domingo, 15 de febrero de 2009

LAICIDAD: ANTECEDENTES Y ESTADO ACTUAL

En 1860, un político británico de apellido Altham envió una misiva al entonces presidente de México, Benito Juárez, en la que textualmente se leía lo siguiente:
“(…)El gran obstáculo impuesto a un gobierno es el gran poder y riqueza de la iglesia. Los hechos del clero son malos y se complace en ellos; mantiene voluntariamente a su rebaño en las tinieblas para que no vea sus pasos. Mas ha llegado el tiempo de que los principios liberales ocupen el lugar de las tinieblas y de la ignorancia. Aún es tiempo de regenerar a la nación”.
No resulta de poco interés que hoy se venga a discutir un tema tan fundamental y a su vez tan olvidado en nuestro país durante los últimos años como lo es el de la LAICIDAD, su desenvolvimiento histórico y su consecuente diagnóstico situacional actual.
A manera de introducción, voy a exponer tres definiciones que nos permitirán comprender mejor aquello a lo que nuestro tema se refiere:

1.-Entendemos como ESTADO LAICO, en México, al proceso histórico que va de las Leyes de Reforma Liberales (1857-1860) a estos primeros años del siglo XXI. Laico, al igual que laicismo y laicidad, son palabras que provienen de la raíz griega laikós, que significa “alguien del pueblo”, derivada a su vez de laós, “pueblo”. Posteriormente estas raíces se convirtieron en el latín laicus, que significaba “el que no tiene órdenes clericales”, término que fue acuñado por miembros de la aún joven Iglesia Católica para referirse despectivamente a todos aquellos individuos y corrientes de pensamiento que quedaban fuera de la jerarquía eclesiástica. El Estado Laico, desde su origen, se ha nutrido de victorias jurídicas, hazañas del pensamiento libre, restricciones bien fundamentadas de los anhelos dominantes del conservadurismo, luchas políticas, madurez institucional y, hasta hace unos años, de las derrotas sucesivas de las corrientes de derecha en sus intentos por destruir –o por lo menos, frenar- la secularización y el progreso.

2.-Entendemos por LAICISMO el rechazo directo a las pretensiones de dominio y expansión de los grupos clericales, abarcando también todo enfrentamiento al pensamiento conservador, sustituyéndolo por acciones directas a favor de la apertura ideológica y la tolerancia. Es decir, el laicismo es la ideología pura, la actitud secularizadora por excelencia que dio a luz a todos los movimientos surgidos entre los siglos XVIII y XIX que buscaban, tanto en Europa como en el Continente Americano, la independencia de las instituciones respecto al poder eclesiástico, la limitación de la religión al ámbito privado, y la mejor convivencia entre los diversos grupos religiosos a través del papel mediador del Estado Laico y de los Derechos Humanos.

3.-Finalmente, LAICIDAD se define como todo aquello que se implanta y desarrolla a raíz de la separación de la Iglesia y el Estado. Todas aquellas herramientas jurídicas, legislativas y educativas de las cuales echa mano el Estado Laico para lograr difundir, establecer y mantener el Laicismo entre los miembros de la sociedad son abarcadas por la Laicidad. Esta depende por lo tanto, de todos y cada uno de los miembros de la sociedad. Así, LA LAICIDAD SE MUEVE SIEMPRE GRACIAS A, Y A FAVOR DE, LA PATRIA EN SU CONJUNTO. El Patriotismo más honesto siempre será necesario para que la Laicidad se desempeñe eficazmente conforme a sus principios.

Mi intensión al escribir lo anterior no era únicamente definir términos que, estoy cierto, son plenamente conocidos. Más bien era hacer evidente esa necesaria relación de dependencia y causalidad que existe entre los tres conceptos de Laicismo, Laicidad y Estado Laico, ya que con esto, como veremos, podremos a continuación conocer los por qué de la situación actual de dicha Laicidad en México.

Mucho tiempo ha pasado ya desde la publicación de la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos del 5 de febrero de 1857, que en el segundo párrafo del artículo 27º, página 33 de su texto original, establece que “ninguna corporación eclesiástica, cualquiera que sea su carácter, denominación u objeto, tendrá capacidad legal para adquirir en propiedad o administrar por sí bienes raíces, con la única excepción de los edificios destinados inmediata y directamente al servicio u objeto de la institución”. Mucho tiempo también desde aquel 12 de julio de 1859 en que Benito Pablo Juárez García dejara declarada la separación absoluta de los asuntos de la Iglesia y el Estado, la supresión de las corporaciones religiosas y la nacionalización de los bienes del clero. Ahora, en pleno siglo XXI, vivimos tiempos de una iglesia que provoca pugnas entre los pueblos y que incita persecuciones y linchamientos a quienes profesan una fe distinta de la católica, como si de la misma edad media se tratase. Una iglesia que busca aumentar su poder económico y que exige se le permita realizar contratos civiles y compra—venta de inmuebles. Una iglesia que, por todas las formas, busca presionar e intimidar a los dirigentes políticos de nuestro país.

Un claro ejemplo de la ruptura del frágil equilibrio del Estado Laico es la aparición cada vez más frecuente de los miembros de la Jerarquía Católica para opinar sobre los sucesos del estado dentro de los medios televisivos y de radiodifusión, juzgando en muchos casos el actuar de los servidores públicos, volviendo tendencioso el pensamiento de aquellas personas susceptibles a su influencia, y llegando incluso a exigir públicamente les sea restituido el derecho de poder fungir como candidatos a cargos de elección que le fue negado a partir de las Leyes de Reforma. Todos estos individuos deberían recordar la siguiente máxima del laicismo: siempre que un miembro de la Iglesia critique una ley del estado o interfiera en un proceso político en marcha, ese individuo se convierte también a partir de ese momento, lo quiera o no, en un sujeto político, objeto por tanto de protestas y ataques de carácter político. Es por eso que nuestras leyes exigen la renuncia a las investiduras del Clero antes de la ocupación de un cargo de elección.

Otro ejemplo igual de doloroso lo tenemos en la que ha sido una de las más destructivas manipulaciones que se han hecho a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos: la reforma al artículo 3º a través de la cual se logra que el término “laica”, que antes debía abarcar también a la enseñanza particular, ya no sea obligatoriamente aplicable a esta última. Sutilmente, el artículo ahora menciona, y cito textualmente:

VI. LOS PARTICULARES PODRAN IMPARTIR EDUCACION EN TODOS SUS TIPOS Y MODALIDADES. EN LOS TERMINOS QUE ESTABLEZCA LA LEY, EL ESTADO OTORGARA Y RETIRARA EL RECONOCIMIENTO DE VALIDEZ OFICIAL A LOS ESTUDIOS QUE SE REALICEN EN PLANTELES PARTICULARES. EN EL CASO DE LA EDUCACION PREESCOLAR, PRIMARIA, SECUNDARIA Y NORMAL, LOS PARTICULARES DEBERAN:

A) IMPARTIR LA EDUCACION CON APEGO A LOS MISMOS FINES Y CRITERIOS QUE ESTABLECEN EL SEGUNDO PARRAFO Y LA FRACCION II, ASI COMO CUMPLIR LOS PLANES Y PROGRAMAS A QUE SE REFIERE LA FRACCION III, DEL PRESENTE ARTÍCULO.

Lo interesante de todo esto es que la obligación de una educación laica se encuentra contenida dentro de la Fracción I del artículo 3º, a la cual no se ven sujetas, como lo leemos arriba, las escuelas particulares.
Con el sólo movimiento de estos términos se dio un golpe brutal a la raíz misma del Estado Laico Mexicano, que es la educación secularizada. Esto ha permitido que en los últimos años cientos de colegios privados de instrucción primaria y secundaria hayan establecido misas y ceremonias religiosas como parte obligatoria de la enseñanza dentro de sus instalaciones e incluso, a escondidas de las inspecciones regionales, dejan de realizar los honores semanales al Lábaro Patrio, sustituyéndolos con sermones, ceremonias eucarísticas o rosarios.

Muchos grupos de derecha criticaron fuertemente la educación pública en la forma en que se llevaba a cabo antes de las reformas constitucionales, calificándola de revolucionaria, subversiva, atea, creadora de falsos mesías y relativista, justificando con esto que la enseñanza privada no dependa del término “laica” del artículo 3º, e impulsando una educación con orientación fundamentalista y poco sujeta a la variación o la interpretación –tal como si del dogma religioso mismo se tratase-. Todo esto porque, en el fondo, ellos saben que ese “relativismo” y ese tinte “revolucionario y subversivo” es precisamente lo que permite la diversidad en la interpretación en la educación, lo que la vuelve agente y objeto de cambio, lo que facilita su transición y su ajuste a cada una de las épocas que atraviesa una nación en un momento dado y, sobre todo, lo que lubrica y conserva la tolerancia. Los racismos, los imperialismos, la xenofobia, los totalitarismos y los gobiernos absolutistas tienen todos un elemento en común: una educación fundamentalista. Por fortuna no se ha llegado a ese extremo en nuestro país.

En conclusión, el estado actual de la Laicidad en México es: presente, pero maltratada; cada vez más desprotegida por nuestras instituciones y cada vez más olvidada por nuestros jóvenes. Por supuesto no todo está perdido. Todavía quedan fundamentos Constitucionales y Legislativos que defienden la permanencia de la Laicidad en México. El bastión último de nuestra Laicidad se encuentra en la juventud. Enseñar a los educandos desde su etapa escolarizada lo indispensable de la Laicidad para mantener vivos el respeto, la paz social y las libertades personales nos dará, en el futuro, adultos convencidos de sus deberes para con la diversidad de creencias y la igualdad de derechos. Ya desde hace un par de años algunos libros de Secundaria, en algunos estados de la república, incluyen para la discusión de los adolescentes temas como tolerancia, respeto y pluralidad, buscando así dejarlos fijos en sus mentes. Pero eso no es suficiente. Se debe luchar por un rescate total de la educación en México, con el restablecimiento de un plan de estudios con orientación a la pluralidad y el respeto, y con un pronto renacer del civismo, que logren colocar de nuevo el término “laica” entre las características inherentes a la educación de cualquier tipo en México. El único recurso verdadero que nos permitirá acabar con los males sociales, ahora y a futuro, siempre será la Educación de los Pueblos, porque ésta da a conocer a cada uno lo que se debe a sí mismo y a los otros, y pone a raya las pretensiones de los usurpadores. No hay luchas sencillas, pero nuestra inspiración se mantendrá viva siempre que tengamos presente en nuestras acciones la máxima que nos dice:

EL HOGAR DE LA PATRIA ES SIEMPRE EL PORVENIR.

1 comentario:

Anónimo dijo...

gracias por el articulo, muy completo a que me sirvio para na tarea acerca de la relevancia y pertinencia de la laicidd en nuestro pais