sábado, 28 de marzo de 2009

POST INVITADO

-PATRICIA REBECA GARZA PERAZA-
¿QUÉ ES FILOSOFÍA? (Segunda Parte)

-Todos los hombres tienen el deseo de saber

Con esta cita inicia el libro la Metafísica de Aristóteles
[1], refiriéndose a la idea de que el hombre es una criatura que no sólo tiene la capacidad de conocer, sino que tiene la avidez o bien el gusto por la sabiduría. Este apetito encuentra placer en una primera fase en las percepciones que nos ofrecen nuestros sentidos externos, es decir, en el gusto, el tacto, el olfato, el oído, pero principalmente en la visión. En efecto, no sólo para obrar, sino también para el ocio, preferimos el sentido de la vista a todos los otros sentidos. [2]

El placer que nos brindan las percepciones y el conocimiento inmediato dista de la utilidad que nos ofrezcan las mismas, es decir, somos capaces de sentir agrado por el conocimiento, disfrutamos de la posesión de la sabiduría y de la percepción independientemente de su utilidad. En realidad el arte y la filosofía comienzan donde se pierde el interés por la utilidad y se engrandece el gusto por la cosa misma. Indica, el Exmo. Sr. Jose Ángel Sanchez Asian:

En nuestros días, cualquier fenómeno de “civilización” puede adquirir una dimensión cultural a partir del momento en que deja de ser contemplado, desde una perspectiva puramente utilitaria y pasa a ser una expresión de la vida social.[3]

La filosofía es una locución de lo más intimo de la vida social, es decir, del pensamiento del ser humano, pero no del hombre que vive y trabaja un oficio, sino del hombre que es capaz de contemplar todo aquello que le rodea, de asumirse así mismo como persona, capaz de reflexionar sobre su propia existencia y expresar la concepción del pensamiento dentro de un orden social. Aristóteles señaló: “Todas las artes fueron inventadas cuando se descubrieron las ciencias que no se aplican ni a los placeres ni a las necesidades de la vida”, por el contrario, las artes y las ciencias “nacieron primero en aquellos puntos donde el hombre gozaba de reposo.”[4]

La actividad nos aliena de nuestros pensamientos, el reposo le ofrece al hombre dos cosas, la preocupación y la reflexión. Los momentos de reposo nos ofrecen la variedad de nuestra persona, que en ocasiones nos preocupa y nos incita hacia una nueva actividad con el fin de olvidar aquello a lo que nos enfrentamos, pero que en otras circunstancias nos permite conocernos a nosotros mismos, ser sujetos y objetos del pensamiento, y asumir la propia existencia dentro de un ámbito. Cuando el hombre inteligente se enfrenta al ocio es capaz de reflexionar y crear, por esta razón Aristóteles asumió que las artes y la filosofía, no nacieron de los momentos donde el hombre activo cosechaba o forraba zapatos sino de los momentos de calma que le permitían reflexionar sobre la existencia.

Todas las artes de que hablamos estaban inventadas, cuando se descubrieron estas ciencias que no se aplican ni a los placeres ni a las necesidades de la vida. Nacieron primero en aquellos puntos donde los hombres gozaban de reposo.[5]

El hombre contemplativo es diferente del hombre activo, por que el hombre de oficio, se distingue de la mayoría de las personas, no sólo no gusta de la creación de las cosas comunes sino que se abstrae y crea algo totalmente inútil expresando así su genialidad como artista o como filósofo:

Es entonces, natural que quien en los primeros tiempos inventó un arte, separado de las sensaciones comunes, fuese admirado por los hombres, no sólo por la utilidad de los inventos, sino como sabio y distinto a los otros, y que al inventarse otras artes, orientadas algunas a las necesidades de la vida y otras a lo que la adorna, siempre fuese considerados más sabios los inventores de estas últimas por que sus ciencias no poseían utilidad.[6]

Esta capacidad de reflexión y de creación del arte y las ciencias llevaron al hombre a crear la Ciencia de la Filosofía,[7] conocimiento que interesa a la presente tesis y al cual Aristóteles señala como la ciencia que estudia las primeras causas y principios.[8]

- Causas y principios de la ciencia filosófica

Para poder estudiar la ciencia filosófica[9], es necesario examinar qué causas y de qué principios se ocupa.[10] La actividad y oficio del filósofo consiste la capacidad de analizar el conjunto de las cosas, es decir, conoce la ciencia en general, pero en sí no posee y desconoce la ciencia de cada una de las cosas en particular.

La filosofía busca y estudia las causas últimas desde la razón misma, la herramienta con la que trabaja el filósofo no es el martillo o el microscopio sino el propio pensamiento, a partir del cual busca conocer la realidad de todo lo existente, sin ahondar en las ciencias particulares por no ser importantes para su estudio.[11] El filósofo, adquiere el conocimiento de las cosas arduas, aquellas a las que no se obtiene si no se vencen grandes dificultades. Como sabemos, el ser humano es capaz de interiorizar dentro de su ser, por medio de los sentidos, sin embargo dicho acto no posee ninguna característica filosófica, por el contrario, alcanzar las causas últimas de las cosas usando como único medio la razón, es un esfuerzo difícil, diferente a la percepción. Implica, la facultad propia del hombre, es decir, la inteligencia.

Por lo tanto es posible decir que el quehacer filosófico es aquel que se distingue por conocer las cosas complejas y posee la capacidad de explicarlas. Esta ciencia conoce con mayor exactitud y es capaz de enseñar las causas que proporcionan los efectos de la realidad cognoscible a nuestros sentidos. Por lo que llamaremos filósofo a la persona que puede obtener el conocimiento de las cosas arduas, aquellas a las que no se llega sino venciendo graves dificultades. En efecto, obtener la capacidad de conocimiento a través de los sentidos es una facultad común a todos, y un conocimiento que se adquiere sin esfuerzos no tiene nada de filosófico. [12]

El rol del filósofo, dentro de la sociedad, versa sobre investigar la ciencia de lo general o bien de lo universal, pero este conocimiento difícil, diferente a la percepción que se ofrece inmediatamente a los sentidos. Implica un esfuerzo importante de la razón, ahí que la filosofía sea la ciencia de todas las cosas, pues todas las cosas se comprenden bajo lo general o universal y no bajo lo particular.

El filósofo, que posee perfectamente la ciencia de lo general, tiene por necesidad la ciencia de todas las cosas, porque un hombre de tales circunstancias sabe en cierta manera todo lo que se encuentra comprendido bajo lo general. Pero puede decirse también, que es muy difícil al hombre llegar a los conocimientos más generales; como que las cosas que son objeto de ellos están mucho más lejos del alcance de los sentidos. [13]

La ciencia filosófica, es aquella que se desea por si misma, es decir, busca el conocimiento per se, por que no es una ciencia que indague resultados,[14] aunque el filósofo haga lo propio, es decir, queda inmerso en la filosofía especulativa, no busca otro beneficio que el de proporcionar el placer del conocimiento.

Recordemos que los primeros filósofos iniciaron a hacer este oficio por que se admiraban de las cosas, primero de los fenómenos más comunes y luego fueron avanzando a problemas mayores, es decir, el hombre en busca del conocimiento estaba conciente de su ignorancia y esta conciencia motivado por la admiración lo llevó a conocer las causas generales de las cosas, para luego poder explicarlas.

La palabra admiración deriva del latín admiratĭo, ōnis, referente al acto de causar sorpresa a la vista o consideración de algo extraordinario o inesperado.[15] La admiración es el efecto que se suscita, que surge, no comprendemos ni a la admiración ni a la filosofía como algo que siempre ha estado ahí sino algo abrupto que apareció a partir de la percepción de lo desconocido. Al respecto Leonardo Polo, menciona que la admiración ante todo es súbita, es decir, es una percepción repentina.[16] Es de entenderse que en un principio, la admiración dista de la verdad, pues todavía no se adecua a la realidad, simplemente la percibe, y sin embargo es la causal de salir en busca de lo verdadero.

La filosofía es una ciencia soberana, podríamos asegurar que es superior a otras subordinadas, pues ésta dicta que debe de hacerse en cada cosa, mientras que las ciencias subordinadas dictan que debe hacerse en casos particulares. Según Protágoras es tan bella y perfecta la filosofía que solo un dios podría tener el privilegio de gozar de ella. [17] La ciencia soberana, la ciencia superior a toda ciencia subordinada, es aquella que conoce el por qué debe hacerse cada cosa. Y este por qué es el bien de cada ser, que, tomado en general, es lo mejor en todo el conjunto de los seres.[18]


[1] Aristóteles, Metafísica, L I. Ed. Cumber, México , 1981, p. 3.
[2]Ibidem.
[3] Sánchez Asiain, Jose Ángel, La empresa como realidad estética, Real academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, 1991, p. 24.
[4] Ibid. p. 6
[5] Ibid. p.6.
[6] ibidem.
[7] Σοφια Sabiduría. Aristóteles emplea el concepto sucesivamente en el sentido popular y en su sentido elevado, que es la sabiduría por excelencia, la Filosofía.
[8] Todo lo que sobre este punto nos proponemos decir ahora, es que la ciencia que se llama Filosofía es, según la idea que generalmente se tiene de ella, el estudio de las primeras causas y de los principios. Ibid. p.8.
[9] Asumimos a la filosofía como ciencia, según los Segundos Analíticos, el libro II de la Física y el de la Metafísica en los cuales Aristóteles define a la ciencia como el “Conocimiento por causas.”
[10] Esta tarea la llevaremos a cabo a partir de un análisis Aristotélico- Tomista.
[11]Aristoteles, Metafísica, L I C.2. Ed. Cumber, México , 1981, p.7.
[12]. Aristóteles, Metafísica, L I C.2. Patricio de Azcaráte. Obras de Aristóteles., Madrid, 1875, tomo 10, p 55-58.
[13] Ibidem.
[14] La filosofía es capaz de ofrecer resultados los cuales más adelante hablaremos. Uno sería la diferencia entre la Filosofía especulativa y la Filosofía práctica, sin embargo la Filosofía en sí misma lo que busca es el conocimiento per se, no busca resultados aunque es capaz de ofrecerlos.
[15] Academia Mexicana de la Lengua. Ver en la internet el Diccionario de la lengua española. http://www.academia.org.mx/rae.php
[16] “Sin embargo la admiración es más que un sentimiento, intentaré describirla: ante todo es súbita; de pronto me encuentro desconcertado ante la realidad que se me aparece, abarcada, en toda su amplitud. Hay entonces como una incitación. La admiración tiene que ver con el asombro, con la apreciación de la novedad; el origen de la filosofía es algo así como un estreno. A ese estreno se añade el de ponerse a investigar aquello que la admiración presenta como todavía no sabido. ... quien no se admira no será nunca filósofo.” Polo, Leonardo. Introducción a la Filosofía, Ibid. P. 22, 100.
[17] “Llegar a ser hombre de bien es, por cierto, difícil de verdad”, pero posible por un cierto tiempo; pero una vez alcanzado esto, permanecer en esta disposición y “ser hombre de bien”, como tú dices, Pítaco, imposible e inhumano, ya que “Sólo un dios tendría tal dominio”. Platón. Protágoras. Diálogos, Gredos, Madrid, 1999, p.344.
[18] Ibidem.

sábado, 21 de marzo de 2009

POST INVITADO

-PATRICIA REBECA GARZA PERAZA-
¿QUÉ ES FILOSOFÍA? (Primera parte)

Me llama la atención escuchar a mi alrededor que todo el mundo habla de filosofía, las empresas señalan la existencia de una filosofía de la empresa, los jovenes mencionan- yo tengo mi propia filosofía de la vida, las sectas modernas expresan su filosofía de Dios y de la realidad, los personajes esotéricos que venden cuarzos e incienso hablan de filosofía y mejor aun de metafísica, en Coyoacán y en la Condesa se habla de filosofía.

¿Será acaso que existen muchos tipos de filosofía? O bien ¿será que hemos utilizado un sólo concepto para definir muchas cosas? Mi preocupación nace en torno a la incomprensión real del término filosofía, que lejos de la definición Pitagórica es una ciencia verdadera e inaludible, me pregunto y busco dar respuesta a aquellos que se encuentran confundidos ante la misma pregunta... ¿qué es filosofía?

El libro de La Metafísica de Aristóteles, comienza así: “Todos los hombres tiene el deseo de saber”, es decir, de la filosofía nace la capacidad que posee el hombre para admirarse de las cosas y de alrededor, también de la contemplación y de la inteligibilidad. Es posible definir a esta ciencia como el estudio de las causas últimas a la luz natural de la razón.

Ahora bien, ¿Qué diferencia hay entre las causas últimas y las primeras? Pongamos por ejemplo: la muerte de una mascota. Al morir está el veterinario quien se interesará por las causas inmediatas que ocasionaron la muerte, tales como un envenenamiento o por la edad. Por su parte, para un biólogo se interesará, tal vez, por las células que dejaron de funcionar correctamente, para un químico sólo investigará las reacciones de las sustancias que habitaban en el cuerpo del animal, pero para la filosofía ¿Qué estudiaría respecto a este caso?

La filosofía estudiará las causas últimas, aquellas que están más allá de lo tangible, es decir, aquellas que no podemos poner bajo el microscopio como en el caso de las ciencias anteriormente mencionadas. La ciencia filosófica se interesará por las causas últimas o bien las primeras. Por ejemplo, estudiará sobre el tema de la muerte en sí ¿Qué es la muerte para un animal?, ¿Los animales tienen alma?, ¿Cuál es el sentido de su existencia? Cuestiones como estas son las que interesan a la ciencia filosófica, no aquellas que son tangibles inmediatamente, si no las que son un principio causal de todo lo demás.

La filosofía no versa en encontrar respuestas a preguntas difíciles, en realidad no ofrece ninguna respuesta sino interrogantes. Busca el camino rumbo al descubrimiento de las respuestas inalcanzables, regida por el mecanismo de las respuestas parciales y caminos diversos del pensamiento. Menciona el filósofo Leonardo Polo: “El filósofo es aquel que sabe que en éste mundo nunca llegará a saberlo todo.”[1]

Nos topamos regularmente con preguntas constantes, dentro de la historia de la filosofía, por ejemplo: ¿Qué es real?, ¿Qué es la existencia?, ¿Por qué existimos?, ¿Cuál es el sentido de las cosas?, ¿Existe algo superior?, ¿Qué es lo correcto? , ¿Qué es la verdad? Son muchas cuestiones y muchas las respuestas, Pero en realidad, siempre son tres las constantes preguntas o bien los temas recurrentes sobre los que versa desde un principio la filosofía: Dios, El mundo y El hombre.

Cabe aquí, hacer la pregunta: ¿De dónde surge la filosofía? Aristóteles señaló que la filosofía nació cuando el hombre se encontraba en reposo, es decir, la filosofía solamente puede existir a partir de la reflexión y el ser humano únicamente es capaz de reflexionar en los momentos de calma. El hombre civilizado al alcanzar un estado de tranquilidad y permitirse descansar en lugar de cosechar, sembrar o dedicarse a algún oficio, en particular, pudo reflexionar sobre la realidad existente, dándole paso a la filosofía.

La filosofía no es una ciencia necesaria ni un oficio, sino una actividad contemplativa. No es un quehacer realmente necesario. Pongamos por ejemplo la labor de una persona encargada de recoger la basura, sin él nos advertiríamos llenos de desperdicios en las casas, otro ejemplo, podría ser: el quehacer de un zapatero, sin zapatos no podemos andar, todo lo contrario es para un filósofo que no tiene una labor como éstos. Entendámoslo de esta forma: la filosofía en realidad no es un oficio sino una reflexión y acción contemplativa, en muchas ocasiones el filósofo es tratado como un empleado más o un hombre de oficio y sin embargo la actividad que realiza es muy diferente a los trabajos necesarios. Como dijo un máximo exponente de este afán, George Hegel: “En la filosofía es donde lo particular, es decir, la actividad particular del filósofo, se esfuma y solamente permanece el campo del puro pensar.” [2]

No por qué la actividad filosófica sea diferente o no tan necesaria como las que hemos comentado anteriormente dista de importancia, posee una necesidad diferente no en el sentido de lo material, sino en el sentido de la vida humana en si. Son las facultades específicas del hombre las que le otorgan la capacidad de hacer filosofía. Al respecto, Josef Piepper señaló:
Filosofar significa reflexionar sobre la totalidad de lo que nos aparece, con vistas a su última razón y significado. Además éste es un empeño razonable e incluso necesario, del que no se puede en modo alguno dispensar el hombre que verdaderamente vive en el espíritu o, sencillamente piensa.
[3]

Una máquina podría recoger la basura, una máquina puede hacer zapatos, pero ninguna es capaz de hacer filosofía. Lo más específico del hombre es lo que nos distingue de los demás seres, lo que nos permite hacer filosofía, y aunque esta ciencia pudiera parecer absolutamente inútil en algunos aspectos materiales, es posible utilizarla y aplicarla a la práctica de la vida cotidiana en diferentes aspectos. No se equivocaba Aristóteles cuando decía que: la filosofía no sólo es ciencia si no es la mejor y la más importante de todas.

Si lo más propio del hombre son las facultades de la inteligencia y la voluntad, es posible comprender que la filosofía naciera cuando el hombre se encontraba en reposo o bien en una actitud reflexiva, y comenzara a pensar sobre las cosas tangibles e intangibles. No es de extrañarse que la filosofía naciera en Grecia, todo aquel que ha viajado, leído o visto algún documental sobre ese país podrá apreciar la belleza de sus paisajes, su modo de vida, sus costumbres, su comida, pero sobre todo, su cielo que invita a especular, a más de uno.

Las primeras preguntas de los antiguos filósofos, -y que hasta la fecha, muchos se hacen- son: ¿Quién soy?, ¿A dónde voy? Éstas versan sobre la propia persona, sobre la existencia, y señalan la necesidad de un principio de causalidad y un fin último. El hombre es incapaz de conocerse a si mismo, no es sólo objeto de conocimiento sino objeto y sujeto a la vez, es lo más propio y lo más cognoscible. La tarea del autoconocimiento resulta difícil, pero es necesaria para la vida del hombre que posee facultades específicas.

Conocerse así mismo es el principio de la trascendencia de asumirme íntimamente diferente a los demás seres, dijo Sertillanges:
Para conocer la humanidad y para servirla, es necesario conocerse ante todo uno mismo, entrar dentro de uno mismo, allí donde todos nuestros objetos acuden y toman de nosotros ya nuestro anhelo de verdad, ya nuestra potencia de amor.
[4]

Los antiguos griegos hicieron preguntas importantes en el sentido filosófico, porque parece ser que, la primera cuestión que generó el conocimiento filosófico fue: ¿Cuál es el arjé de todas las cosas?, la interrogante revela la necesidad del filósofo por conocer la unidad, ¿Qué es lo que todas las cosas tienen en común?

Pudiera parecer una interpelación torpe o inútil pero encierra un problema universal y trascendente, que nos lleva a otra idea: ¿Qué tienen todas las cosas en común? (La respuesta dista de ser una pregunta local o mundial para ser una consulta universal, todo lo cognoscible posee algo en común.) Diógenes Laercio[5] fue un importante historiador griego de la filosofía, y señaló que Tales de Mileto fue el primero en contestarla, y dijo que “el agua es el primer principio de las cosas; que el mundo está animado y lleno de espíritus.”[6]

Pero volvamos con la idea principal, que es sobre el quehacer del filósofo, quien está dedicado en encontrar la verdad de las cosas. Si bien, es cierto que la filosofía nace de la admiración, del deseo de saber, también nos ofrece cierto placer, ante la búsqueda de la sabiduría, y ante la magnificencia de la creación lo que realmente busca el filósofo, que es la verdad. La facultad de inteligencia se mueve hacia ésta, como un esclavo que necesita salir de la caverna.[7] La verdad aunque lo deslumbra, es lo que lo motiva a salir, la actividad filosófica, se encuentra en pensar como diría Hegel, pero más aún en encontrar la verdad, o bien aspectos de la verdad cognoscibles. La fascinación y el interés por la verdad son el verdadero motor del filósofo. [8] La filosofía no termina en la búsqueda de la verdad, como dice Sertillages, “es necesario darse sin reservas para que la verdad se entregue, la verdad sólo sirve a sus esclavos”[9], sino es necesario trabajar por y para ella, vivirla y servirla, no sólo buscarla sino realizarla pues “no se es filósofo como un espectador, como quien asiste a la maravilla de una verdad que se desvela desde la admiración, sino que se es filósofo como servidor de la verdad, como amante y realizador de ella.”[10]

[1] Polo, Leonardo. Introducción a la filosofía. Ed. Eunsa, España, 1995, p. 16.
[2] Hegel, George W. F., Introducción a la historia de la filosofía. Ed. Libertador, Argentina, 2004, p. 24.
[3] Piepper, Josef. Defensa de la Filosofía. Ed. Herder, España, 1970, pág.12.
[4] Sertillanges, A.D. La vida Intelectual, Ed. Porrua, México , 1994, p. 33.
[5] Diogénes Laercio, Historiador griego que vivió en el siglo III, de quien se ignora con exactitud detalles de su vida. Es famoso por los diez tomos de su Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, que se conserva prácticamente completo.
[6], Diógenes, Laercio, Vidas de los filósofos más ilustres. Ed. Tomo, México, 2006, pág. 16
[7]Esta antigua idea es la siguiente: unos hombres se encuentran bajo tierra en un recinto cavernario. A lo largo de éste, y hacia la luz diurna, se extiende el acceso, al que confluye toda la caverna. En esta morada, atados por los muslos y la nuca, desde la infancia tienen los hombres su residencia. También permanecen por ello en el mismo sitio, pudiendo sólo mirar a lo que tienen enfrente de ellos. Mover la cabeza en torno no les es posible, puesto que están encadenados. Sin embargo, les ha sido otorgado un resplandor de luz, de un fuego y los prisioneros (por lo tanto, a sus espaldas) discurre un camino, a lo largo del cual -imagínatelo así- hay un muro más bajo, construido al modo de esas vallas que los volatineros levantan frente al público, para mostrar por encima de ellos los prodigios. Platón. República. Obras Selectas, España, 2000.
[8] A esta actitud podemos denominarla “fenómeno mental del interés.” Su carácter mental es cosa bien comprensible si se tiene presente sus índoles intelectivas y evolutivas. Millan-Puelles, Antonio. El interés por la verdad. Ed. RIALP, España, 1997, p. 25
[9] Sertillanges, A.D. La vida Intelectual, Ed. Porrua, México, 1994, p. 11.
[10] Polo, Leonardo, Introducción a la Filosofía, p. 41.

domingo, 8 de marzo de 2009

EDUCACIÒN VS SOCIEDAD

-RAÚL CONTRERAS OMAÑA-
Cuando hablamos de Democracia siempre se ha considerado fundamental el papel que la educación desempeña en la formación del ciudadano apto para la misma. Forjar al pensador ético y moral, al niño que respete la diversidad, al adolescente que ponga en práctica la tolerancia y al adulto que se distinga por su participación en la vida comunal son las metas generales que desde hace varias décadas han perseguidos los diversos programas y reformas educativas que a nivel primaria y secundaria se han llevado a cabo en nuestra Nación.

Que conceptos tales como justicia social, equidad, igualdad, respeto, responsabilidad, derechos y deberes, integración de las diferencias y trabajo en equipo se vuelvan cada vez más arraigados desde la infancia en el general de los ciudadanos, y que temas torales como patriotismo, nacionalismo, civismo, federalismo, libertad e identidad nacional se conviertan en metas del actuar cotidiano de los miembros de cualquier País democrático. Eso es lo que una educación escolarizada de marcado tinte social-liberal ha venido persiguiendo desde mediados del siglo XX a la fecha.

Todo lo anterior con la firme idea de que el hecho de insistir teóricamente en el educando al respecto de las ideas e ideales arriba mencionados se traduzca a lo largo de su vida en una moralidad pragmática, en una verdadera ética social desarrollada. Es decir, se viene buscando convertir palabras recibidas durante la niñez en actos democráticos verdaderos hacia la edad adulta.

Pero fundar el total de las esperanzas de la democracia tan sólo en la educación, aunque bien intencionado, puede resultar en una solución parcial e incompleta que, al ser puramente idealista, olvida las realidades sociales ante las que el individuo se enfrenta día con día en la vida política comunal y que son capaces de modificar u orientar tendencias de comportamiento dentro de una nación o grupo cualquiera.

Porque una cosa es el concepto de democracia, y otra muy distinta es el actuar democrático. En la vida política, las meras definiciones de libro o diccionario resultan insuficientes para determinar o encausar, o mucho menos explicar, el actuar de los grupos humanos, siempre tan heterogéneos, activos, cambiantes, impredecibles y movidos por intereses personales o comunales en momentos simultáneos.

A pesar de lo que cualquiera haya podido aprender mediante los medios educativos a los que haya tenido acceso, el verdadero sentimiento democrático de un individuo se forma y transforma día a día según la influencia de partidos políticos, medios de comunicación, influencias externas, experiencias personales –como la desilusión por la corrupción o falta de cumplimiento de promesas de campaña— y, sobre todo, por las situaciones que en ese momento se encuentre atravesando su Nación.

La formación democrática debe ser dinámica y realista, y fundamentada en el equilibrio entre el ideal democrático y la realidad de los tiempos que vivimos. De otro modo, la pérdida de credibilidad de los conceptos e instituciones se vuelve inevitable, al no poder explicar al ciudadano porqué el mundo en el que vive es tan distinto de los bellos preceptos teóricos en los que, en algún momento, llegó a creer.