayúscula omisión de la mas mínima cordura necesaria. Una burla para la seriedad de la situación de lo que he sido sin intentar cambiar.

Pero el momento suficiente siempre llega. Y es precisamente esa suficiencia de sí lo que viene hoy a golpearme, a partirme en dos. Porque no hay momentos esquivos. Todos son demasiado ególatras y jactanciosos como para ceder un poco de su tiempo y esperar. Porque no tienen tiempo alguno. Los momentos son tan instantáneos como la fotografía del segundo que acaba de pasar, fugaces, evanescentes, decadentes. No son tiempo. Son el alimento del tiempo. Y el tiempo siempre se encuentra hambriento de momentos, los devora por montones con el sólo hecho de respirar profundamente en su largo vagar dentro de un universo que no es capaz de contenerlo. Así que los momentos siempre tienen prisa. Los momentos no esperan. El momento suficiente no espera. El momento suficiente nos exige la decisión, o simplemente la toma por nosotros sin preguntar. No hay más. No hay opciones, la vida no es tan optativa como la vanidad humana quisiera plantearla. El momento es un soplo en nuestro cuerpo agotado. Nuestra vida es uno de tantos momentos en el tiempo que tan insistentemente quisimos crear para después soltarlo y dejarlo ir, incontenible en su trascendencia. Nosotros somos un momento para pensar en la contingencia. Nosotros somos un momento más dentro del veloz trayecto entre casualidad y causalidad. Somos efímeros y transitorios. Somos momentos. Yo soy un momento, ahora lo sé...

Ahora lo sé.

Sergey Rachmaninov - Suite No. 1 ("Fantaisie-tableaux") for 2 pianos in G minor, Op. 5

lunes, 14 de julio de 2008

HISTORIA, ESTÉTICA Y PROGRESO: HIJOS DE UN TIEMPO LINEAL

En el principio de la cuenta regresiva de la humanidad–y me refiero al momento en que el hombre comenzó a plasmar por escrito su paso por el mundo, al Nacimiento de la Historia— el camino del hombre no seguía un rumbo fijo. O, por lo menos, un camino evidente. Se sabía que algo había sucedido el día previo, y que, con suerte, llegaría el siguiente amanecer. Pero nada más. No existía una visión “de larga distancia” que permitiera comprender el largo avance que precedía a ese momento, ahora conocido como “Pasado”, ni mucho menos para visualizar y planear a largo plazo los hechos y eventos que habrían de venir, lo que ahora conocemos como “Futuro”.
Luego entonces, ¿qué era la Historia en sus inicios? Era el acto de plasmar momentos. Los pueblos de la antigüedad remota no entendían aún el complejo fenómeno de la sucesión del Tiempo, y por tanto eran incapaces de seguir una línea establecida de actos. Historia era este momento, y sólo éste.

Posteriormente, con el desarrollo de civilizaciones más evolucionadas, como los Hindúes y los Chinos, el Tiempo comenzó a tener sentido. Se entendían claramente los fenómenos del antes y el después, y se crearon las primeras cadenas de eventos que intentaban dar sentido a la Historia. Pero teniendo estos pueblos una visión todavía profundamente mágica y mitológica del mundo, dichas “líneas de Tiempo” carecían de forma fija o finalidad. Se veía al Tiempo como una ESPIRAL, ya ascendente hacia los Dioses, ya descendente a los Infiernos, pero siempre sin meta en el mundo real. En otros casos, el Tiempo pasó a ser una línea circular, cerrada, donde no existía principio o final, y donde todo ser humano estaba PREDESTINADO a vivir siempre lo mismo una y otra vez. La Historia, como evolución, no existía. Herencia de este pensamiento lo encontramos en pueblos aún más civilizados, como es el caso de la Grecia Clásica, donde diversas líneas de pensamiento filosófico –los Estoicos, sobre todo— retoman los concepto de Tiempo Anular y Tiempo Espiral para crear su propia idea: un Tiempo en Espiral Ascendente Cerrada (¿?), donde sin importar la bondad o maldad de los actos, no existiría un premio o un castigo. La Historia avanzaría lentamente por unos siglos más, en forma ascendente, para luego caer bruscamente y regresar al punto donde todo comenzó, donde todos volveríamos a vivir lo mismo, a nacer en los mismos lugares y a caer en los mismos errores. Es la teoría griega del ETERNO RETORNO A LO MISMO, que predominó en la cultura mediterránea de su época como una de las primeras manifestaciones del DETERMINISMO, y pasó como herencia al menos instruido pueblo Romano.

Pero hacia los primeros años de la Alta Edad Media (300 a 400 d.C), con la imposición del Cristianismo y su expansión por el mundo occidental, se da uno de los fenómenos fundamentales en el estudio de la Historia. A diferencia de los textos sagrados de sus religiones hermanas, la Biblia Cristiana es el primer libro que contiene un capítulo especialmente dedicado a explicar –y esperar— el fin de los tiempos: el Apocalipsis, cuya carga utópica y gran reserva de esperanza intentan mostrar que la existencia humana tiene una finalidad, una meta última: una TELEOLOGÍA (del griego Telos = fin y Logos = tratado, estudio). Y no sólo eso, sino que también muestra que esa finalidad es la SALVACIÓN, con lo que surge una nueva corriente Teológico-filosófica para su estudio –la SOTERIOLOGÍA (del griego Soterios = salvación)— y además se da otra rama del conocimiento que busca explicar los por qué de esa salvación final del hombre. A ese estudio de los fines últimos se le da el nombre de ESCATOLOGÍA (del griego Scatón = lo último, los restos, lo que queda).

Y en ese momento la línea del Tiempo se estira, se ve traccionada desde sus dos extremos, y se la deja fija por uno de ellos en el punto de la CREACIÓN DEL MUNDO, y por el otro extremo en el punto de la VENIDA DEL MESÍAS. La Historia se vuelve LINEAL, tal y como la conocemos. Con el establecimiento de un final “verdadero” de la cuerda del Tiempo, la necesidad de una espiral o un anillo se ven sobrepasadas. La Historia se vuelve entonces una sucesión real de eventos que, uno tras otro, nos habrán de llevar de manera inexorable hacia el final.

No olvidemos que también es meta de esta Columna el abordar la ESTÉTICA, como aquella rama del conocimiento filosófico encargada del estudio de lo Bello y que, al hacer equipo con la ÉTICA –estudio de lo Bueno— y la METAFÍSICA –estudio de lo Verdadero— se convierte en una de las líneas bajo las que intentamos estudiar los temas llamados por Aristóteles “los TRASCENDENTALES” (Bueno, Bello, Verdadero). La Estética no sólo se enfoca en la belleza del mundo, sino también en la de las creaciones del hombre, en el ARTE en todas sus expresiones.

Puede parecer que divago, pero se verá que no es así. Primera pregunta: ¿Qué papel jugaban el Arte y la Belleza en el enfoque Histórico de la Antigüedad? Respuesta: Identidad. El Arte y las diversas representaciones del mundo sólo plasmaban, como antes se dijo, MOMENTOS. Actos de cacería, hechos rituales o litúrgicos, escenas de la vida cotidiana, y, en los mejores casos, decoración. También el Arte carecía de un fin de mayor trascendencia.

Durante la Edad Media, con el dominio del Cristianismo, Agustín de Hipona y el resto de los representantes de la Patrística legan al mundo, como se mencionó anteriormente, su idea de un TIEMPO LINEAL UNIDIRECCIONAL, antes extraño para el mundo pagano; y ese nuevo enfoque de la Historia tenía ciertas características especiales:

1.-Poseía, como ya se mencionó, un SENTIDO, una dirección de marcha. Ya no era más un desorden de hechos absurdos y vanos.

2.-Ese sentido no era puramente inmanente, sino que se proyecta más allá de sí, y por lo tanto deja de ser objeto de cálculo para convertirse en objeto de ESPERANZA.

3.-Esta perspectiva de la Historia da una razón de ser a todos los actos humanos. Es decir, la Historia se convierte en el lugar ético donde se decide el FUTURO METAHISTÓRICO de la aventura humana.

Así, el Arte durante la Edad Media servía como el equivalente visuoespacial del enfoque moral de la Historia de su tiempo. La mayoría de las pinturas y esculturas del alto medioevo representaban escenas de profundo contenido religioso, así como gestas y encuentros entre ejércitos conquistadores y órdenes caballerescas que buscaban imponer una “ley o principio del bien” absoluto, del reino verdadero de su respectiva divinidad, con el fin de preparar el camino para la llegada de “Los Tiempos que han de Venir”. Es decir, el Fin del mundo. Y esta forma, esta visión de representar las vivencias habituales no se limitaba a pintura o escultura, sino que era la misma en la naciente expansión de la literatura religiosa y en la poesía de los trovadores de batalla, al igual que en el teatro y la música, lo que viene a demostrar que el Arte mismo compartía la misma escatológica manera de abrazar el mundo que las ideas históricas que lo rodeaban.

Hacia el bajo medioevo el arte comienza lentamente a cambiar su rumbo, para adquirir un enfoque más humano. Las escenas religiosas y enseñanzas morales aún eran el tema central de sus exposiciones, pero la creciente obsesión por la perfección del cuerpo humano, como obsequio divino, se desarrolló in crescendo a la par del lento y oculto estudio y conocimiento del mundo y de las ciencias. El pensamiento humano vuelve a tomar para sí el lugar que correspondía en la jerarquía de los valores gracias a los Escolásticos, sobre todo a Tomás de Aquino, quien al retomar las enseñanzas humanísticas y la exaltación de la razón del filósofo, Aristóteles, logra hermanar la escritura con los fines últimos de la filosofía clásica, abriendo camino a la creación de las primeras Universidades europeas y sembrando la semilla que, en pocos años, habría de germinar en el movimiento que cambiaría en adelante el destino del Tiempo y de la Historia en el Mundo: el Renacimiento.
El Renacimiento es un periodo histórico –ahora que ya podemos definirlo como tal— delimitado y definido por TRES EVENTOS FUNDAMENTALES:

1)La invención de la IMPRENTA de GUTTENBERG.

2)La ruptura interna de la Iglesia Católica, con el movimiento separatista dirigido por Martín Lutero –nacimiento del LUTERANISMO, PROTESTANTISMO y otras corrientes similares—.

3)El Reencuentro de la CIENCIA y del CONOCIMIENTO con aquel que ha sido su objeto de estudio máximo desde entonces: EL HOMBRE., con el subsecuente nacimiento del HUMANISMO.

Renacimiento y Humanismo. Palabras que vinieron a decidir lo que sería el camino de la humanidad hasta nuestros tiempos. Sir Isaac Newton, Teofrasto Paracelso, Galileo Galilei, Leonardo da Vinci, Spinoza, Thomas Hobbes, Nicolás Maquiavelo, Erasmo de Rótterdam... todos ellos personajes distintivos del Renacimiento, nos permiten entender cuál era la naturaleza del pensamiento y la ideología renacentista, y descubrir tras bambalinas cuál era el principio vital que brindaba movimiento y sentido a los cambios sufridos por el mundo en este período, y que no era otro sino la RAZÓN.

El fin de los fanatismos religiosos extremos y de las interpretaciones fantásticas del mundo que tanto habían atormentado a los pueblos durante la Edad Media sucedió con la llegada del Renacimiento. Racionalismo, Ciencia, Libre Albedrío, Iluminismo Racionalista y la distinción del Hombre como Quintaesencia o quinto elemento puro y conciente de su naturaleza distinta al resto de la creación, tal como se habían vivido en los períodos de máximo esplendor de Grecia y Roma clásicas, y en los grandes pueblos Árabes –de ahí el nombre “Renacimiento”— vinieron a reestablecer el orden, y a dejar planteados nuevos problemas para la recién “liberada” sociedad.

Con la nueva Luz de la Razón y la Ciencia iluminando al mundo, una gran cantidad de conceptos surgidos de –y a su vez dependientes de—la Iglesia Católica perdieron peso y necesidad. El hombre dejaba de depender de las promesas de una mejor vida futura de Ultratumba para buscar las mejores formas de lograr una mejor vida en el momento gracias a su estudio y su trabajo, que eran realidades palpables. Ya no sería la Divinidad quien nos salvaría, sino la Razón, el Conocimiento, la Conciencia, la Inteligencia y el Trabajo Manual e Intelectual.

Así, el concepto de historia que veníamos manejando, como una secuencia lineal de eventos de tinte escatológico orientados hacia un final de los Tiempos como lo había previsto la Divinidad, y que requería de una profunda FE irracional en la llegada de un Salvador o MESÍAS perdió su utilidad. La ciencia comenzaba a demostrar lo inútil y vacío del enfoque de un camino ya determinado como ese, que dejaba al hombre en la nada y que no le permitía luchar por llegar a un mejor lugar. El hombre renacentista se rebela, busca, se autoafirma y establece, para sí y para los demás, un viejo concepto en un nuevo y más poderoso enfoque: el LIBRE ALBEDRÍO.

El Libre Albedrío pide, exige al hombre que sea él quien decida el punto al que quiere llegar con sus propios medios, con su lucha, con su esfuerzo, con su organización y sus nuevas estructuras de Estado y Sociedad. El Renacimiento da a luz al INDETERMINISMO, y el Indeterminismo viene a ofrecer como premios justamente ganados la INDIVIDUALIDAD, el REALISMO RACIONAL y la ORGANIZACIÓN COMUNAL. Siendo así, la promesa de un Futuro Divino perdía validez. Se necesitaba algo más, algo que el propio hombre pudiese controlar. La Fe en Dios, como la ciencia lo había demostrado, no nos salvaría.

Pero el hombre es un ser de necesidades, y una de sus máximas necesidades es CREER. Creer en algo, sea lo que esto sea, permite al ser humano sentir calma y paz, y vivir bajo una sensación de que todo va a estar bajo control en un mejor futuro, en un mejor momento. Creer brinda al hombre una FINALIDAD, da sentido a su vida mediante el establecimiento de un POR QUÉ. Y para cubrir el puesto que quedó vacío tras el abandono de la Fe religiosa, la humanidad se creó una nueva abrazadera de la cuál podía sostenerse: la idea del PROGRESO.

Porque aunque no nos guste, Progreso significa Fe. Pero una Fe distinta, hija y heredera de las ideologías y fuerzas del poder Racional del Renacimiento. El Progreso es la representación más clara de la Fe sustentada en la Razón, y explicada por ella. El Progreso es la Fe en la Humanidad. Progreso es la promesa de que un mejor futuro habrá seguramente de llegar, pero ya no por decisión o regalo de Dios, sino por el Trabajo y la Lucha del hombre, y por la LIBERTAD, la IGUALDAD y la FRATERNIDAD que sirven de fundamento a la Hermandad de las Sociedades dentro del Estado.

Y así nació la Idea del Progreso. Y durante siglos se vio que era bueno.

Pero el caminar del hombre inagotable, y sus consecuencias, tan incontrolables como impredecibles, resultan en nuevos terrenos ásperos que nunca ha sido fácil sortear

Liszt: Consolation No.3 in D Flat major - Daniel Pollack