domingo, 29 de junio de 2008

¡¡¡EUREKA!!!

Mucho se ha escrito ya sobre la obra de Edgar Allan Poe, aquel brillante, atormentado y alcohólico escritor estadounidense quien, tras crear muchas de las obras más perfectas de la novela de terror y de suspenso, enfrentara el abrupto final de una muy corta vida con apenas cuarenta años de edad, hallado tirado y sucio en una calle oscura, víctima de una crisis de delirium tremmens, o tal vez de un ataque perpetrado por algúno de sus críticos o detractores, para convertirse con el paso de los años en un verdadero autor de culto y en el líder "moral" (¿moral?) por excelencia de los autores y lectores del sufrimiento, del dolor y la oscuridad que reina en las profundidades del alma humana.
Sin embargo, detrás de todos los cuentos y poemas, queda siempre un escrito olvidado por la historia comercial de la literatura moderna.
"Eureka" es, por mucho, la obra menos conocida de Edgar Allan Poe. Siendo una de sus últimas creaciones, escrita en el verano de 1848 (poco menos de un año antes de su muerte), el autor siempre se refirió a ella como "la revelación última, la clave que contiene los secretos del universo todo, una obra que eclipsaría el descubrimiento de la gravitación de Newton; un libro que atraería una atención universal tan intensa que su editor bien podría abandonar todas sus demás empresas y hacer de este único libro el negocio de su vida".
La esencia divina y el espacio infinito. Esos eran los temas de los que, según Poe, trataba aquel "excelso y acabado texto", que le costó muchos préstamos lograr publicar, y que, por la poca comprensión de los lectores y el muy pobre tinte comercial con que fue escrito, acabó en el fracaso de ventas, siendo calificado como "desvaríos, un absurdo descomunal", por los críticos de los principales diarios locales, y cayó en el olvido. Tan es así que, prácticamente ninguna de las recopilaciones de las obras de Poe la incluye.
Por mucho tiempo considerada como una compilación de sinsentidos y ocurrencias pseudocientíficas, al releer esta obra nos encontramos con que Poe en realidad contaba con profundas lecturas y reflexiones de numerosos textos iniciáticos de la antigüedad, y otros tantos de los periodos científicos y esotéricos iluministas europeos que, ya para mediados del siglo XVIII, se habían extendido por todos los territorios que entonces conformaban los Estados Unidos.
Pero para poder formarse una opinión personal sobre la "Eureka" de Poe, hace falta, por supuesto, leerla. Así que, a continuación, transcribo un resumen suficientemente extenso de la obra, con el fin de que, al tener acceso a ella, cada quien pueda formarse un juicio bien fundamentado. ¿Irracional? ¿iniciático? ¿místico? ¿incoherente? ¿esotérico? ¿alucinado? Dependerá de las bases y conocimientos de cada quien:
“EUREKA” (fragmentos)
Edgar Allan Poe, 1848

Prefacio. "Con profundo respeto dedico esta obra a Alexander Von Humboldt. A los pocos que me aman y a quienes yo amo, a los que sienten más que a los que piensan, a los soñadores y a los que depositan su fe en los sueños como únicas realidades, ofrezco este Libro de Verdades, no como Anunciador de Verdad, sino por la Belleza que en su Verdad abunda, haciéndola verdadera. A vos presento esta composición sólo como un Producto de Arte, como una Novela o, si no es una pretensión demasiado elevada, como un Poema. Lo que aquí propongo es verdadero; por lo tanto, no puede morir; y si de alguna manera fuese hollado y muriese, nacerá de nuevo a la Vida Eterna. Sin embargo, sólo como poema deseo que sea juzgada esta obra después de mi muerte. E.A.P. "

"Mi proposición general es la siguiente: En la unidad general de la primera cosa se halla la causa secundaria de todas las cosas, junto con el germen de su aniquilación inevitable. No conozco ningún tratado en el cual se dé una visión del universo, usando la palabra en su acepción más amplia, la única legítima; y quizá sea oportuno aclarar aquí que con el termino "universo", siempre que sea empleado sin calificación en este ensayo, pretendo designar la mayor extensión de espacio concebible, con todas las cosas espirituales y materiales que pueden imaginarse existentes dentro del ámbito de esta extensión. ¡Ah! 'La capacidad o incapacidad de concebir algo --dice Mr. Mill con gran justeza-- en ningún caso debe ser considerada como criterio de verdad axiomática. 'Los contradictorios no pueden ser ambos verdaderos, es decir, no pueden coexistir en la naturaleza! 'Porque nos resulta imposible concebir que un árbol pueda ser algo distinto de un árbol o no ser un árbol' 'Nada sé de caminos; pero conozco la maquinaria del universo. Esto es todo. La aprehendí con mi alma, la alcancé por la simple fuerza de la intuición' No me importa que mi obra sea leída hoy o por la posterioridad. Puedo esperar un siglo a mis lectores si el mismo Dios esperó seis mil años un observador. ¡Triunfo! He robado el secreto de oro de los egipcios. Me entrego a mi furia sagrada. Comencemos en seguida con la más simple de las palabras: "Infinito". Esta, como Dios, espíritu y algunas otras expresiones que tienen equivalentes en todas las lenguas, en modo alguno es expresión de una idea, sino un esfuerzo hacia ella. Representa un intento posible hacia una concepción imposible. El hombre necesitaba un término para indicar la dirección de este esfuerzo, la nube tras la cual se halla, por siempre invisible, el objeto de esta tentativa. En fin, se requería una palabra por medio de la cual un hombre pudiera ponerse en relación de inmediato , con otro hombre y con cierta tendencia del intelecto humano.
"De esta exigencia surgió la palabra infinito, la cual no representa, sino el pensamiento de un pensamiento.Con respecto a este infinito, el infinito espacial, oímos decir con frecuencia que su idea es admitida por la inteligencia, es aceptada, es sostenida a causa de la dificultad mayor que presenta la concepción de un límite. Creemos en un Dios. Podemos creer o no en el espacio finito o infinito; pero nuestra creencia, en tales casos, merece en relaidad el nombre de fe, y es una cosa completamente distinta de esa creencia particular, y de esa creencia intelectual que presupone la concepción mental. Hay gentes, lo sé, que en sus esfuerzos por llegar a lo inalcanzable adquieren muy fácilmente gracias a su jerga, entre quienes creen que piensan, para quienes la oscuridad y la hondura son sinónimos, una especie de calamaresca reputación de profundidad; pero la más hermosa cualidad del pensamiento es el auto-conocimiento; y de un modo algo paradójico puede decirse que no hay niebla de la mente mayor que la que, extendiéndose hasta los mismos límites del dominio intelectual, los sustrae a la comprensión. En realidad, mientras encontramos imposible imaginar un fin al espacio, no nos cuesta representarnos cualquiera de sus infinitos comienzos. ¡Se necesita ser Dios mismo! Con una frase tan alarmante que aún vibra en mis oídos, me atrevo sin embargo a preguntar si nuestra presente ignorancia de la Divinidad es una ignorancia a la cual el alma está eternamente condenada. La unidad es, pues todo lo que predico de la materia originalmente creada; pero me propongo mostrar que esta unidad es un principio suficiente para explicar la constitución, los fenómenos existentes y la aniquilación absolutamente inevitable por lo menos del universo material.
"La voluntad de ser la partícula primordial ha completado el acto, más propiamente, la concepción de la creación. Para la eficaz y cabal realización del designio general vemos pues la necesidad de una repulsión de fuerza limitada, algo separador que al desaparecer la voluntad de difusión permita el acercamiento y al mismo tiempo prohiba la unión de los átomos, concediéndoles una aporoximación infinita mientras les niega contacto positivo; en una palabra que tenga el poder... Que ese algo repulsivo existe realmente, lo vemos. El hombre no emplea ni conoce una fuerza suficiente para poner en contacto dos átomos...- el designio de la repulsión, la necesidad de su existencia; pero me he abstenido religiosamente de toda tentativa de investigar su naturaleza, a causa de una convicción intuitiva de que el principio en cuestión es estrictamente espiritual, yace en una profundidad impenetrable para nuestro entendimiento presente, esta implicado en una consideración del Espíritu en sí mismo. Siento, en una palabra, que aquí sólo aquí Dios se interpuso , porque sólo aquí la dificultad exigía la interposición de Dios. ¿Qué declara la ley newtoniana? Que todos los cuerpos se atraen entre sí con fuerzas proporcionales a sus cantidades de materia, e inversamente proporcionales al cuadrado de sus distancias. He dado a propósito en primer lugar la versión vulgar de la ley; y confieso que en ésta, como en la mayoría de las versiones vulgares de las grandes verdades, encontramos pocos elementos sugestivos.
"Adoptemos ahora una fraseología más filosófica: Todo átomo de todo cuerpo atrae a todo otro átomo , tanto de su cuerpo como de cualquier otro, con una fuerza que varía en razón inversa a los cuadrados de las distancias entre el átomo atrayente y el átomo atraído. Estas ideas, concepciones como éstas, pensamientos que no parecen pensados, ensoñaciones del alma más que conclusiones o aun consideraciones del intelecto; ideas, repito, como éstas, son las únicas que podemos elaborar provechosamente en cualquier esfuerzo por aferrar el gran principio de atracción. La inversión de nuestro proceso nos ha llevado, pues, a un resultado idéntico, pero mientras en un proceso la intución era el punto de partida, en el otro era la meta. Al comenzar el primer camino sólo puedo decir que, con una irresistible intuición, sentí que la simplicidad había sido la característica de la acción original de Dios; al terminar el último sólo puedo declara que, con una irresistible intuición, percibo que la unidad ha sido la fuente de los fenómenos observados de la gravitación newtoniana. Así, de acuerdo con las escuelas, no pruebo nada. Sea; mi único propósito es sugerir y convencer por medio de la sugestión.
"Sé con orgullo que muchos intelectos humanos, dotados del más profundo y prudente discernimiento, no pueden menos de sentirse sumamente satisfechos de mis sugestiones. Para estos intelectos, como para el mío, no hay demostración matemática que pueda brindar la más mínima prueba adicional verdadera de la gran verdad que ha anticipado, la verdad de la unidad original como fuente, como principio de los fenómenos universales. Por mi parte no estoy tan seguro de que hablo y veo, no estoy tan seguro de que mi corazón palpita y mi alma vive, de que mañana saldrá el sol - probabilidad que aún se encuentra en el futuro-, no pretendo tener de todo esto la milésima parte de la seguida que me inspira el hecho irremediablemente consumado de que todas las cosas y todos los pensamientos de las cosas, con toda su inefable multiplicidad de relaciones, surgieron al mismo tiempo a la existencia de partir de la unidad primordial e independiente. ...la razón encuentra su camino, si es que lo encuentra, en su búsqueda de la verdad. Gracias a la dificultad, a la peculiaridad que se presenta ahora , salto en seguida al secreto, un secreto que no pude haber alcanzado nunca de no ser por la peculiaridad y por las inferencias que, en su simple carácter de peculiaridad me brinda. El proceso del pensamiento, en este punto, puede ser esbozado a grandes trazos así: Me digo a mí mismo: la unidad, como lo he explicado, es una verdad; lo siento. La difusión es una verdad; lo veo. La irradiación por medio de la cual se reconcilian estas dos verdades es por consiguiente una verdad; lo percibo. Para concluir esta parte del tema: Estoy plenamente justificado para afirmar que la ley que solíamos llamar de gravedad existe a causa de que la materia ha siso irradiada, en su origen, atómicamente, dentro de una limitada esfera de espacio, a partir de una partícula propiamente dicha, una, individual, incondicionada, independiente y absoluta, por el único proceso capaz de satisfacer, al mismo tiempo, las dos condiciones: la irradiación y la distribución, generalmente uniforme en toda la esfera, es decir, por una fuerza que varía en proporción directa a los cuadrados de la distancias entre los átomos irradiados y el centro particular de irradiación. Por mi lado no tengo paciencia para fantasías tan tímidas, tan ociosas y tan torpes a un tiempo. Son propias de una absoluta cobardía de pensamiento. Que la naturaleza y el Dios de la naturaleza son tan distintos, es algo acerca de lo cual ningún pensamiento puede dudar. Por la primera entendemos simplemente que las leyes del segundo. Pero con la misma idea de Dios, omnipotente omnisciente, sostenemos también la idea de la infabilidad de sus leyes. Para él no hay pasado ni futuro, para El todo es ahora...
"El cerebro humano tiene una evidente inclinación hacia el infinito y acaricia el fantasma de esa idea. Parece anhelar con apasionado fervor esta imposible concepción con la esperanza de creer intelectualmente en ella una vez concebida. Lo que es general en toda la raza humana no puede ser considerado anormal, justificadamente, por ningún individuo ; sin embargo, puede haber una clase de inteligencia superior en la cual la propensión humana aludida adquiera todo el carácter de una monomanía. Cada uno existe, aparte e independientemente, en el seno de su Dios propio y particular. ¿Pero vamos a detenernos aquí? De ninguna manera. Cabe concebir fácilmente que de la aglomeración y disolución universal puede resultar una serie nueva y quizá totalmente distinta de condiciones, otra creación e irradiación que vuelva sobre sí misma, otra acción y reacción de la Voluntad Divina. Guiando nuestra imaginación por la omnipredominante ley de leyes, la ley de periodicidad, ¿no estamos más que justificados cuando alimentamos la creencia, digamos más bien cuando nos complacemos en la esperanza de que los procesos que nos hemos atrevido a contemplar se renovarán una y otra vez eternamente; que un nuevo universo irrumpe a la existencia y luego se hunde en la nada, a cada latido del Corazón Divino? Pero este corazón divino, ¿qué es? Es nuestro propio corazón. No permitamos que la aparente irreverencia de esta idea aterre nuestra alma y la parte del frío ejercicio de la conciencia, de esa profunda tranquilidad de autoanálisis, la única mediante la cual podemos tener la esperanza de alcanzar la presencia de la más sublime de las verdades y contemplarla cara a cara. Los fenómenos de los cuales dependen en este punto nuestras conclusiones son simples sombras espirituales, pero no por ello menos sustanciales.
"Caminamos entre los destinos de nuestra existencia mundanal, rodeados por recuerdos oscuros pero siempre presentes de un destino más vasto, muy distante en el tiempo e infinitamente pavoroso. Vivimos una juventud especialmente obsesionada por estos sueños; sin embargo, nunca los confundimos con sueños. Los conocemos como recuerdos. Durante nuestra juventud la distinción es demasiado clara para inducirnos a un error ni un solo instante. Mientras dura esta juventud, la sensación de que existimos es la más natural de todas las sensaciones. Lo entendemos de un modo absoluto. Que hubo un período en el cual no existimos, o que pudo haber sucedido que nunca hubiésemos existido, son consideraciones que durante la juventud hallamos, en verdad, difíciles de entender. ¿Por qué no habíamos de existir? Esta es, hasta llegar a la edad adulta, la pregunta más imposible de responder. La existencia, la existencia propia, la existencia desde todos los tiempos y para toda la eternidad nos parece hasta la edad adulta una condición normal indiscutible; nos lo parece porque lo es. Pero luego viene el período en que una razón convencional y mundana nos despierta de la verdad de nuestro sueño. La duda, la sorpresa, lo incomprensible llegan al mismo tiempo. Dicen: Vives y hubo un tiempo en que no vivías. Has sido creado. Existe una inteligencia más grande que la tuya; y sólo gracias a esa inteligencia vives. Luchamos por comprender estas cosas, y no podemos; no podemos porque estas cosas, por ser falsas, son necesariamente incomprensibles.No existe ser viviente que en algún punto luminoso de su vida intelectual no se haya sentido perdido entre olas de fútiles esfuerzos por comprender o creer que existe algo más grande que su propia alma. La absoluta imposibilidad de que un alma se sienta inferior a otra; la intensa, la absoluta insatisfacción y rebelión que produce pensarlo; esto, junto con las aspiraciones universales a la perfección, no son sino las luchas espirituales coincidentes con las materiales, por llegar a la unidad original; son, a mi entender por lo menos, una especie de prueba muy superior a lo que el hombre llama demostración, de que ningún alma es inferior a otra, de que cada alma es en parte su propio Dios, su propio Creador; en una palabra, que Dios, el Dios material y espiritual, existe ahora tan sólo en la materia difusa y en el espíritu difuso del universo; y que la reunión de esa materia y ese espíritu difuso no será sino la reconstrucción del Dios puramente Espiritual e Individual.
"Hubo una época en la noche de los tiempos en que existía un ser eternamente existente, uno entre el número absolutamente infinito de seres similares que poblaban los dominios absolutamente infinitos del espacio absolutamente infinito. No estaba ni está en manos de ese ser, como no lo está en el tuyo, extender, mediante un aumento real, la alegría de su existencia ; pero así como está en tus manos expandir y concentrar tus placeres (siendo siempre igual la suma absoluta de felicidad), así una capacidad similar pertenece y ha pertenecido al Ser Divino, quien pasa su eternidad en una perpetua variación de autoconcentración y casi infinita autodifusión. Lo que llamas universo no es sino su presente existencia expansiva. El siente ahora su vida a través de una infinidad de placeres imperfectos, los placeres parciales, mezclados de dolor, de esas inconcebiblemente numerosas que llamas sus criaturas pero que, en realidad, no son sino infinitas individualizaciones de El mismo. Todas esas criaturas -todas: las que llamas animadas, así como aquellas a las que niegas vida por la sola razón de que no las contemplas en acción-, todas esas criaturas tienen, mayor o menor grado, una capacidad para el placer y para el dolor; pero la suma general de sus sensaciones es precisamente ese total de Felicidad, que pertenece por derecho propio al Ser Divino cuando se concentra en sí mismo. Todas esas criaturas son también inteligencias más o menos conscientes, conscientes primero de su propia identidad; conscientes, en segundo lugar, en débiles e indeterminadas vislumbres, de una identidad con el Ser Divino del cual hablamos, una identidad con Dios. De las dos clases de conciencia, imagina que la primera se debilitará, que la última se fortalecerá durante la larga sucesión de edades que deben transcurrir antes de que esas miradas de inteligencias individuales se fundan, como las brillantes estrellas, en una. Piensa que el sentido de la identidad individual se fusionará gradualmente en la conciencia general, que el hombre, por ejemplo, cesando imperceptiblemente de sentirse hombre, alcanzará al fin esa época majestuosa y triunfante en que reconocerá su existencia como la de Jehová. Entretanto, ten presente que todo es Vida, Vida, Vida dentro de la Vida, la menor dentro de la mayor, y todo dentro del Espíritu Divino. "

domingo, 22 de junio de 2008

UN CUENTO SENCILLO

Ella tenía un aroma de niebla de invierno y musgo frío. Olía a humedad. Gustaba de despertar temprano para salir a vagar entre las acacias y los olivos del camino, y entregaba el pensamiento a las disímiles libertades y sonrisas de ángeles que alcanzaba a atrapar desde los campanarios y torres que día a día solía visitar… siempre le gustó forzar el tiempo desde los lugares elevados; así podía abarcar los recuerdos y las ciudades antiguas con una sola mirada. En sus andares, ella recogía el barro fresco con el que construía urnas para guardar la voz de la gente y de los ríos, y una vez secas, las rompía para volver a escuchar cerca de su oído los sonidos de las cada vez menos detalladas memorias de un mundo también cada vez más difuminado. Guardar el tiempo nunca fue tarea fácil, pero cada uno de los latidos de su corazón, siguiendo el ritmo de sus pasos, la ayudaron a mantenerse en pie.

Todavía los bosques estaban llenos de rocío la madrugada en la que ella salió huyendo sobre los antiguos cauces de piedra donde se reorientaban los ríos. Con las gotas frías golpeando su rostro llegó a un punto de la soledad donde nadie se había ocultado antes, y una vez ahí escribió sobre la corteza de los árboles todo cuanto recordaba de la pintura de sus manos y de la música de su voz. Trató de guardar el secreto, de esconder la necesidad tallándolo todo entre las ramas de un roble olvidado, y luego durmió.

Él tenía la piel llena de sabores de los otoños olvidados, sabor de canela, salvia y sal de grano recién tomada de la arena. Siempre pensaba en todo lo que podría hacer para salir de la luz del día y reconocer el tacto, para dejarse guiar tan sólo por la ausencia de la mirada. El sol lo tenía demasiado cansado, quizás todo parecía demasiado brillante sin serlo en realidad. Era siempre un sol fijo, de medio día, así que él no conocía las sombras. Caminaba poco, pero siempre se asomaba por la ventana para soltar al viento los instantes que rápidamente se iban juntando entre sus manos, y luego corría a escribir los vuelos y trayectorias que las letras dibujaban antes de terminar de caer. Pero le faltaba el aroma. Sin el aroma, sin el aliento, los cantos no eran más que ruido de fondo, y las palabras sólo manchas de tinta en el papel.

De cualquier modo, decidió esperar.

Un día, él recobró la conciencia y decidió salir a caminar. Moviéndose pesadamente, y haciendo a un lado con las manos los muebles inexistentes que le impedían el paso, abrió la puerta y sintió el viento recorrer su cuerpo por primera vez en muchos años. Ella, a lo lejos, sintió un movimiento tímido sobre la hojarasca, y abrió los ojos al mismo tiempo que él cerraba los suyos. Guiándose tan solo por los sentidos ajenos a la vista él siguió adelante, paso a paso, hasta encontrarse bajo el cobijo de los árboles que lo escondieron de aquel calor que nunca había sido suyo, y ella por fin decidió levantarse. Y tan súbitamente como muere una sonata, él percibió el aroma de ella entre las ramas, y ella, sin quererlo, alcanzó a probar los recuerdos del sabor de él. Todo se convirtió en una noche inesperada, y bajo la penumbra él y ella se olfatearon, se lamieron, se encontraron, o tal vez se reencontraron.

Tras su encuentro no quedaron rastros aparentes. Tras su encuentro, los abrazó la oscuridad
.

sábado, 14 de junio de 2008

IDENTIDAD Y TERCER MUNDO

Hoy por la mañana, leyendo el periódico "Milenio" en su edición nacional, me encontré con una nota en la que se discutían las posibilidades reales de cada uno de los precandidatos a la presidencia de los Estados Unidos para ocupar dicho cargo, y en la que se hacía un fuerte hincapié en el hecho de que el Senador de color del partido Demócrata Barak Obama, como representante de las minorías, encontraría su principal muro en el núcleo de la población blanca evangelista o mormona que conforma el eje central de la sociedad norteamericana, alrededor del cual ha girado la política de ese país desde sus inicios, y que por tanto era siempre representada por los presidentes en turno. Porque, a pesar de los tiempos en que vivimos, la ideología cerrada y hermética del norteamericano promedio sigue siendo exactamente la misma que hace cien o doscientos años: la preservación de la herencia anglosajona, la hegemonía de la raza blanca, la defensa de los valores cristianos promulgados por todas aquellas ramas hijas del protestantismo y, por supuesto y por sobre todas las cosas, la Doctrina Monroe: "América para los americanos". El territorio Estadounidense es de ellos, los habitantes naturales de los cincuenta estados, al igual que los productos de su trabajo y su suelo, con sus respectivos beneficios. De los habitantes caucásicos, quiero decir. Porque la triste realidad es que, si realizáramos una encuesta a población abierta el día de hoy, veríamos que para un sorprendente 85% de la población blanca norteamericana los inmigrantes, las personas de color, los latinos, los italoamericanos y otros tantos más no han dejado de ser más que meras curiosidades, sectores aislados y mínimos que sólo llegaron a buscar trabajo fácil y que quitan de sus mesas la comida y los bienes que a ellos, por derecho, les corresponden. Es una realidad.
Independientemente de lo triste de estos datos, el centro de esta columna es el siguiente: Estados Unidos ha sido el país más poderoso del mundo durante décadas, y gran parte de ese poder viene dado, respaldado, por dos puntos importantes: una cohesión ideológica casi irrompible -siempre mantenida por los diversos órganos de gobierno y sus medios de comunicación-, y un fuerte nacionalismo -mal entendido y pésimamente sustentado en su historia, pero proclamado día tras día por sus sistemas educativos y sociales- que desde la infancia los hace creer que de ese tronco de héroes de tez clara y religión cristiana brotaron las ramas de su hegemonía económica y militar, por lo que mantener ese núcleo intacto y esa herencia ideológica en vigencia es la misión máxima en la vida de todo ciudadano "verdaderamente estadounidense". Así, generación tras generación, se van manteniendo vivos los dogmas del racismo, de la segregación y de la xenofobia dentro de esa nación.
Pensándolo detenidamente, éstas son varias de las características que caracterizan a los países del llamado "Primer Mundo" en general: sociedades fuertemente nacionalistas, con ideologías políticas, religiosas y sociales tan centralizadas que, en muchos casos, llegan a ser incluso regionales -véase el caso del sur de España-. La conservación del idioma, de las tradiciones, y el orgullo de su historia son también características propias de los países primermundistas desde sus orígenes: Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia, Japón... todas estas naciones las comparten y hacen manifiestas. Para bien o para mal, un gran porcentaje del crecimiento de sus pueblos en todos los aspectos es debido al orgullo de su raza, a su educación en el liderazgo, a su defensa del trabajo en equipo -bien organizado y jerarquizado- sus bajos índices de corrupción, y su sólido agrupamiento alrededor de su lengua y su tradición histórica. No son como otros, ni quieren serlo: el español es español y nada más, el francés no sueña con ser japonés ni con que su país llegue a funcionar como la India. Ese es el orgullo bajo el cuál han sido educados.
Y ya poniéndolo bajo la lupa, esas son precisamente las grandes carencias de los países llamados "del Tercer Mundo": instituciones sociales inoperantes, altísimos niveles de corrupción y burocratismo, programas educativos arcaicos que no logran imbuir en las nuevas generaciones un sentimiento de patriotismo y nacionalismo verdadero, sistemas económicos que tienen años de atraso en comparación con los famosos "líderes del mundo"-atraso que en ocasiones llega a ser de décadas enteras-, democracias jóvenes aún en proceso de maduración, alta tendencia a una demagogia que oculta las injusticias sociales, y, en forma muy importante, una permanente negación de la propia cultura, de la propia herencia histórica -misma que es vista como vergonzosa o sin importancia- al punto tal de renegar de la propia identidad. Son países sin armas suficientes para luchar en un mundo globalizado y neoliberal cada vez más salvaje y ambicioso, y sus habitantes tienden siempre a pensar que lo extranjero, o el extranjero, son mejores, por lo que el deseo de abandono, el deseo de convertirse en "el otro", se encuentra presente a la vuelta de la esquina. Tal como lo dijo el cantante argentino Facundo Cabral hace varios años "en mi país hace mucho que ya no hay argentinos; todos los jóvenes quieren ser estadounidenses, y todos los viejos quieren ser europeos".
Todo lo anterior hace de las Naciones del Tercer Mundo, y por ende a sus habitantes, víctimas fáciles del comercialismo y la invasión ideológia, de la explotación económica y de la destrucción cultural y social. Y esto es cada vez más evidente en los niños y jóvenes, que sueñan con ser y vestir como el estadounidense o el europeo que las cadenas televisivas le presentan, que reniegan de su idioma al punto de deformarlo, mezclarlo o desmembrarlo para convertirlo en algo totalmente distinto, y que crecen con la imagen cotidiana, presentada por periódicos y noticieros, de que toda nación distinta es más fuerte y tiene más valor que la propia, que su país no tiene ni tendrá la fuerza para salir adelante sin ayuda del vecino, y que por ende no tiene caso buscar una solución a una batalla que de antemano está perdida. Esto los deja en una posición inmejorable para las naciones poderosas, ya que los vuelve dependientes, callados, sumisos y obedientes desde las más tiernas edades. Pero esto podría no ser cierto. La batalla podría no estar perdida. Podría ser que con la correcta inversión económica y humana estas naciones pudieran rescatar su herencia, estructurar planes educativos de alta calidad y contenido patriótico, reagrupar a sus sociedades alrededor de la fogata de la ideología nacionalista y triunfadora, y recuperar la fe de sus habitantes en su tradición, en su idioma, en sus instituciones y en ellas mismas como sustento de lo que un país triunfador representa. Sólo así se lograría desafiar a los primeros del mundo. Sólo peleando por alcanzar el nivel del más fuerte se logra la confianza de los propios y el respeto de los demás. Pero estos son pasos muy grandes, todavía difíciles de dar.
Ojalá que, algún día, todos los habitantes de los países considerados tercermundistas podamos decir lo mismo que un gran amigo escribió en una carta en la que habla de la forma en que nos ven y se expresan de nosotros los típicos norteamericanos, y que me envió recientemente: "¡SOY MEXICANO, no latinoamericano!".

sábado, 7 de junio de 2008

REALIDAD Y POESÌA

Hacia 1958, el domingo 20 de abril para ser màs exactos, Salvador Elizondo escribirìa en su diario: "El mundo interior es inviolable. Eso por ahora es mi principio definitivo. Todavìa de todas las cosas que pasan, las que pasan en el alma del hombre son las màs importantes. El mundo exterior es sòlo una pauta, pero no la nota en sì. Por eso la poesìa como todas las artes (o la poesìa como elemento fundamental del arte) es hacer trascender al mundo objetivo lo que ya està dentro de nosotros y no pretender aprisionar el mundo dentro del ego para distorsionarlo y aberrarlo, los caminos del arte no son infinitos. Estàn determinados pordos posibilidades ùnicas: la creaciòn de Belleza y la creaciòn de Lenguaje. Lo fundamental es organizarse adecuadamente para cumplir esas funciones. (...) Ahora ya es necesario involucrar al mundo objetivo en la actividad poètica. Es decir, comprometerse con la realidad. Hacer del ejercicio de la poesìa una vocaciòn de verdad màs que de azoro."
Por el contrario, releyendo "El Otro", cuento escrito por Jorge Luis Borges y que aparece como platillo de entrada en "El Libro de Arena", me encontrè con un instante de la obra que me atrevo a calificar de fundamental -definiendo "Instante" como ese "pequeño punto en el tiempo que podemos congelar, casi fotografiar"; y definiendo "Tiempo" como aquella metafìsica "sucesiòn contìnua de instantes"-, y que hace mucho había olvidado: el punto en el que el viejo Borges le dice al joven Borges que "la poesía gana cuando sabemos que es el anhelo de un deseo, y no la historia de un hecho".
Yo me declaro de acuerdo con el segundo enfoque. En mi opiniòn, la poesia debe escribirse con el corazón y con la nostalgia, no con la cabeza. Un poema real y cerebral (léase Octavio Paz y compañía) puede ser demasiado perfecto, demasiado contado, demasiado métrico.... demasiado frío. Es como tratar de encontrar la vida en una rama seca. Por eso es difícil escribir un poema sobre un hecho histórico, una narraciòn épica o una biografìa: es tratar de dar calidéz, vida y movimiento a algo que hace mucho los perdió.
Las poesías no son realidades, y por tanto es muy complicado hacerlas funcionar como tales. Por si fuera poco, la mayoría de las personas olvida rápido ese tipo de escritos (a menos que se recuerden en homenajes bélicos o fechas históricas importantes). Pero los poemas, los versos que desde la primera lectura nos llegan al corazón, ahí se quedan para siempre. Como una flecha: entran de golpe, impactan, y desde ese instante sabemos que se quedarán ahí -tal como la primera vez que leí "Yo no lo sé de cierto" y "Horal" de Jaime Sabines, o "No te salves" de Mario Benedetti: puedo regresar a ellas miles de veces, releerlas a través de los años hasta el cansancio, y cada vez que lo hago siento que sigo leyendo lo que soy-.
Nos encontramos a través de la poesía, en la poesía nos reflejamos y nos desnudamos de todo cuanto mostramos al mundo del día a día, y sólo la poesía nos lee por debajo de la piel, nos conoce y reconoce, y nos deja desarmados ante lo que somos y lo que deseamos, lo que soñamos. La poesía conoce el anhelo, y lo guarda para sí bajo la clave de las letras -que nunca podrán decir las cosas tal y como nosotros las sentimos-. Clave que será después interpretada por cada persona que la lea, y que, como todo símbolo, significará cosas diferentes y provocará emociones disímiles en las decenas, cientos o miles de personas que la traten de descifrar. Semiótica pura de la poesía. Es maravilloso, un mundo de paz.
De cualquier modo, el debate podrìa seguir eternamente: ¿poesìa como testigo de la realidad? ¿poesìa como agente de la subjetividad y la introspecciòn? ¿poesìa como espejo? ¿como ventana? ¿como pintura? ¿poesìa como acto o como potencia? ¿como vivencia? ¿como nostalgia? ¿como pasado? ¿Poesìa como arma o como vìa de escape? ¿tortura o liberaciòn...? En fin; miles y miles màs que se me escapa recordar.
Creo que, independientemente de todo, el ànimo poètico apenas surge cuando el hombre descubre que estas preguntas existen, y la obra poètica finalmente ve la luz tras el parto doloroso de un alma que pasa años y años tratando de encontrar cada una de las respuestas perdidas.
La poesìa simplemente nace, y su llanto tras el primer respiro es un llanto inolvidable.

domingo, 1 de junio de 2008

LA JUVENTUD ANTE EL ARTE Y EL SISTEMA

El día de hoy, comentando importantes temas de arte con una brillante pintora y escritora de alto nivel, llegamos a un punto álgido para todas las sociedades de nuestros tiempos: la gran diferencia que hay entre las generaciones actuales y sus antecesoras, como agentes de cambio en el arte y en los sistemas sociales. Tras observarlo desde muy diversos puntos, creo que llego a una conclusión personal: la principal diferencia de todas es el fondo.
Ese fondo, en las generaciones previas, lo constituían diversas ideas agrupadas bajo la sombra de una sola bandera llamada juventud: amor a la patria y a la libertad, a los pueblos y a los movimientos de izquierda, a las vivencias y al dolor, la lucha contra la guerra y la pérdida de la inocencia, el grito de los dolores de la infancia y de la desintegración familiar, la ruptura con los pasados dominantes, la defensa de las libertades de prensa y de palabra, el respeto de género y la igualdad de sexos, la implosión del sistema y la explosión libertadora del hombre como especie responsable del mundo en el que habita. Movimientos artísticos como el dadaísmo o el abstraccionismo que intentaban mostrar al mundo moderno en su caos interno y en su retorno imparable al barbarismo de las primeras edades. Música, escultura, protestas, corrientes educativas, los levantamientos mundiales del '68, Vietnam, el nacimiento de nuevas religiones y sectas, el Partido Comunista en México y sus personalidades paradigmáticas (Trotsky, Kahlo, Rivera...), las manifestaciones de estudiantes en contra de la ocupación norteamericana en Cuba, la música de protesta tanto en Estados Unidos como en Lationamérica o en Europa, la caída del muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría, el nacimiento de la música rock y su ruptura decadente en los ritmos alternativos y "grunge" de principios de los noventa (que buscaban poner en el escenario a los jóvenes olvidados provenientes de familias disfuncionales y desintegradas, crear letras explícitas sobre la verdadera amenaza de las drogas y la depresión de los adolescentes en la vida sin sentido provocada por el abandono y el desempleo), Greenpeace y otros movimentos para la conservación del medio ambiente... y un largo etcétera. Juventud seguida de ideologías seguidas de movimientos a todos niveles seguidos de violentas rupturas generacionales y, finalmente, la llegada de un nuevo ciclo que echa raíces y crece sobre el que acaba de caer. La dialéctica Hegeliana se veía siempre cumplida: a la tésis (sistema establecido) se oponía una antítesis (los jóvenes y estudiantes con ímpetu desafiante) y mediante un choque violento se lograba la metamorfosis final en forma de una síntesis (surgimiento del nuevo sistema).
Pero ahora ya no hay ideología de fondo. La generación actual no tiene líderes verdaderos, ni rebeliones sinceras, ni principios que defender (como las de los 60s, 70s y 90s). Ahora los jóvenes se comportan bajo los lineamientos del mercantilismo: todo está vendido, y sólo se busca el glamour y la música de moda que imponen los Estados Unidos y las cadenas disqueras y televisivas. Todos los jóvenes adormilados, casi como corderos, aceptando ciegamente todo lo que sucede a su alrededor, renegando de sus raíces y costumbres, viendo el acto de leer un libro como el mayor castigo que se les pueda imponer, y esforzándose por verse como los niños ricos de Beverly Hills. ¡Absurdo!
Por eso ahora el arte verdadero es tan escaso y tan pobre en su contenido: porque el papel que los jóvenes deberían jugar es precisamente buscar y lograr la ruptura generacional tal como lo hicieron los hippies, los cantos de protesta, los primeros cabecillas del rock y la generación X; cambiar los esquemas imperantes y rebelarse contra los abusos del poder establecido y de las grandes compañías multinacionales que, a través de la globalización y el neoliberalismo, están ahogando a las culturas madres y acabando con miles de años de herencia cultural por donde quiera que uno voltea. Ahora, con el uso de internet y de otros medios masivos e ilimitados de información, enseñanza y comunicación, esta tarea debería resultarles mucho más sencilla de lo que fue en el pasado.Y el arte, tal como lo dice Hegel en sus "Lecciónes de Estética", debiera ser entonces la manifestación apreciable por los sentidos de las explosiones y rebeliones del espíritu humano. Pero ahora los jóvenes no explotan ni se rebelan. Todos duermen bajo el hipnótico canto multicolor de la ropa de marca y los artistas "de cinco minutos de fama" que son elegidos por la misma gente a través de programas que no son más que medios de control para distraer a las sociedades de los problemas reales del mundo, que los mandatarios no los dejan ver. Verlo, vivirlo día a día, nos carcome el alma. Me recargo un poco en la silla, me quedo mirando unos momentos el monitor de la computadora, doy un trago más a un café que ya está bastante frío, y trato de pensar que todo esto no son más que divagaciones de más allá de media noche, con un orden y una respuesta que serán difíciles de hallar.
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UN TESTIGO OCULAR
Unos lo miran con desconfianza. Otros prefieren mirar hacia otro lado. Él, de unos 12 años y con el torso desnudo tallado por las cicatrices, extiende una franela roja llena de trozos de vidrio (justo en medio de los asientos del vagón) y se arroja con fuerza, varias veces, sobre ellos, en los apenas 30 segundos que dura el viaje de una estación a otra. Es sábado por la mañana. Al final no recibirá más de dos o tres monedas. Quizá lo suficiente para pagar la bolsa de pegamento que trae colgando del cinturón, y que le ayudará a olvidar - o a no sentir - el hambre, el mundo y el dolor.