lunes, 15 de septiembre de 2008

LAS REVOLUCIONES POSIBLES

Siguiendo en forma ascendente la cadena de eventos que lleven a una sociedad hacia la Libertad verdadera, y retomando escritos anteriores que habían quedado en el tintero, nos encontramos con un esquema como el siguiente: cuando al individuo se presenta una necesidad, mueve su Libre Albedrío —su Voluntad, sus Deseos y sus Medios—con el fin de satisfacerla. Al intentar hacerlo, la sociedad en la que se desenvuelve se encarga de recordarle que sus deseos no son absolutos, y que se encuentran limitados por los principios impuestos por esa misma sociedad. Así, surgen conceptos tales como el Derecho y la Justicia, que funcionan como reguladores del actuar personal dentro de un grupo determinado, impidiendo que un solo individuo convierta su Libre Albedrío en libertinaje, con lo que lesionaría su entorno social.
Con el surgimiento y ejercicio de estos principios de Derecho y Justicia se integra una Legislación—conjunto de leyes y normas—, y cada uno de los individuos del grupo cede un cierto número de sus decisiones y libertades personales a un grupo mayor que tiene el fin de integrarlos y organizarlos a todos, buscando lograr el mayor bien común de acuerdo al consenso. Surge así el Estado, que echa mano de múltiples elementos conocidos como Instituciones para organizarse internamente, para atender las demandas de cada persona o de sus representantes, y para relacionarse con otros Estados similares. Este Estado es dirigido y coordinado mediante una Forma de Gobierno particular, la cuál se decide según sea la relación entre el dirigente y el pueblo. De entre estas formas de Gobierno, aquella que se caracteriza por permitir que sea la sociedad en conjunto quien tome la mayor parte de las decisiones para impedir los abusos del poder es conocida como Democracia, definida como esa búsqueda grupal de una Libertad Igualitaria, es decir, Libertad fundada en la Igualdad. Y al ser -en teoría- el pueblo el guardián de sus Libertades, principios, leyes, y decisiones, sin presión o coerción por parte de grupos ajenos o Naciones extranjeras, surge un nuevo concepto: Soberanía.

Y es sólo una Nación verdaderamente Democrática y Soberana, dirigida bajo un principio de Derecho y humanismo, la que puede poner en manos de la sociedad primero, la Igualdad –mismas oportunidades, derechos y obligaciones para todos, designadas y repartidas de manera justa y equitativa—; y finalmente, la Libertad –garantía del acceso del individuo a dichas oportunidades brindadas por el Estado, y garantía de su cumplimiento, con respeto a los principios y necesidades del individuo, para que éste pueda llegar a ser enteramente feliz y a alcanzar las metas mejores, en concordancia con la Legislación y principios grupales vigentes—. Así, se cerraría el círculo.

Pero cuando la Igualdad no existe, cuando el respeto a los principios del individuo se ve violentado, cuando los individuos rompen con el orden social para caer en el libertinaje y en el caos, cuando las legislaciones son obsoletas o no son aplicadas por falta de legalidad, y cuando el dirigente o sus Instituciones abusan del poder o se corrompen, se pierde este delicado equilibrio. Surge la Desigualdad. Y con ella, las Revoluciones Posibles.
Ahora bien, siguiendo esta línea de ideas, ¿en qué momento surge la verdadera desigualdad? ¿Surge al no existir legalidad, al romperse los principios, al profanarse las garantías? ¿Surge en los pueblos que nunca tuvieron una Constitución Política? ¿O en aquellos que la tuvieron, para luego verla violentada? ¿Surge en las Democracias? ¿En las Tiranías? ¿En los Gobiernos Totalitarios? ¿En las Anarquías? ¿O tal vez en todos a la vez? ¿Pueden los pueblos sufrir la desigualdad si no se percatan de ella?

Contrario a lo que se suele pensar, la desigualdad no se da con la sola ruptura del sistema, o con el solo abuso contra los pueblos. Es decir, la desigualdad no se da sólo porque en teoría las leyes o principios de justicia y equidad sean rotas o no se lleven a cabo. La verdadera desigualdad surge sólo ante la confrontación con el deseo de igualdad. Y esto sucede en todas las formas de gobierno posibles, desde la Monarquía y la Tiranía, hasta nuestra bien intencionada Democracia.
¿Qué significa esto? Que un pueblo que no sabe que vive bajo el yugo de la desigualdad, en realidad nunca desea la igualdad verdadera. La desigualdad surge cuando aquel que se encuentra en condiciones de inferioridad se da cuenta de ello, o se percata de que siempre han existido posiciones de superioridad con respecto a él. Es la conciencia, el conocimiento del problema, lo que lo vuelve evidente ante los ojos de quien lo padece. Quien no se siente desigual nunca pelea por la igualdad, sin importar las carencias sociales, jurídicas o económicas a que se vea sometido. Al aceptarlas, entrega su voluntad; con ello su derecho de igualdad, y finalmente, su libertad.
Aquí es donde juegan un papel fundamental los medios masivos de comunicación que permanecen al servicio de los Estados que mantienen la desigualdad o sus intereses, ya que su verdadero papel es mantener al pueblo distraído y callado, demasiado absorto como para percatarse del estado de control en el que es mantenido. Las carencias económicas, el uso de la fuerza pública, los horarios de trabajo excesivos, la presentación del dinero como fin último de la vida del hombre, la falta de acceso a educación escolarizada, los libros de texto con información manipulada -y con una pobreza en cuanto a la enseñanza cívica que resulta casi imposible de creer-, la separación y desintegración de los grupos de influencia dentro de diversos sectores de la sociedad, y la desaparición de importantes materias en los planes de estudio hacen el resto del trabajo: no permitir que el hombre sea conciente de su historia y de los abusos de que es objeto para mantenerlo dentro del rebaño, para que nunca desee la igualdad.

Y por si fuera poco, el sólo entender el estado de explotación en que se vive o se ha vivido no es suficiente para crear una Revolución o lucha por la igualdad. La reacción que se tenga ante la desigualdad dependerá de los principios morales y culturales de cada individuo, y podrá variar desde la aceptación sumisa, la mera crítica social, hasta la caída en la anarquía o la lucha verdadera, la Revolución Posible, el enfrentamiento directo a la inferioridad social y a sus promotores o impositores, echando mano de todos los instrumentos culturales e imaginando estrategias reales –marchas, protestas, huelgas, paros o incluso el poder de las armas— que se puedan llevar a cabo para anular o reducir la diferencia. Así surgen las Revoluciones Posibles. Así es como los grupos humanos logran reestablecer su dignidad. Los pueblos no deberían temer a sus gobiernos; son los gobiernos quienes deberían temer a las luchas potenciales contenidas en el interior de todos los pueblos, que están ahí, listos para despertar cuando llegan tiempos en los que la opresión, la inseguridad social y la impotencia -corrupción, incapacidad- de las instituciones originalmente creadas para protegerlos resultan ya intolerables.
Tiempos como los que, tristemente, vivimos actualmente tanto en México como en un gran número de países del mundo.

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