sábado, 21 de febrero de 2009

POST INVITADO

MARÍA DEL PILAR TORRES ANGUIANO
“Donde la filosofía termina, ¿la poesía debe comenzar?”
La relación entre Filosofía y Literatura es importante, no solo en el contexto de la filosofía romántica e idealista, sino en la llamada post modernidad.

Karl Wilhelm Friedrich von Schlegel (1772 - 1829), el autor cuya frase da título a este escrito, es famoso por sus aforismos e ironías. Como dice Humberto Eco, el juego de la ironía corre siempre el riesgo de no entenderse y, con ello, de ser rechazado. Pero es que ese riesgo es la máxima cualidad de la ironía, el hecho de que siempre hay alguien que toma el discurso irónico como si fuese serio.

De cualquier forma, irónico o no, el trasfondo de esta afirmación romántica tiene implicaciones muy amplias. A fin de cuentas, se trata de discutir sobre la relación existente entre la filosofía y la literatura.

Hay que decir que parece admisible a simple vista que, a partir del texto literario, ya sea novela, cuento corto o poema, podemos iniciar una reflexión filosófica en la comunidad de investigación en el aula. Pero debemos preguntarnos si ésto es realmente así y, de serlo, por qué.

Esta relación, la de poesía y filosofía, no sólo es importante en el contexto de la filosofía de la cultura, sino que es un tema casi obligado de la filosofía contemporánea., por ejemplo, en el centro de la Teoría Crítica y de las diversas posiciones Postestructuralistas el debate sobre la relación entre Filosofía y Literatura se vincula al de la relación entre pensamiento y lenguaje.

Para algunos, los límites entre estas dos disciplinas son precisos: la Filosofía se sirve de un discurso racional al que el mundo de la Literatura renuncia. Para otros, los límites son más bien difusos y hay quien llega a decir que en la actualidad son inexistentes, ya que toda Filosofía es Literatura.

Si hacemos un poco de historia sobre la relación entre estas dos disciplinas, nos encontramos que, en su orígen, la Filosofía se expresa en formas literarias: el Poema de Parménides, los aforismos de Heráclito o los Diálogos de Platón. Esta relación tan estrecha, sufre un alejamiento en la época medieval, pero reaparece con brío en el Renacimiento. Los humanistas renacentistas plantean que la vía de acceso al ser es el lenguaje y aceptan la multiplicidad de significaciones de las palabras en cada situación concreta dentro de la historicidad del mundo humano.

Desde una perspectiva más contemporánea, podemos abordar el problema desde la consideración de la Filosofía y la Literatura como disciplinas con sus respectivos lenguajes, o bien, como distintos modos de aproximación a lo real, es decir, modos de obtener conocimiento sobre el mundo, formas de vida, sistemas de valores, creencias, etc.

En el caso del texto literario nos encontramos que no se refiere directamente a la realidad, sino que construye una relación con esta de manera indirecta, por ello el conocimiento literario no está contenido en los textos, sino que se desarrolla en el proceso de comprensión en el que el significado es mostrado.

Para ahondar un poco en lo anterior, recurrimos a un ejemplo del Maestro Alfonso Reyes, el cual, constantemente hace referencia a la relación íntima entre poesía y filosofía. En esta carta, para José Vasconcelos, le dice:

“Debo hacerte dos advertencias, mi experiencia de lector me las dicta: Primera. Procura ser mas claro en la definición de tus ideas filosóficas, a veces solo hablas a medias, ponte por encima de ti mismo., no te dejes arrastrar ni envolver por el curso de tus pensamientos. Para escribir hay que pensar con las manos también, no solo con la cabeza y el corazón. Segunda. Pon en orden sucesivo tus ideas: no las incrustes la una en la otra. Uno es el orden vital de las ideas, el orden en que ellas se engendran en la mente, y otro el orden literario de las ideas, el que debe usarse como un lenguaje universal cuando lo que queremos es comunicarlas a los demás. Así, poesía y filosofía van de la mano, una se sirve de la otra”

Estos caminos, de acuerdo a algunos autores, no son excluyentes. Existe una complementariedad de formas de conocimiento y, de hecho, lo que caracteriza a la filosofía, su peculiaridad, reside en esta unificación del componente científico y literario, teórico y práctico.

En los Diálogos de Platón, podemos encontrar, al mismo tiempo, una intención teórica, orientada a la fundamentación, y una orientación práctica, dirigida a la comprensión. Estas dos intenciones se unen, a la vez que se realizan en el conocimiento diálectico en la forma de una praxis filosófica. Platón pensaba que la filosofía no se deja decir, sino hacer en la forma del diálogo y esta posición es clara en la figura de Sócrates, el filósofo que no enseña filosofía, sino que domina el arte de preguntar, ayudando a su compañero de diálogo a la formación autónoma del conocimiento, a pensar por sí mismo.

Si Platón tiene razón, el conocimiento filosófico no se logra al sólo leer un texto filosófico. Esta afirmación nos abre las puertas hacia un diálogo con Schlegel.

El texto escrito pierde la flexibilidad del discurso oral. Sus textos hacen referencia a un modo de conocimiento que no es totalmente traducible al lenguaje oral, mucho menos, al escrito, sino que sólo se expresa de manera indirecta. En el texto nunca encontramos respuestas definitivas, sólo un apuntar más allá de ellos mismos. No debemos olvidar el concepto platónico de filosofía como una inteligencia y una postura prácticas y autoadquiridas, un hacer dialógico, un orientarse, un estar en camino. A esta idea de conocimiento filosófico corresponde perfectamente el diálogo.

El saber filosófico se entiende, desde esta perspectiva, como un producto del sujeto que no puede ser enseñado de manera directa, sino que debe ser construido por cada uno. Las formas literarias de la filosofía pueden tan sólo atraernos, invitarnos, señalarnos pistas.

Poetas y místicos pueden recuperar el lenguaje, salvar el sentido: el narrador salva el sentido creando la palabra justa. Ahora bien, es tarea del filósofo resistirse a reducir el lenguaje a puro instrumento de comunicación y volver a la realidad de modo que la palabra sea otra vez nombre.

Desde la perspectiva de Walter Benjamin, la narrativa es necesaria para rescatar algo que nos pertenece y que ya no tenemos, algo sin lo que nuestra visión de la realidad sería incompleta o deformada. La narración es conocimiento, puede hacer aparecer súbitamente los aspectos inéditos de la condición humana, trastocando el órden establecido porque hace aparecer nuevos aspectos y figuras de la realidad. En una sociedad, aún dominada por la racionalidad científico-técnica, la literatura, cumple una función que resulta urgente; mostrar un modo de conocimiento que escapa a la ciencia. La Filosofía puede valerse del discurso lógico, racional, científico, pero también necesita del discurso narrativo, alegórico, metafórico, para dar cuenta de toda la riqueza de la realidad.

A partir de un texto y de sus experiencias, la comunidad construye un nuevo texto, un tejido de sentido que se crea cooperativamente y que constituye la dimensión práctica de la Filosofía: hacer Filosofía. El lenguaje es la expresión privilegiada de la conciencia; el yo singular que se expresa en el lenguaje es también universal, porque el que habla y es escuchado entra en unidad con aquéllos para los que existe. Pero al mismo tiempo el lenguaje da lugar a un saber que rebasa las fronteras del reconocimiento de quien lo emite. El lenguaje es el universo simbólico en el que los seres humanos nos movemos; de él tomamos significantes que, a su vez, generan otros, para comprender al mundo y a nosotros mismos.

En el espacio de la filosofía postmoderna, es indispensable el estudio de los elementos fundamentales de la relación entre Filosofía y formas literarias ya que pueden ayudarnos a reconocer y alentar la creatividad, así como vincularla con los aspectos cognitivos y valorativos.

Pero, sobre todo, hacer filosofía de la mano de la poesía y escribir poesía con tintes filosóficos, constituye una oportunidad en la que súbitamente aparecen aspectos inéditos de la realidad, aspectos que nos ponen en profundo contacto con lo propiamente humano el goce de conocer, el goce de pensar y de explorar los inacabables caminos de sentido, descubierto y creado en ese medio nutriente que es el diálogo.

A manera de conclusión podemos decir que tanto la filosofía como la literatura aprehenden la realidad en su esencialidad en correspondencia con su objeto, y emplean las múltiples formas aprehensivas de que dispone el hombre. Por eso existe comunidad, interacción y condicionamientos mutuos. Una filosofía que se aferre sólo a los tratados sistemáticos y a las expresiones categoriales y una literatura que no admita las ‘contaminaciones filosóficas’ resultan estériles. Toda obra poética que realmente merezca el nombre, tiene algo de filosófica. En los orígenes del filosofar, la poesía, tan antigua como el hombre, prestó su forma a la naciente reflexión sobre el universo para plasmar la búsqueda del arjé o la aletheia.

La historia de la filosofía y la historia de la literatura, dan cuenta de la comunidad interactiva entre ambas disciplinas y las particularidades expresivas de los literatos filósofos y los filósofos literatos.

En palabras propias, a la frase de Schlegel según la cual dice: “Donde la filosofía termina, la poesía debe comenzar” hay que decir que tal vez esto seria cierto si y solo si la filosofía terminara. Pero la filosofía no termina.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta tu blog, en especial la parte de inspiración personal. Te adoro...
Sheila