lunes, 6 de agosto de 2007

RCTV: RECORDANDO A RODÒ

Quienes han podido seguir atentamente los eventos desarrollados en la hermana Nación de Venezuela desde mayo de este año, saben que la polémica suscitada tras la negativa del Gobierno de Chávez para renovar la concesión a RCTV Internacional, cadena televisiva que venía transmitiendo desde el 13 de noviembre de 1953 bajo la dirección de las Empresas 1BC, ha dado a luz a levantamientos sociales nunca antes vistos dentro de aquel territorio.
Pero sin lugar a dudas, uno de los más notables dentro de esos movimientos de protesta –si no es que el más notable, a decir de su importante difusión por todo el mundo a través de blogs, periódicos, mails y cartas, que ejemplifican las vías de comunicación que todavía escapan a la represión contra la libertad de expresión— lo fue la movilización de estudiantes quienes, por primera vez en la historia de aquel país, se unificaron bajo una luz común: la defensa de la libertad.
El pasado día 27 de mayo, la ciudad de Caracas recibió la mañana con calles repletas de marchas y voceos estudiantiles. Alumnos de la Universidad Central de Venezuela, en conjunto con la Universidad Católica Andrés Bello, la Universidad Simón Bolívar y la Universidad Metropolitana salieron a dar la cara ante la opresión de la Presidencia, en un mitin que en mucho nos recuerda el levantamiento estudiantil de México el 2 de Octubre de 1968.
Incluso hubo quien, por la cercanía con la celebración de los juegos de soccer de la Copa América, que se celebrarían en Venezuela en julio de este año, sintió el temor de que estos últimos tomaran el lugar que en nuestro país ocuparon los Juegos Olímpicos del ’68 como detonantes del levantamiento en masa y, consecuentemente, de la opresión militarizada y violenta en contra del pueblo. Situación que, por fortuna, no se dio.
Este espíritu de protesta por la defensa de las garantías a las que tiene derecho tanto una empresa televisiva como cualquiera otro ciudadano, nos hacen pensar que los valores más profundos que la juventud y el pueblo guardan sobre lo que son sus libertades primordiales no se han perdido.
Con todo lo anterior recuerdo las palabras que el escritor uruguayo José Enrique Rodó dejara plasmadas en “Ariel”, su obra cumbre escrita hacia 1900, para la juventud a todo lo largo y ancho de América Latina:
“Las prendas del espíritu joven –el entusiasmo y la esperanza—corresponden en las armonías de la historia y la naturaleza, al movimiento y a la luz. ¿No nos será lícito, a lo menos, soñar con la aparición de generaciones humanas que devuelvan a la vida un sentimiento ideal, un grande entusiasmo; en las que una poderosa resurrección de las energías de la voluntad ahuyente, con heroico clamor, del fondo de las almas, todas las cobardías morales que se nutren a los pechos de la decepción y de la duda?”
Latinoamérica aún guarda dentro del cofre de lo más sagrado aquellos ideales que la forjaron y le dieron identidad. Es iluso pensar, por parte de un gobernante, que puede mantener acalladas las voces de un pueblo que está dispuesto a conservar su dignidad y su libertad a toda costa. Y es reconfortante notar que Rodó no se equivocó: la juventud de nuestros tiempos todavía tiene algo que decir.

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