lunes, 14 de julio de 2008

HISTORIA, ESTÉTICA Y PROGRESO: HIJOS DE UN TIEMPO LINEAL

En el principio de la cuenta regresiva de la humanidad–y me refiero al momento en que el hombre comenzó a plasmar por escrito su paso por el mundo, al Nacimiento de la Historia— el camino del hombre no seguía un rumbo fijo. O, por lo menos, un camino evidente. Se sabía que algo había sucedido el día previo, y que, con suerte, llegaría el siguiente amanecer. Pero nada más. No existía una visión “de larga distancia” que permitiera comprender el largo avance que precedía a ese momento, ahora conocido como “Pasado”, ni mucho menos para visualizar y planear a largo plazo los hechos y eventos que habrían de venir, lo que ahora conocemos como “Futuro”.
Luego entonces, ¿qué era la Historia en sus inicios? Era el acto de plasmar momentos. Los pueblos de la antigüedad remota no entendían aún el complejo fenómeno de la sucesión del Tiempo, y por tanto eran incapaces de seguir una línea establecida de actos. Historia era este momento, y sólo éste.

Posteriormente, con el desarrollo de civilizaciones más evolucionadas, como los Hindúes y los Chinos, el Tiempo comenzó a tener sentido. Se entendían claramente los fenómenos del antes y el después, y se crearon las primeras cadenas de eventos que intentaban dar sentido a la Historia. Pero teniendo estos pueblos una visión todavía profundamente mágica y mitológica del mundo, dichas “líneas de Tiempo” carecían de forma fija o finalidad. Se veía al Tiempo como una ESPIRAL, ya ascendente hacia los Dioses, ya descendente a los Infiernos, pero siempre sin meta en el mundo real. En otros casos, el Tiempo pasó a ser una línea circular, cerrada, donde no existía principio o final, y donde todo ser humano estaba PREDESTINADO a vivir siempre lo mismo una y otra vez. La Historia, como evolución, no existía. Herencia de este pensamiento lo encontramos en pueblos aún más civilizados, como es el caso de la Grecia Clásica, donde diversas líneas de pensamiento filosófico –los Estoicos, sobre todo— retoman los concepto de Tiempo Anular y Tiempo Espiral para crear su propia idea: un Tiempo en Espiral Ascendente Cerrada (¿?), donde sin importar la bondad o maldad de los actos, no existiría un premio o un castigo. La Historia avanzaría lentamente por unos siglos más, en forma ascendente, para luego caer bruscamente y regresar al punto donde todo comenzó, donde todos volveríamos a vivir lo mismo, a nacer en los mismos lugares y a caer en los mismos errores. Es la teoría griega del ETERNO RETORNO A LO MISMO, que predominó en la cultura mediterránea de su época como una de las primeras manifestaciones del DETERMINISMO, y pasó como herencia al menos instruido pueblo Romano.

Pero hacia los primeros años de la Alta Edad Media (300 a 400 d.C), con la imposición del Cristianismo y su expansión por el mundo occidental, se da uno de los fenómenos fundamentales en el estudio de la Historia. A diferencia de los textos sagrados de sus religiones hermanas, la Biblia Cristiana es el primer libro que contiene un capítulo especialmente dedicado a explicar –y esperar— el fin de los tiempos: el Apocalipsis, cuya carga utópica y gran reserva de esperanza intentan mostrar que la existencia humana tiene una finalidad, una meta última: una TELEOLOGÍA (del griego Telos = fin y Logos = tratado, estudio). Y no sólo eso, sino que también muestra que esa finalidad es la SALVACIÓN, con lo que surge una nueva corriente Teológico-filosófica para su estudio –la SOTERIOLOGÍA (del griego Soterios = salvación)— y además se da otra rama del conocimiento que busca explicar los por qué de esa salvación final del hombre. A ese estudio de los fines últimos se le da el nombre de ESCATOLOGÍA (del griego Scatón = lo último, los restos, lo que queda).

Y en ese momento la línea del Tiempo se estira, se ve traccionada desde sus dos extremos, y se la deja fija por uno de ellos en el punto de la CREACIÓN DEL MUNDO, y por el otro extremo en el punto de la VENIDA DEL MESÍAS. La Historia se vuelve LINEAL, tal y como la conocemos. Con el establecimiento de un final “verdadero” de la cuerda del Tiempo, la necesidad de una espiral o un anillo se ven sobrepasadas. La Historia se vuelve entonces una sucesión real de eventos que, uno tras otro, nos habrán de llevar de manera inexorable hacia el final.

No olvidemos que también es meta de esta Columna el abordar la ESTÉTICA, como aquella rama del conocimiento filosófico encargada del estudio de lo Bello y que, al hacer equipo con la ÉTICA –estudio de lo Bueno— y la METAFÍSICA –estudio de lo Verdadero— se convierte en una de las líneas bajo las que intentamos estudiar los temas llamados por Aristóteles “los TRASCENDENTALES” (Bueno, Bello, Verdadero). La Estética no sólo se enfoca en la belleza del mundo, sino también en la de las creaciones del hombre, en el ARTE en todas sus expresiones.

Puede parecer que divago, pero se verá que no es así. Primera pregunta: ¿Qué papel jugaban el Arte y la Belleza en el enfoque Histórico de la Antigüedad? Respuesta: Identidad. El Arte y las diversas representaciones del mundo sólo plasmaban, como antes se dijo, MOMENTOS. Actos de cacería, hechos rituales o litúrgicos, escenas de la vida cotidiana, y, en los mejores casos, decoración. También el Arte carecía de un fin de mayor trascendencia.

Durante la Edad Media, con el dominio del Cristianismo, Agustín de Hipona y el resto de los representantes de la Patrística legan al mundo, como se mencionó anteriormente, su idea de un TIEMPO LINEAL UNIDIRECCIONAL, antes extraño para el mundo pagano; y ese nuevo enfoque de la Historia tenía ciertas características especiales:

1.-Poseía, como ya se mencionó, un SENTIDO, una dirección de marcha. Ya no era más un desorden de hechos absurdos y vanos.

2.-Ese sentido no era puramente inmanente, sino que se proyecta más allá de sí, y por lo tanto deja de ser objeto de cálculo para convertirse en objeto de ESPERANZA.

3.-Esta perspectiva de la Historia da una razón de ser a todos los actos humanos. Es decir, la Historia se convierte en el lugar ético donde se decide el FUTURO METAHISTÓRICO de la aventura humana.

Así, el Arte durante la Edad Media servía como el equivalente visuoespacial del enfoque moral de la Historia de su tiempo. La mayoría de las pinturas y esculturas del alto medioevo representaban escenas de profundo contenido religioso, así como gestas y encuentros entre ejércitos conquistadores y órdenes caballerescas que buscaban imponer una “ley o principio del bien” absoluto, del reino verdadero de su respectiva divinidad, con el fin de preparar el camino para la llegada de “Los Tiempos que han de Venir”. Es decir, el Fin del mundo. Y esta forma, esta visión de representar las vivencias habituales no se limitaba a pintura o escultura, sino que era la misma en la naciente expansión de la literatura religiosa y en la poesía de los trovadores de batalla, al igual que en el teatro y la música, lo que viene a demostrar que el Arte mismo compartía la misma escatológica manera de abrazar el mundo que las ideas históricas que lo rodeaban.

Hacia el bajo medioevo el arte comienza lentamente a cambiar su rumbo, para adquirir un enfoque más humano. Las escenas religiosas y enseñanzas morales aún eran el tema central de sus exposiciones, pero la creciente obsesión por la perfección del cuerpo humano, como obsequio divino, se desarrolló in crescendo a la par del lento y oculto estudio y conocimiento del mundo y de las ciencias. El pensamiento humano vuelve a tomar para sí el lugar que correspondía en la jerarquía de los valores gracias a los Escolásticos, sobre todo a Tomás de Aquino, quien al retomar las enseñanzas humanísticas y la exaltación de la razón del filósofo, Aristóteles, logra hermanar la escritura con los fines últimos de la filosofía clásica, abriendo camino a la creación de las primeras Universidades europeas y sembrando la semilla que, en pocos años, habría de germinar en el movimiento que cambiaría en adelante el destino del Tiempo y de la Historia en el Mundo: el Renacimiento.
El Renacimiento es un periodo histórico –ahora que ya podemos definirlo como tal— delimitado y definido por TRES EVENTOS FUNDAMENTALES:

1)La invención de la IMPRENTA de GUTTENBERG.

2)La ruptura interna de la Iglesia Católica, con el movimiento separatista dirigido por Martín Lutero –nacimiento del LUTERANISMO, PROTESTANTISMO y otras corrientes similares—.

3)El Reencuentro de la CIENCIA y del CONOCIMIENTO con aquel que ha sido su objeto de estudio máximo desde entonces: EL HOMBRE., con el subsecuente nacimiento del HUMANISMO.

Renacimiento y Humanismo. Palabras que vinieron a decidir lo que sería el camino de la humanidad hasta nuestros tiempos. Sir Isaac Newton, Teofrasto Paracelso, Galileo Galilei, Leonardo da Vinci, Spinoza, Thomas Hobbes, Nicolás Maquiavelo, Erasmo de Rótterdam... todos ellos personajes distintivos del Renacimiento, nos permiten entender cuál era la naturaleza del pensamiento y la ideología renacentista, y descubrir tras bambalinas cuál era el principio vital que brindaba movimiento y sentido a los cambios sufridos por el mundo en este período, y que no era otro sino la RAZÓN.

El fin de los fanatismos religiosos extremos y de las interpretaciones fantásticas del mundo que tanto habían atormentado a los pueblos durante la Edad Media sucedió con la llegada del Renacimiento. Racionalismo, Ciencia, Libre Albedrío, Iluminismo Racionalista y la distinción del Hombre como Quintaesencia o quinto elemento puro y conciente de su naturaleza distinta al resto de la creación, tal como se habían vivido en los períodos de máximo esplendor de Grecia y Roma clásicas, y en los grandes pueblos Árabes –de ahí el nombre “Renacimiento”— vinieron a reestablecer el orden, y a dejar planteados nuevos problemas para la recién “liberada” sociedad.

Con la nueva Luz de la Razón y la Ciencia iluminando al mundo, una gran cantidad de conceptos surgidos de –y a su vez dependientes de—la Iglesia Católica perdieron peso y necesidad. El hombre dejaba de depender de las promesas de una mejor vida futura de Ultratumba para buscar las mejores formas de lograr una mejor vida en el momento gracias a su estudio y su trabajo, que eran realidades palpables. Ya no sería la Divinidad quien nos salvaría, sino la Razón, el Conocimiento, la Conciencia, la Inteligencia y el Trabajo Manual e Intelectual.

Así, el concepto de historia que veníamos manejando, como una secuencia lineal de eventos de tinte escatológico orientados hacia un final de los Tiempos como lo había previsto la Divinidad, y que requería de una profunda FE irracional en la llegada de un Salvador o MESÍAS perdió su utilidad. La ciencia comenzaba a demostrar lo inútil y vacío del enfoque de un camino ya determinado como ese, que dejaba al hombre en la nada y que no le permitía luchar por llegar a un mejor lugar. El hombre renacentista se rebela, busca, se autoafirma y establece, para sí y para los demás, un viejo concepto en un nuevo y más poderoso enfoque: el LIBRE ALBEDRÍO.

El Libre Albedrío pide, exige al hombre que sea él quien decida el punto al que quiere llegar con sus propios medios, con su lucha, con su esfuerzo, con su organización y sus nuevas estructuras de Estado y Sociedad. El Renacimiento da a luz al INDETERMINISMO, y el Indeterminismo viene a ofrecer como premios justamente ganados la INDIVIDUALIDAD, el REALISMO RACIONAL y la ORGANIZACIÓN COMUNAL. Siendo así, la promesa de un Futuro Divino perdía validez. Se necesitaba algo más, algo que el propio hombre pudiese controlar. La Fe en Dios, como la ciencia lo había demostrado, no nos salvaría.

Pero el hombre es un ser de necesidades, y una de sus máximas necesidades es CREER. Creer en algo, sea lo que esto sea, permite al ser humano sentir calma y paz, y vivir bajo una sensación de que todo va a estar bajo control en un mejor futuro, en un mejor momento. Creer brinda al hombre una FINALIDAD, da sentido a su vida mediante el establecimiento de un POR QUÉ. Y para cubrir el puesto que quedó vacío tras el abandono de la Fe religiosa, la humanidad se creó una nueva abrazadera de la cuál podía sostenerse: la idea del PROGRESO.

Porque aunque no nos guste, Progreso significa Fe. Pero una Fe distinta, hija y heredera de las ideologías y fuerzas del poder Racional del Renacimiento. El Progreso es la representación más clara de la Fe sustentada en la Razón, y explicada por ella. El Progreso es la Fe en la Humanidad. Progreso es la promesa de que un mejor futuro habrá seguramente de llegar, pero ya no por decisión o regalo de Dios, sino por el Trabajo y la Lucha del hombre, y por la LIBERTAD, la IGUALDAD y la FRATERNIDAD que sirven de fundamento a la Hermandad de las Sociedades dentro del Estado.

Y así nació la Idea del Progreso. Y durante siglos se vio que era bueno.

Pero el caminar del hombre inagotable, y sus consecuencias, tan incontrolables como impredecibles, resultan en nuevos terrenos ásperos que nunca ha sido fácil sortear

Liszt: Consolation No.3 in D Flat major - Daniel Pollack

1 comentario:

LABERINTO ALADO dijo...

Hola Raúl,

Muchas gracias por publicar mi poema en tu blog; por cierto muy interesante y nutritivo. Estoy a punto de comenzar a cursar una maestría en Historia así que leerte ha sido un placer. Voy a ligar tu blog al mío. ¿Está bien? Si tienes algún inconveniente dímelo por favor.

Un beso,

Angélica.