sábado, 3 de enero de 2009

EN LA ESCENA DEL ALMA DE LA NOCHE

(BREVES Y AZAROSOS FRAGMENTOS LITERARIOS QUE INTENTAN SER POÉTICOS, INSPIRADOS POR LA OBRA EN PIANO DE DARIÁN STAVANS)
1-En tu cuello, tierra de nadie en la dura batalla entre tu razón y los instintos de tu cuerpo, es donde se plantan mis labios en el olvido fingido de la noche. Me pones a prueba, acercándote en el silencio de los tiempos, callando con el cuerpo cerrado lo que tus labios entreabiertos intentan susurrar; y tu guerra por mis manos, y el territorio de tu cuello permanecen tan lejos como dos exhalaciones de ti. Aún quedan en tu piel los besos y restos de mis batallas, queda tanto por decir. Pero en la tierra de nadie, en la larga franja de sal suave y de perfume de tu cuello, donde tu mente y tu cuerpo se cuentan historias entre sí, es donde me tienes, es donde me guardas, es donde te escribo mi rendición.
2-Escucha, guarda silencio. El principio te llega como llega el viento a la noche, mudo, pálido, pero sintiendo su paso sobre los rostros de los dos. Escucha, estira los dedos. No hay nada más fuera de ti. Eres espera, y canción guardada, y en cuanto abras los ojos verás que mis manos tienen un lugar para ti. Escucha, prueba el sabor del más dulce atardecer, y no olvidarás que nada queda, nada viene, y nada siente si no es a través de la sonrisa que surge para ti.
3-Un par de camas, siete caminatas, tres menguantes y una rosa fresca es el tiempo que ha pasado ya desde la última poesía. Ya casi no quedan noches, o no las siento, y las palabras se quedan en ideas de un verso que no llega a ser jamás.
La poesía. Nada me duele más. Cruza las calles y las historias, convierte en sinfonía la vida del poeta –que quizás nunca pasó de ser primera nota— y deja que la marea traiga hasta mí la piel vacía del animal que antes se llenaba con mi nombre.
Y es que nada surge de la dicha: tan solo de su posibilidad. La espera y la esperanza inspiran sueños, el dolor ajeno y compartido dejan en herencia la necesidad de sentir. Pero la paz me ha dejado a una mujer y muchas letras de distancia de mi pluma.
Vivo despierto. Y quiero volver a dormir.
4-El escritor atrapa a medio vuelo las historias para luego regresarlas al viento convertidas en mariposas marcadas con los recuerdos de una pluma impertinente. Las alas escritas con garabatos escarlata que luego la lluvia se encarga de desdibujar para convertirlos en olvidos arrastrados sobre la corriente que baña las calles lastimeras: tardes tristes y mojadas donde sólo un nostálgico sin letras se atreve a deambular.
El escritor arranca de sí los pensamientos uno a uno, y los arruga entre sus manos antes de lanzarlos por la ventana. Sigue lloviendo. Nada ha cambiado. Afuera, donde bajo el agua se entrelaza todo aquello que él no es, las notas despreciadas se suavizan hasta llorar todo su color. Arriba, desde la ventana, el escritor es testigo de esta muerte lenta; la tinta se esparce –indefensa— sobre las baldosas de rumbos habituales.
Tres vidas más tarde, y aunque casi ha dejado de llover, el escritor aun siente miedo de salir a cazar nuevas mariposas. La mano duele todavía, el café no logra apaciguar el temblor vacío de una pluma que ya ha dado todo de sí. No caen gotas, pero las casas vecinas siguen tan grises y mojadas como ayer. El escritor vuelve a mirar por la ventana. Todo, o casi todo, ha sido dicho ya.
5-¿Hasta qué punto la tristeza es capaz de explicar el mundo de lo disidente? ¿El mundo de todo lo que huye y se oculta de la palma de la mano? Porque no queda nada detrás del vidrio roto del cuerpo avejentado de la historia. Nada tras el azul o la caridad. Nada viene. No nos llegan nuevas de la piel de la nostalgia.
Las angustias, antes propias, se han tornado en diarios compartidos. Cuentos de mujeres de manos cortadas, que todavía nos quieren hablar con arrugas callosas y canastas de palma tejidas al borde de algún escalón. Y entonces todo toma sentido: no estamos perdidos. Solo nos hemos mantenido ocultos. Pero bajo las piedras, entre la hojarasca, tras el sentimiento, habíamos dejado ya el rastro de la palabra.
Ahora sólo nos queda un trozo, una voz, una semilla. Lo que una vez fue, lo que ya una vez se dijo, salió corriendo en pos de un pasado que no quiere dejar de irse todavía. Entre los dedos nos escurre la sangre de una música que antes sonaba como luz oscura. Somos disidentes, prófugos, profanos del ayer. El dolor no basta ahora para justificar la soledad.

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