domingo, 26 de julio de 2009

EL PROBLEMA HUMANO (PRIMERA PARTE)

RAÚL CONTRERAS OMAÑA

Comenzaré diciendo que el principal problema humano se llama Pensamiento. La capacidad de reflexionar y analizar el mundo, de introyectarlo, la facultad de autocomprenderse y autodefinirse como ser independiente y único vuelve la experiencia humana una vivencia irrepetible. En conjunto con la Inteligencia y la Razón, el Pensamiento permite la elevación del hombre por encima del resto de los seres que lo rodean, y lo convierte –por lo menos para sus propios ojos— en el centro del universo. A este modo de ubicarse en el mundo como el eje alrededor del cual giran el resto de las cosas se le conoce desde la Edad Media como “Visión Antropocéntrica del Cosmos”.

Esta forma de vernos como dueños del mundo no es nueva en absoluto. De hecho, es una de las herencias más antiguas con las que cuenta la historia de la Humanidad. Desde los tiempos en que surgieron las primeras religiones en la India y el Medio Oriente –Asiria y Caldea, para ser más precisos—, las leyendas sobre la creación del universo y de la tierra por uno o varios Dioses generalmente culminaban en el momento en que dicho Creador daba vida al hombre como su obra más perfecta, y ponía en sus manos al resto de los seres.

Estas creencias evolucionaron, e influyeron poderosamente sobre corrientes que se desarrollaron varios siglos más tarde, entre las que por supuesto se encuentran el Judaísmo y el Cristianismo en todas sus derivaciones. A decir del libro bíblico del Génesis, el sexto día Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, le otorgó un alma superior con el aliento –es decir, el Pensamiento y la Razón— y le entregó los animales y las plantas para que las gobernase y aprovechase como mejor lo decidiera. De acuerdo con estas interpretaciones, el mundo fue expresamente creado para el hombre. Él es el Señor, el dueño absoluto de la naturaleza y sus componentes.

Esta idea del ser humano como poseedor del cosmos fue pasando de mano en mano a través de la historia, hasta llegar a los tiempos del racionalismo y posteriormente a los ideólogos de la revolución industrial, y eso dejaría escrito el destino del hombre de nuestros tiempos en forma imprevisible. Pero de esto seguiremos charlando la próxima semana.

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