viernes, 24 de agosto de 2007

EL PASO DEL TIEMPO

Todavìa recuerdo, hace màs de 20 años, que las noticias y predicciones de tinte apocalìptico sòlo formaban parte del imaginario de unos pocos grupos. Hablar de la caída de las economías, la pérdida de valores, la anarquía, la carencia global de recursos, las disputas por el agua --continuadoras de las del petróleo--, las guerras ideológicas o religiosas, el sectarismo, el racismo y la pobreza espiritual sonaba a profesías de Nostradamus, y en realidad nadie las tomaba demasiado en serio, a pesar de la opinión y las investigaciones de numerosos científicos y letrados.
Esto es hasta cierto punto comprensible. Al ser humano le gusta vivir el momento, el ahora. Angustiarse por adelantado no es propio de la naturaleza de nuestra especie, a pesar de que por nuestro supuesto mayor alcance evolutivo debería de serlo. Lo verdaderamente grave es que no fue sólo el desinterés de las personas por separado lo que prevaleció: los gobiernos, las paraestatales y las Organizaciones Internacionales también prestaron oídos sordos. Si bien es propio del hombre el intentar despreocuparse, para eso crea instituciones especializadas en escuchar, en no olvidar, y desde luego, en actuar y prevenir.
Pero no es momento de buscar justificantes: la responsabilidad es global. Debió serlo desde el primer momento, desde la primer alarma. En estos momentos, tal como el título de aquella película de los años ochenta lo vaticinaba, el destino nos alcanzó. Y no hay marcha atrás.
Ahora sólo basta con abrir el periódico para enterarse: narcotráfico con poder incontrolable, genocidio, economías globalizadas dominantes, imposición ideológica, caída de unas economías para el fortalecimiento de otras, guerras fundamentadas en fanatismos ideológicos y extremismos religiosos, ciudades arrasadas por meteoros cuya potencia aumenta año con año gracias al calentamiento global y la contaminación, sistemas de drenaje insuficientes en las grandes ciudades, incapacidad de las compañías de electricidad para abastecer las demandas cada día más crecientes, provenientes de un número de viviendas nuevas fuera de control; carencia global de agua potable, hambrunas, sequías, epidemias incurables... y la lista podría seguir por largo rato.
¿Entonces todo está perdido? Muchas organizaciones no gubernamentales e investigadores concuerdan en decir que no, pero nos acercamos cada vez más rápido al momento en que ya no quede nada por hacer. Ahora serìa el momento --si no el mejor, por lo menos el último-- de recapacitar y centrar nuestras ideas y luchas por conservar el mundo que nos queda, por unificarnos y por planificar y preveer. El mundo no se acaba con nosotros.
Tristemente, nada parece indicar que el panorama vaya a cambiar a corto o mediano plazo. No quisiera pensar que todo lo que nos queda es contemplar la forma en la que el mundo y las sociedades humanas terminarán de resquebrajarse.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hola!!!

Se me había olvidado la forma particular en la que escribes. Cuenta con que seguiré leyendo tu blog más seguido y gracias por la invitación.

oscar_aag dijo...

Querido Raúl,

gracias por la invitación a visitar esta tertulia tuya de conocimiento y opinión. Es un excelente ejercicio.

Anticipadas discúlpas por no comentar tus trabajos, prefiero vertir sobre ellos puntos de vista producto del conocimiento de causa y no de una apreciación casual.

Como puedes observar, me mandaste nuevamente a estudiar.

Un abrazo.