sábado, 17 de mayo de 2008

VEN

Podría pasar el tiempo contenido dentro de la narración de dos encuentros—mismos que aún me son desconocidos— buscando una justificación para la división atemporal de tu recuerdo. Apenas he descubierto una trivialidad: el papel de tu fotografía se quedó sin voz desde que también se quedó sin ti.

Y, con todo, está decidido a mantenerte entre sus delgadas láminas de pasado transparente y retoques artificiales a la nostalgia apenas explicada.

Pero mi búsqueda no es mera superstición o neologismo. Mi búsqueda va mas allá del libro adecuado y de las presencias en dos falsas dimensiones. Sé que estás guardada en un latido que casi llega tarde; en uno de esos latidos que casi presagian la muerte inevitable de quien ama al amor estando solitario, latido que es parte del ritmo de un corazón que quiere callar, pero que es tan cobarde que no se atreve a detenerse por completo. Latidos que amenazan con bailar entre el ritardando y el morendo, para luego reiniciar la sinfonía con el tempo de la invocación. Es el latido quien te contiene, el latido que no te deja llegar.

Y es que prefiero buscarte en los latidos y las caricias sin fundamento, porque cuando aún eras –¿o tal vez “estabas”?—me enseñaste que para el amor no hay sabidurías ni atajos en lo escrito, y que en las letras sólo queda dicho lo que de otro modo es mejor callar. Y por eso extraño tu poesía cotidiana; ésa que me viene vacía de métricas y versos, y que sólo queda redactada cuando con las manos desnudas colocas de nuevo los vientos en su lugar.

Así, debo confesar que no me he quedado difluyente. Muy por el contrario. Ya interrogué ambas caras de tu imagen atacándolas con la mirada impropia de la súplica y con el violento tacto de la falsa venganza. Ya saqué cada uno de los pétalos del pasado del amarillento espacio que te rodea ahora que no estás ahí. Torturé tus ropas y tus tiempos, pedí respuestas en la puerta de tu desnudez. Pero todo cae en situaciones que corren tras situaciones, esquemas persiguiendo esquemas, y pasos inmóviles de una imagen tuya que siguen, imperceptibles pero en devenir continuo, caminando tranquilos tras de mí.

Y como sé que vienes en la brisa, haciendo el amor a las clepsidras para después romperlas y beber sus gotas y segundos con labios de teorías inconclusas y calmas que acarician con la promesa de estar a punto de llegar, es por lo que, con los aromas, entre los latidos, y sólo por las noches, no te debo dejar de buscar.

1 comentario:

groldan590 dijo...

excelente, considero que deverias publicar, tener un editor.