domingo, 30 de septiembre de 2007

CAPITAL CULTURAL Y DESARROLLO

De todos es sabido que el nivel de escolaridad de un individuo es fundamental para suponer su futuro éxito social, personal, profesional y financiero, y durante muchos años se consideró la medida más exacta del desarrollo de sus capacidades de lenguaje y responsabilidad.
Pero en la actualidad, los expertos han descubierto que el potencial de una persona no está sólo determinado por ella misma, sino que se ve todavía más influido por una serie bien identificada de circunstancias sociales y familiares, que en su conjunto constituyen una variable que recibe el nombre de CAPITAL CULTURAL, y que desde edades muy tempranas predispone ya las facilidades y las vías a través de las cuales cada uno de nosotros se desenvuelve satisfactoriamente dentro de la comunidad.
Muy en concreto, los elementos que constituyen este Capital Cultural son tres: la escolaridad de los padres, el número de libros en casa, y por increíble que parezca, la frecuencia con la que los estudiantes asisten al cine (esta última considerada como una medida del conocimiento del arte y la manera de pensar de otras naciones, aunque en este escrito no profundizaré más en ella). Tras décadas de estudios, ahora se sabe que el adecuado desarrollo de las llamadas COMPETENCIAS COMUNICATIVAS (es decir: hablar, escuchar, leer y escribir) depende enormemente de esos tres elementos, y la medida en que cada uno de ellos influye o deja de influir en un niño o un adolescente es la causa principal de sus diferencias de éxito y adaptación.
En lo que toca a la escolaridad de los padres, ya desde tiempo atrás es un hecho conocido que, mientras mayor sea el nivel educativo paterno, mayor será también la tendencia de los hijos de alcanzar un nivel académico igual o mayor. Múltiples estudios en México y en países del primer mundo han demostrado que los hijos de individuos que han obtenido niveles de licenciatura, especialidad o maestría tenderán a relacionar estos grados como éxitos personales, por lo que ellos mismos tienden a obtener también más títulos de posgrado que los hijos de individuos con escolaridad secundaria o preparatoria. Por el contrario, los hijos de personas que no terminaron la primaria o la secundaria tienden también a abandonar sus estudios tempranamente. Claro, no debemos dejar que esto sea un sesgo para nosotros, ya que en todo esto se involucran también factores económicos y sociales que escaparon a las encuestas, pero aún al considerar estos últimos, la diferencia continúa siendo estadísticamente significativa.
En cuanto al número de libros en casa, se ha demostrado que el estímulo temprano hacia la lectura dentro del seno familiar también es mayor a medida que es más alto el nivel de escolaridad de sus miembros. Entre las personas sin escolaridad, o que no terminaron la educación primaria, el impulso a la lectura a sus hijos en sus hogares no alcanza el 6.1%, mientras que los padres con títulos universitarios estimulan la lectura en sus familias hasta en un 55.4%. Aquí surge un dato muy interesante: en encuestas realizadas a población abierta en tres grandes ciudades de nuestro país (DF, Monterrey y Guadalajara) hasta el 81% de los encuestados reportó tener libros en casa; pero de todos estos, 5% tienen de uno a cinco libros, 36% de cinco a diez, 37% entre diez y cuarenta y nueve libros, y sólo el 3% tienen más de 50. Datos importantes: existe un 19% de entre miles de encuestados que aceptó no tener un sólo libro en casa. Además, durante las preguntas iniciales, los encuestados consideraron como "libros" tanto las novelas y libros de consulta como los diccionarios escolares infantiles, cómics, revistas de espectáculos y demás "literatura barata". Al hacer la diferencia, y eliminar de las respuestas todos estos últimos elementos, los porcentajes caen de manera alarmante. Y un tercer dato importante: del 73% de encuestados que reportó tener de 5 a 49 libros, sólo el 5% aceptó haber leído por lo menos la tercera parte de los mismos.
Finalmente, dentro de los encuestados que afirmaron tener entre 10 y 49 libros en casa, y de los que prácticamente todos ejercían algún tipo de profesión, del 80 al 100% de sus libros se relacionaban con un sólo tipo de materia: la de su ejercicio habitual. No existió variedad suficiente en cuanto a los contenidos, y las lecturas sobre arte, poesía, novela u otras áreas resultó ser sumamente escasa.
¿Por qué son importantes estos datos? Bueno, consideremos que en países como Noruega o Alemania, que ocupan los primeros lugares de lectura a nivel mundial, el promedio de libros leídos completos en un año por cada habitante va de los 24 a los 35... muchos, muchos más de los que la gran mayoría de los mexicanos llegan a juntar en sus hogares durante toda su vida. ¿Cómo puede existir una competencia económica, educativa, laboral e industrial justa a nivel mundial, dentro de la cada vez más incontrolable tendencia globalizadora, cuando las realidades que afectan a cada una de las naciones son tan divergentes? Es, en realidad y por el momento, prácticamente imposible.
Agreguemos a todo esto la falta de bibliotecas públicas o el mal estado de las existentes, sus libros anacrónicos con mínima utilidad, la poca llegada de libros de gobierno a las escuelas rurales o de zonas marginadas y, por supuesto, las graves carencias económicas y de alimentación que millones de niños en un país como el nuestro sufren día a día, afectando todavía más su capacidad de memorizar y aprender.
Con todo lo anterior, ampliar y actualizar el Capital Cultural dentro de los hogares de nuestro país se nos presenta como una meta a alcanzar por parte tanto de los Gobiernos (nacional y estatales) como por cada uno de los miembros de las familias que los integramos. Aumentar el acervo cultural, la variedad en los tipos y temas de lectura, el acceso infantil a la lectura y la educación, los niveles de escolaridad regionales y la interacción entre padres e hijos se presentan como una parte de las soluciones posibles. Promover la creación de bibliotecas públicas y centros de lectura, estimular los programas de integración de bibliotecas en escuelas rurales, lograr que los planes de educación para adultos se expandan hasta las zonas más lejanas y, por supuesto, mejorar las condiciones de trabajo, de alimentación y de vida de los grupos con mayores carencias ejemplifican las necesidades urgentes que un país como México debe atender y resolver con prontitud, si es que que se desea que el desarrollo y la competitividad nacionales alcancen niveles suficientemente altos como para enfrentarse con el mundo en expansión en el que actualmente nos desenvolvemos.

sábado, 22 de septiembre de 2007

GEORGE ORWELL Y SU "1984"

¿Existe el Totalitarismo perfecto? ¿un gobierno todopoderoso tan bien planeado que nada ni nadie logre -o quiera- escapar de él?
Esas son las preguntas obligadas que me vinieron a la mente luego de leer por primera vez la novela "1984" del escritor hindú Eric Arthur Blair, quien durante toda su vida literaria se diera a conocer bajo el pseudónimo de George Orwell.
En esta obra, por mucho la más famosa y trabajada de Orwell, escrita hacia 1949, se plantea la hipótesis siguiente: ¿qué pasaría si todas las Naciones del mundo, tras una guerra global de proporciones titánicas, borraran sus fronteras para unirse en tan sólo tres superpotencias con poderíos económico y militar prácticamente idénticos? ¿qué sería de sus habitantes? ¿cómo mantener el control, la lealtad, el equilibrio?
Haciendo más que evidente la huella que la Segunda Guerra Mundial dejase en lo más profundo de su ser, Orwell nos lleva hasta los huesos de un pueblo dirigido -o más bien, dominado- por un Estado absolutista que mantiene su poder gracias al control emocional y psicológico de las masas, exigiendo un orden obsesivo y una reinvención casi neurótica de los eventos históricos para que éstos siempre lleven el sello de triunfo de un mismo héroe, de un redentor impuesto por el Partido Inglés Socialista o INGSOC desde los primeros momentos de su ascenso al poder: un caudillo conocido sólo como EL GRAN HERMANO.
Es éste Gran Hermano -o "Big Brother", por su original en inglés- quien todo lo observa y todo lo controla, quien todo lo da y todo lo quita. Nada escapa al ojo vigilante del Gran Hermano, quien aparece a través de pantallas instaladas en cada una de las viviendas para exigir obediencia y entrega, hora tras hora, minuto a minuto, de todos y cada uno de los días que la vida mira transcurrir; personaje que se mete en las mentes de los individuos para aparecer como salvador y protector, como dador de vida y esperanza, como conquistador y mesías: como Dios -de hecho, al leer las descripciones que Orwell hace del Gran Hermano al aparecer en las telepantallas, no pude dejar de pensar en la imágen de Fidel Castro en sus presentaciones dentro de los medios cubanos-. No nos es difícil notar ahora que es precisamente de esta novela de donde se tomó la idea de crear el famoso programa televisivo "Big Brother": minificción controlada de lo que es la vida real vigilada y documentada segundo a segundo, sin privacía, sin descanso, sin libertad. Ahora traspolémoslo a miles y miles de hogares en todo momento, y cambiemos los fines de entretenimiento por los fines de control. Ese es el sombrío mundo futuro que Orwell nos entrega.
Pero lo verdaderamente fascinante de esta novela no es sólo el mundo decadente, gris y sin caminos alternos en el que se sitúa, sino que su inicio se da al comenzar a narrar la vida de un hombre, de un sólo individuo, que por primera vez en mas de cuarenta años de disciplina casi militarizada y ciega obediencia, se pregunta por primera vez: "¿Esto es real? ¿el Partido lo ha sido todo siempre? ¿es cierto que el Gran Hermano es toda la historia que conocemos? ¿ACASO NO HAY NADA MÁS ALLÁ?". Y es entonces cuando surge un evento fascinante: el choque brutal entre la libertad intrínseca del individuo -que por más que trate de ser dominada, nunca puede vencerse del todo- y el poderoso gobierno absoluto, en el que incluso los pensamientos de subversión pueden ser severamente castigados. Rigidéz y rebeldía. Libertad y control. El deseo de levantar la cabeza de entre toda la masa que camina con el yugo sobre el cuello. Ser uno. Ser el único de entre millones. ¿Cómo cuestionar al invencible INGSOC, cuando nunca se ha conocido nada más? ¿O será que los recuerdos son falsos? ¿Y la historia reemplazable? La novela es absolutamente atrapante, y nos presenta un final completamente inesperado.
¿Que si existe el Gran Hermano? Eso no es lo importante. Lo toral aquí es ¿cómo ser el primero en cuestionar algo que parece tan perfecto? ¿por qué ser el primero en dudar de aquello que miles y miles aceptan, y que agradecen ciegamente? ¿el hombre puede ser sometido? ¿domado y psicológicamente condicionado como cualquier animal doméstico?
Creando todo un lenguaje novedoso, y basándose en las teorías filosóficas del Estado de grandes pensadores como Hegel, Engels, Marx, Lenin o Bakunin, George Orwell nos legó una obra finamente acabada sobre lo que sería un mundo en el que la supevivencia justificara el sacrificio de toda libertad elemental. Entre un futuro anárquico y uno absolutista, Orwell se inclina por el segundo sin dejar de sugerir que, con todo, al seguir casi sobre el hombro la vida cotidiana del camarada Winston, debemos recordar que el verdadero ser humano no debe dejar nunca de cuestionarse acerca de lo que cree que es su realidad.
"Morir odiándolos, ésa era la libertad."
"La Guerra es la Paz. La Libertad es la Esclavitud. La Ignorancia es la Fuerza."
Más que una novela, un clásico altamente recomendable.

viernes, 14 de septiembre de 2007

REFORMA EN MEDIOS DE COMUNICACION

El miércoles pasado, poco antes de las once de la noche, los legisladores en México aprobaron una nueva Reforma según la cual los Partidos Políticos tendrán prohibido comprar tiempo en los medios de comunicación para realizar campañas electorales. En adelante, corresponderá al IFE la administración de los minutos que, de manera oficial, los canales televisivos y las estaciones de radio deberán conceder para eventos de carácter partidista, obligando así a un equilibrio entre las distintas fuerzas políticas en México, e impidiendo la sobresaturación de discursos proselitistas en los hogares de nuestra Nación.
Además, se verá limitado el número de meses previos a las elecciones durante los cuales los Partidos podrán llevar a cabo actos de campaña en dichos medios, ya que contrario a lo que sucede en la mayor parte del mundo, en nuestro país se hacía uso de estos recursos con tiempos tan excesivos como un año antes de los sufragios lo cual, además de convertir el debate democrático en un verdadero circo de "dimes y diretes", dejaba en clara desventaja a los Partidos con menos fuerza económica y política, los que no podían sobrellevar costos tan elevados, por lo que su discurso y sus propuestas quedaban bajo la sombra de lo desconocido.
No me resulta extraño, y hasta pienso que era previsible, que de inmediato los dueños y dirigentes de los distintos medios de comunicación levantaran la voz para protestar en contra de estas medidas, alegando ilegalidad e incluso inconstitucionalidad --por un supuesto "ataque en contra de la libertad de expresión"--, y haciendo uso de recursos tan absurdos como el comparar estos cambios, tan necesarios en nuestra Nación desde hace muchos años, con lo sucedido en los primeros meses de este año en Venezuela, donde el gobierno absolutista de Chávez desapareció la cadena RCTV por presentar programas y opiniones que atacaban y contradecían sus políticas dictatoriales (véase en este mismo blog "RCTV: Recordando a Rodó").
Y digo que no me resulta extraño porque para estas cadenas, sobre todo para las dos que mantienen el monopolio de las comunicaciónes en México --Televisa y TvAzteca--, esta reforma significa pérdidas anuales multimillonarias, y en muchos casos, también abatimiento de un importante poder político, ya que muchos partidos al no poder pagar en forma inmediata el tiempo que se les concedía en radio o televisión quedaban endeudados por varios años, lo que permitía a las cadenas intervenir u opinar a su favor en decisiones propias de los cuerpos políticos mexicanos, sin que éstos pudiesen hacer nada para impedirlo.
Por si fuera poco, es bien sabido que las cantidades que los partidos invertían en los medios sobrepasaban por mucho el presupuesto que el Estado otorgaba a cada uno para este fin, lo que obligaba a la entrada de recursos provenientes del bolsillo de empresarios, gobiernos extranjeros, narcotráfico, e incluso de los mismos dueños de las cadenas televisivas, permitiendo así la intervención de poderes fácticos ajenos en los asuntos propios de la democracia nacional, dejando a todos, sexenio a sexenio, con las manos atadas. Desde este punto, descubrimos que esta Reforma no sólo está bien justificada, sino que su llegada era inminente.
Lo que sí me llama fuertemente la atención es que los medios sigan buscando la forma de frenar o desprestigiar estas decisiones exigiendo referéndums, amenazando con despidos masivos, alegando ataques contra la libre expresión y utilizando todos sus programas de mayor audiencia, así como su influencia, para convencer al pueblo de que sus derechos están siendo oprimidos. Y lo más alarmante de todo es descubrir que un gran número de personas creen en esta postura, y critican lo que debería considerarse como un logro más --de los pocos que se dan, es cierto-- de la legislación en nuestro país.
Los poderes fácticos --"el cuarto poder"--han adquirido un peso desmesurado durante las últimas décadas, poniendo en jaque el actuar democrático de nuestras instituciones y elevando año con año los niveles de corrupción e ilegalidad en México. Las reformas como la aquí discutida surgen de necesidades verdaderamente apremiantes para reestablecer el orden y la gobernabilidad, y detrás de los intereses que hayan movido a nuestros legisladores, hay que valorarlas por los beneficios a largo plazo que a la soberanía pueden ofrecer.

sábado, 8 de septiembre de 2007

LA MUERTE DEL FILÓSOFO: RICHARD RORTY


La muerte de un filósofo no es un hecho que se dé por mero azar. El mundo y el destino conocen con precisión, y de antemano, el momento mejor para abrir la nueva puerta a la mente que se va. El filósofo no muere porque sea ya el momento de perderse dentro de los abismos de una inconsciencia inevitable, sino porque llegó la hora, el minuto, el segundo de atraer nuestra mirada hacia sus palabras y sus obras; porque se nos viene encima el día en que sus enseñanzas se nos vuelven necesarias; y sólo mediante la fuerte llamada de atención de su partida es que los hombres prestamos verdadera atención a todo lo que, en vida, siempre nos quiso compartir.
El pasado 8 de junio falleció Richard Rorty en Palo Alto, California, debido a complicaciones de un cáncer de páncreas. Pocas pérdidas más trágicas para la filosofía social y del lenguaje contemporánea.
Rorty, quien viera la luz de este mundo por vez primera el 4 de octubre de 1931, realizó estudios en la Universidad de Chicago y en Yale, y pronto mostró inclinación por la corriente pragmática del pensamiento: la idea no vale por sí misma, sino por la acción que es capaz de provocar.
Siguiendo importantes estudios en ética y filosofía de la mente, afirmaba que enfrascarse en debates sobre la complejidad o la importancia del lenguaje filosófico no era lo fundamental: lo verdaderamente importante era reconocer que más allá de la filosofía, en la novela o el cuento y en otras fuentes, también se podían encontrar enseñanzas con orientación moral. Como ejemplos de lo anterior mencionaba siempre a Marcel Proust y, sobre todo, a Walt Whitman.
Para Rorty, la metafísica y otras ramas que sólo se enfrascan en tratar de resolver preguntas elevadas y demasiado trascendentes estaban destinadas al fracaso, porque sus interrogantes y sus intenciones no conducen en realidad a nada práctico, a nada tangible. No ofrecen soluciones, sólo permiten lucir un vocabulario enredado y poco comprensible. La verdadera filosofía debería resolver los problemas del aquí y el ahora, del hombre y del mundo, de la ética y la realidad. El fin de toda investigación filosófica no debe ser el lucimiento del autor, sino el "hacernos más felices, permitiéndonos afrontar con más éxito el entorno físico y la convivencia."
Fue profesor de filosofía en la Universidad de Princeton hasta 1983 y luego profesor de Humanidades en la Universidad de Virginia. En abril de este año se le confirió la Medalla "Thomas Jefferson" por parte de la Sociedad Estadounidense de Filosofía, debido a su "decisiva influencia y distinguida contribución a la filosofía, y más ampliamente, a los estudios humanísticos."Antes de su muerte se desempeñaba como Profesor Emérito de Literatura y Filosofía de la Universidad de Stanford.
Entre sus obras encontramos "La Filosofía y el Espejo de la Naturaleza", "Objetividad, Relatividad y Verdad", y "Contingencia, Ironía y Solidaridad".
Sus últimas entrevistas para América Latina las brindó para la revista de Derecho THEMIS 53 en Perú (José Carlos Loyola: "Democracia y Capitalismo: los peores sistemas a excepción de los otros creados hasta el momento. Una entrevista con Richard Rorty"), y para LETRAS LIBRES en México (Danny Postel: "Últimas palabras con Richard Rorty").
En la entrevista publicada en THEMIS 53 afirmó que la sociedad en los Estados Unidos es una sociedad buena que está siendo gobernada por gente mala, y exhortaba a no confundir a nos Estados Unidos como Nación --que cuenta con una historia larga y, a su parecer, gloriosa-- con las políticas particulares adoptadas por sus gobernantes. Ahí definió a una cuestión moral como "aquella que tomamos tan seriamente que preferiríamos morir antes que estar en el lado equivocado".
Y en la entrevista de Postel--misma que tuvo que quedar incompleta debido a complicaciones en el estado de salud de Rorty-- declaró que después del once de septiembre se vio claro que la derecha política está tratando de sustituir la lucha contra el comunismo con la "guerra al terrorismo global", sólo con el fin de mantener al pueblo asustado y sumiso, conservando el Estado de Seguridad Nacional intacto, y socavando las instituciones políticas de las viejas democracias. Pero tarde o temprano, algunos grupos terroristas repetirán el once de septiembre y en mayor escala, lo que podría traer el fin de la democracia, y dudaba que las instituciones democráticas tuvieran suficiente capacidad de recuperarse ante tal tensión.
Pensador liberal, pragmático permanente y defensor de las sociedades ante la pérdida de fe sobre las instituciones y los gobernantes, hasta sus últimos días defendió la libertad y los derechos de los pueblos, llegando incluso a aceptar invitaciones para brindar conferencias en Universidades de Irán, en las que declaró que la juventud de ese país, con sus nuevos estudios y apertura cultural y literaria, será la que logre enfocar a su Nación al nuevo y pacífico futuro.
Descanse en paz el filósofo de la ética y la palabra. Descanse en paz el humanista liberal. Descanse en paz.

sábado, 1 de septiembre de 2007

UN CUENTO NECIO Y EL POEMA 20 DE NERUDA


Es justo esa hora de la tarde en que todo tiene sabor salado, el momento que llega inmediatamente después de la lluvia y unas tres horas antes del anochecer. El cielo está callado, quizás demasiado, y yo sigo estirando el brazo a través de la ventana, pero no alcanzo a tocar nada. Ni siquiera el viento. Sé que hay tardes así, pero hoy la inmovilidad del mundo no hace sino encerrarme más en la cáscara del cuerpo que me rodea, y de la que tras largos días no me he conseguido liberar.
Mejor me alejo de los cristales, hace demasiado silencio afuera; y en cuanto lo hago comienza a llover. Hace años que la lluvia no caía con tal agresividad, como deseando borrarlo todo, acabar con el mundo y con todo ser viviente que se encuentre en su camino. Es esa lluvia pesada y densa, de la que busca lograr la renovación, la purificación, la catarsis; obscura cortina de fluido primordial que baja bañando las tristezas y memorias de todos los que no nos atrevemos a salir a sentirla deslizarse directamente sobre la piel; de todos los que, de un modo u otro, tenemos miedo de sentir.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir por ejemplo “la noche está estrellada
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.”
El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Hoy no hay estrellas. Ni siquiera se alcanzan a ver las nubes que seguramente se cierran sobre el firmamento que debía correspondernos por derecho. Todo es agua en sus múltiples manifestaciones: un poco de hielo, oleadas de líquido imparable, abundante llanto, y creo que en el fondo alcanzo a percibir un poco de vapor travieso escapando de las coladeras. Los ríos que caen, a la vez realidad y reflejo, me regresan una imagen de mí que no logro reconocer del todo: sólo quedan recuerdos. Contados recuerdos del argénteo rostro de mi destruida vanidad.
Nadie ha preguntado nada, creo que nadie sospecha. Pero no es necesario: la conciencia es un juez ineludible. El remordimiento se vive como el peor de los castigos; torcedor eterno del que las manos empapadas en pecado y agonía no pueden escapar. La mirada sorprendida, el grito ahogado y la violenta convulsión agitándolo todo, sacudiendo el cuerpo de un lado a otro y ejerciendo una cruel tortura que no tiene final. Los sueños esparcidos por el suelo, el desayuno frío con pan a medio comer, y la música de un piano tenue que –no sé por cuanto tiempo—no ha dejado de cantar.
Nadie más lo sabe. Solo yo conozco la verdad. Me detengo de golpe ante mis nuevas canas, y vuelvo a llorar.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como esta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Doy la espalda a la ventana, pero la dejo abierta para que se ventile un poco la peste del cigarro. Tengo que limpiar la sangre antes de que se filtre entre los azulejos. Esa sangre desgraciada que me llena y me anima, contradiciendo mi deseo expreso de morir dentro de una habitación llena de muebles rotos y botellas vacías de escocés. Sangre que reparte el alma a cuentagotas por cada célula del cuerpo, dejando satisfecha una mente que ya no quiere pensar más. Sangre que sólo finge partir, que amenaza fríamente con abandonarme para dejarme olvidado y desmayado, inmóvil, a lado de la cama. Sangre que luego se esconde nuevamente –en forma cobarde— dentro de la calidez de mis venas, impulsándome a reaccionar, a abrir los ojos de forma violenta, a seguir inmerso en la alucinación de sombras y colores opacos que conozco como vida. Maldita sea mi sangre.
Mi cabello está impregnado de un olor extraño. Es el aroma de la debilidad, de los suelos que se abren, de las distancias nunca recorridas, de las fotografías con miradas que persiguen, de la náusea y de la comida seca que lleva casi una semana sobre la mesa, sin ser tocada, sin ser deseada, sin ser. Cuerpo y manos llenos con el olor del arrepentimiento y la cobardía, de las sirenas que recorren las calles mojadas, de las flores que mueren aplastadas por la gente que corre a resguardarse de las gotas abusivas, de la soledad, de una soledad, de mi soledad. Abro la llave: por lo menos el agua está tibia. Todavía puedo sentir. Algo sigue siendo cálido a mi alrededor.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada, y ella no está conmigo.

El calor y el frío se encuentran sobre mi rostro en una lucha cada vez más violenta. El piso es demasiado áspero, y bajo mis pies se unen el jabón y el polvo dejando detrás las huellas de la evidencia; pureza e impureza en mezcla perfecta para formar un solo camino, un solo pasado. Creo que así nacen todas las nostalgias.
Me acerco al espejo –esta vez al de la pared— Un rostro ojeroso y arrugado sólo sirve para darme cuenta de que me será difícil olvidar el camino recorrido, los escalones que he debido subir hasta llegar a ser lo que no soy, lo que espero soñar con ser algún ayer, lo que dejo de ser en cuanto recobro la orientación para percatarme de la sensación impalpable, de la luz mutable, del cepillo entre mis manos, y del principio inexistente que sostiene este espejismo en el que todo sigue teniendo sabor a sal. Olvidar la infancia de hambre reprimida, la juventud de valor inexistente, o el presente que se escribe con lejanías simples pero constantes, con brazos que sólo se contienen a sí mismos muy en contra de su voluntad… Pero no. No siempre fue así.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ahora me doy cuenta. He pasado tanto tiempo en este cuarto que todo me parece despreciable. Cuatro paredes blancas, alfombra gris de uso pesado, quemada, olvidada; un colchón viejo con ropa amontonada y, al fondo, una ventana. Sólo una ventana. Todo se vuelca sobre mí, me ahoga, me crucifica. Pero tengo tanto miedo de salir…
Los amaneceres no han sido fáciles, ni los despertares deseables. Los últimos tres días no he parado de temblar, y los escalofríos azotan mi carne hasta hacerla sentir que se parte en dos; tal vez sea el hambre, tal vez la fiebre, tal vez la soledad.
La soledad. Únicamente bajo su influjo seductor se manifiesta el verdadero ser, se libera, se expande vanidoso y afirmado en busca de su realidad, muestra sus virtudes y defectos ante nadie. Porque cuando estamos con otros, con sonidos, con murmullos, con manos, con afectos, con luces y destellos, con el sol y con la noche, no podemos respirar. Nos escondemos silenciosos tras las puertas, embebidos en los muros, dormitando en las lágrimas reprimidas como lo hacen los niños regañados cuando, por pesadillas de leones y dragones, interrumpen las nocturnas caricias de sus padres, y corren a tirarse debajo de la cama. Esos chiquillos traviesos –los que somos—, capaces de convertirse en creadores de planetas y universos, de amores y de historias, de futuros y de paz, cierran los ojos y abrazan sus piernas en doliente posición fetal para no encarar el dolor, para no aceptar el castigo, para negar la culpa una y otra vez. Una y otra vez. Tal como ahora lo hago yo.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Me armo de valor, si es que así se le puede llamar a lo que me mueve ahora a levantarme. Llegó el momento de encarar la realidad: el pasado no existe, el presente es escurridizo y transitorio, y el futuro nunca llegará. A través de la ventana abierta nuevamente la calma, que entra violenta e irrefrenable para golpearme en el rostro, recordándome el ferroso sabor de un muro manchado por la humedad.
Así que vuelvo sobre mis pasos. No estoy listo. Afuera todo es demasiado grande, demasiado inabarcable. El último trago de una botella prácticamente vacía, e intento conciliar el sueño. Tal vez así me encuentre en un lugar seguro, en un estado de paz, en un escondite tibio que me mantenga a salvo de la memoria, que me abrace y me contenga entre manos firmes pero sin vida, esculpidas con caricias retenidas y deseos de ya no despertar, de ya no dormir, de ya no estar, de ya no ser… y de dejar de llorar. Ya nada tiene sentido. El espejo roto, el mosaico del baño, la ventana abierta, las paredes blancas. Las notas del piano siguen buscando vivir en forma de ecos que atraviesan el aire buscando la inmortalidad, y el penetrante olor ácido se va alejando lentamente hasta desaparecer. Sobre la cama vieja sólo un cuerpo desnudo que respira con tan poca fuerza que resulta casi imperceptible, y de la mesa cae un vaso haciendo ruidos que nadie alcanza a percibir. No hay luces que apagar, nunca estuvieron encendidas.
¿Cuándo se fue?

Aunque este sea el último dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.

El cepillo en algún lugar lejos de mis manos, y yo por fin vuelvo a dormir.